El 14 de noviembre se conmemora en todo el mundo el Día Mundial de la Diabetes, establecido en 1991 por la Federación Internacional de Diabetes y la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el fin de concientizar acerca de las causas y el tratamiento de esta enfermedad en constante aumento. Según la OMS, en América 62 millones de personas sufren de diabetes tipo 2.
Existen dos tipos de diabetes, que pueden manifestarse a cualquier edad, aunque cada una es más frecuente en un determinado período. En la tipo 1, que suele aparecer en la infancia y la adolescencia, el cuerpo no produce insulina. En la tipo 2, la más común, que suele desarollarse más allá de los 40 años, el cuerpo no produce suficiente insulina o no la usa de manera adecuada. Sin suficiente insulina, la glucosa (azúcar) permanece en la sangre, sin que las células puedan usarla. Con el tiempo, el exceso de glucosa en la sangre puede causar problemas serios. Puede dañar los ojos, los riñones y los nervios. La diabetes también puede causar enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y gangrena, que puede obligar a la amputación del miembro afectado.
Las embarazadas también pueden desarrollar una forma particular de la enfermedad, la diabetes gestacional, un tipo de diabetes que aparece por primera vez en el embarazo y se debe a una hormona generada por la gestación que es similar a la insulina. Mujeres mayores de 35 años o con diagnóstico de insulinorresistencia previo al embarazo suelen tener mayor predisposición. La diabetes gestacional suele ser transitoria y su aparición en un embarazo no implica necesariamente que vaya a aparecer en todos los embarazos de esa mujer.
En esta enfermedad, los niveles de glucosa (azúcar) de la sangre están muy altos. La glucosa proviene de los alimentos, que se van rompiendo en componentes cada vez más pequeños hasta que el cuerpo puede asimilarlos. La insulina es una hormona que ayuda a que la glucosa entre en las células para suministrarles energía, funciona como una cerradura que "abre" las células. La diabetes aparece cuando el páncreas no produce insulina o el organismo no la utiliza con eficacia, generando niveles aumentados de azúcar en sangre (hiperglucemia). Sin la insulina, la glucosa no puede ingresar al organismo donde, tras ser transportada al interior de las células, se transforma en energía para el funcionamiento de los músculos y tejidos. Las células cerebrales y las del tejido nervioso son las únicas que no necesitan la intermediación de la insulina, que absorben la glucosa directamente.
Los síntomas y los factores de riesgo
Pueden variar según la cantidad de azúcar en aumento. Algunas personas, en especial aquellas con prediabetes (niveles de glucosa más altos de lo normal) o diabetes tipo 2, pueden no experimentar síntomas al principio. En la diabetes tipo 1, los síntomas tienden a aparecer rápidamente y ser más graves.
Estos son algunos de los signos y síntomas de los tipos de diabetes:
- Aumento de la sed
- Ganas frecuentes de orinar
- Hambre extrema.
- Pérdida de peso inexplicable
- Presencia de cetonas en la orina (las cetonas son un subproducto de la degradación muscular y de grasas que se produce cuando no hay insulina suficiente disponible).
- Fatiga
- Irritabilidad
- Visión borrosa
- Llagas de cicatrización lenta.
- Infecciones frecuentes, como infecciones en las encías, en la piel y en la vagina.
Entre los factores de riesgo se destacan:
* La obesidad y el sobrepeso
* El sedentarismo
* Consumo de alcohol, tabaco y otras drogas
* La predisposición genética
* La falta de tratamiento y de controles una vez que se diagnosticó la enfermedad.
Mujer y diabetes
En las mujeres, esta enfermedad es especialmente riesgosa. Según Javier Mauricio Farías (MN 105947), jefe de Servicio Endocrinología y Diabetes del Sanatorio Güemes, “si bien la incidencia de la diabetes es menor en las mujeres que en los hombres, es importante saber que las mujeres con diabetes tipo 2, especialmente aquellas con obesidad, tienen una mayor prevalencia de cáncer de mama y otras enfermedades oncológicas (como el cáncer colorrectal).”
“En las mujeres con diabetes tipo 2 se presentan otras enfermedades, como obesidad visceral, hipertensión arterial, síndrome de ovario poliquístico, artrosis, apneas del sueño y mayor incidencia de fracturas por presencia de neuropatía diabética. El riesgo es especialmente mayor durante la menopausia, porque ya sea por la pérdida del efecto protector de los estrógenos o por un efecto negativo de la menopausia, los datos publicados muestran que las mujeres en la menopausia tienen mayor mortalidad cardiovascular”, concluyó Farías.
María Cristina Faingold (MN 60197), directora de la Carrera de Médico Especialista en Endocrinología de la UBA, explicó: “Las mujeres con diabetes también suelen correr un riesgo más alto de tener un ataque al corazón, y a una edad más joven que las mujeres sin diabetes, por lo que la esperanza de vida es menor que en las mujeres que no tienen diabetes (8,2 años inferior), mientras que en los hombres es 7,6 años menor. Una de cada tres mujeres morirá a causa de enfermedad coronaria en comparación con una de cada nueve mujeres que muere por cáncer de mama”.
Fertilidad y diabetes
El doctor Fernando Neuspiller, director de IVI Buenos Aires, centro especializado en reproducción asistida, explica: “La diabetes en la mujer puede generar que el proceso de lograr un embarazo sea más complicado, debido a que los altos niveles de glucosa reducen la producción de las hormonas (estrógeno, progesterona y testosterona) indispensables para la fertilidad femenina. Además, los cambios hormonales pueden alterar los ciclos menstruales, generando amenorrea o menopausia precoz”.
El varón con diabetes mal controlada tiene posibilidades de sufrir daño testicular (que afecta la calidad y cantidad del esperma), tener trastornos de la eyaculación y disfunción eréctil.
En este sentido, Neuspiller detalló: “Si se siguen los cuidados correspondientes antes y durante la gestación, es posible que la diabetes no afecte las probabilidades de lograr el embarazo, de forma espontánea o través de un tratamiento de reproducción asistida, pues la tasa de éxito de los tratamientos de fertilidad en mujeres es la misma para todas, padezcan o no esta enfermedad”.
La medicación y el seguimiento médico, antes y durante el embarazo, son trascendentales para evitar cualquier problema. De esta manera, las mujeres con esta enfermedad pueden tener un embarazo a término de forma tan segura como cualquier otra.