El ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, dijo que el país vecino está “conversando” con China acerca de un acuerdo de libre comercio. Es un gesto que “corre el arco” para el próximo gobierno argentino y le mete presión a Alberto Fernández para que no introduzca trabas al proceso de liberalización comercial que abraza Jair Bolsonaro junto con el saliente Mauricio Macri. “Ahora estamos conversando con China sobre la posibilidad de crear un área de libre comercio entre ambos países, al mismo tiempo que hablamos para entrar en la OCDE”, dijo Guedes en una reunión de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Brasilia. En julio pasado, Guedes había anunciado el comienzo oficial de las negociaciones para celebrar un acuerdo de libre comercio con Brasil, sumado al convenio firmado con la Unión Europea.
En líneas generales, las economías que cuentan con industria propia apuntan más a defenderse de China que a liberalizar el comercio. La competencia mano a mano con la economía asiática, por menores costos laborales y mayor productividad, más escala, planificación centralizada y masivas políticas industriales, es insostenible. Por eso, China tiene firmados relativamente pocos acuerdos de libre comercio. El más importante engloba a Tailandia, Indonesia, Malasia, Singapur y Filipinas, países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). También hay acuerdos con Pakistán, Nueva Zelanda y Moldavia. En la región, China acordó liberalización comercial con Chile, Perú y Costa Rica.
Los países desarrollados no firmaron tratados de libre comercio con China, aunque no necesariamente a causa del daño que podría generar la eliminación de aranceles, ya que Estados Unidos y Europa tienen industrias avanzadas con relativamente escasa protección. Sin embargo, hay otras disciplinas comerciales en donde mantienen distancia de China, como por ejemplo propiedad intelectual, empresas estatales y compras públicas. En cambio, países periféricos con desarrollo industrial, como Brasil y Argentina, tienen aranceles más altos y por lo tanto tienen más para perder (y los chinos más para ganar) en acceso a mercados.
"No me incomoda si una situación de superávit termina equilibrándose porque las importaciones se dupliquen o tripliquen. Lo que nosotros queremos es más integración. Ya perdimos demasiado tiempo y tenemos prisa. Vamos a avanzar 40 años en sólo cuatro", dijo Guedes para el programa de acuerdos comerciales con potencias industriales. Más allá de las declaraciones de Guedes y la obsesión por desregular la economía que comparte con el presidente Bolsonaro, la catarata de anuncios de libre comercio con monstruos como la Unión Europea, Estados Unidos y China también es leída por expertos como señales de ruptura de consensos básicos hacia adentro del Mercosur y el avance hacia la negociación individual.
"Más allá del credo aperturista de Guedes, un acuerdo de esta magnitud y complejidad conllevaría un extenso plazo de negociación, en el que Brasil afrontaría múltiples desafíos, teniendo en cuenta que tal acuerdo -que debería contar con aval legislativo- pondría bajo presión a una parte relevante de la industria brasilera; al tiempo que implicaría un quiebre rotundo en la política comercial externa del Mercosur. En un escenario de este tipo, es claro que la implementación de políticas de desarrollo productivo en la Argentina se vería seriamente comprometida", evaluó Juan Padín, investigador de la Universidad de Quilmes.
Eduardo Crespo, profesor de la Universidad Federal Fluminense (UFF), Brasil, consideró que “Brasil parece ir a los tumbos. Bolsonaro comenzó con un discurso muy pro-norteamericano e incluso anti China. Sin embargo, la realidad lo pasó por arriba, China sigue ganando mercados e incluso privatizaciones. Ahora, Guedes y Bolsonaro parecen desesperados en firmar un acuerdo de libre comercio con cualquiera, después de que Francia les diera un portazo por sus propias torpezas. Creo que hay que empezar a darse cuenta que en este contexto el Mercosur está en fuerte retroceso y habrá que repensar todo”.
En tanto, Aldo Lo Russo, empresario metalúrgico con actividad en ambos países, indicó que “Brasil tiene un comercio fluido y administrado en muchos productos. En algunos sectores casi el 30 por ciento viene de China de forma acordada, hay fábricas brasileñas que están instaladas en China y proveen a Brasil en el marco de este esquema mixto de regulación del comercio”.