En una época de improvisados a cargo de instituciones de ciencia y tecnología, algunas palabras “claves” puestas en sus bocas, infructuosamente no logran tener contenidos. Es pertinente reflexionar sobre los conceptos “Desarrollo Tecnológico” e “Innovación” desde una perspectiva sistémica.

Sin duda la palabra “innovación” ha ganado terreno, incluso ha creado una nueva categoría de personajes prestigiosos: “los innovadores”. Innovación es un concepto económico que en la década de 1930 se centró en los individuos, “los emprendedores”; más tarde en las empresas y sus laboratorios de I+D y finalmente sobre los sistemas científico-tecnológicos a escala nacional, incluidas las universidades.

El influyente Manual de Oslo sobre las Innovaciones (1997) es uno de los textos de ciencia, tecnología e innovación que buscan unificar parámetros e indicadores de gestión. En él se entiende por “innovación” a la concepción e implantación de cambios significativos en el producto, el proceso, el marketing o la organización de la empresa con el propósito de mejorar los resultados. Los cambios se realizan mediante la aplicación de nuevos conocimientos y tecnología que pueden ser desarrollados internamente, en colaboración externa o adquiridos mediante servicios de asesoramiento o por compra de tecnología.

El cambio significativo tiene que ser implantado. Es decir, adoptado por el mercado, usado por el Estado o por la sociedad. En esta definición no vale el invento, o solo la idea. El uso de la novedad es definitorio del concepto. Por otro lado, la innovación requiere la aplicación de nuevos conocimientos y tecnología. Un simple “maquillaje”, un cambio de factores conocidos en términos científico – tecnológicos, no es innovación.

Innovación

La necesidad de muchas empresas de posicionarse competitivamente las llevó a usar el concepto innovación como distinción, como una herramienta de comercialización. Aunque en ella no hubiera componentes tecnológicos, ni nuevos conocimientos, pero por influencia del marketing, a muchas cosas se las denomina innovación.

La función comercial de las empresas, y últimamente el uso que se hace en los organismos públicos generó una apropiación del término. Si la palabra impuesta es innovación, en el sentido que solo conserva el componente de novedad y uso, y se centra en la creatividad de un puñado de personas innovadoras que “leen” demandas y necesidades, que solo ven mercados atractivos, pierde su contenido tecnológico; se está dejando atrás el complejo proceso del Método Tecnológico. Allí, se desvanece el trabajo de los científicos y de los tecnólogos.

Si esto último ocurre en el ámbito de una conducción política de un organismo científico-tecnológico, se corre el peligro de llevar la institución al terreno del confinamiento social de ser un organismo que no cumple su función esencial. Otro riesgo que trae aparejada esta simplificación del concepto “innovación”, es limitar a la innovación como un mero proceso creativo. La creatividad como un don, o como una habilidad aprendida. Un resumen binario entre idea-problema y solución original.

La innovación tecnológica no es un proceso lineal, como la mayoría de las personas creen que es cuando se describe alguna invención relevante. Se trata de un proceso altamente iterativo y las iteraciones no consisten solamente de tratar la misma tarea una y otra vez. Las iteraciones suelen incluir “malabares” y reconsiderar muchos factores técnicos y de negocios, con una vista siempre cambiante de cómo se puede implementar la idea, y en los mercados que puedan estar interesados. Poco a poco se llega a un nuevo producto y un nuevo negocio que podría ser bastante diferente de lo que se imaginó primero. Esto requiere de mucho dinero que no siempre el sector empresarial está dispuesto a invertir por aversión al riesgo. Es el “gap”, un agujero financiero del desarrollo tecnológico; en parte por ello, en estas latitudes, los dispositivos financieros del Estado son importantes en esta etapa.

Método Tecnológico

La innovación tecnológica toma entidad, se visualiza y materializa, a través del Método Tecnológico y sus herramientas. El Método Tecnológico permite concebir una solución a un problema, aunque no se sepa a primera instancia cómo se lo resolverá. Pero asegura que se utilizarán conocimientos de base científica para resolverlo. Luego, se realizarán diversas estrategias para lograr el artefacto o solución. Estos resultados, suelen estar en una etapa previa a la industrialización. Son los desarrollos tecnológicos, los antecedentes técnicos de la innovación.

Estas habilidades son absolutamente diferenciales para un organismo dedicado a la tecnología. Sin ellas, no se produce tecnología. Son el núcleo duro de su naturaleza institucional. Empresas tecnológicas, universidades o consultoras, pueden llegar a dominar y usar algunas de estas herramientas. Pero en Argentina, son pocas las instituciones que las dominan en totalidad, y además posean los activos tecnológicos para utilizarlas. La CNEA, la CONAE, el Y-Tec, son algunas de ellas. Pero fundamentalmente los institutos tecnológicos nacionales, como por ejemplo, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) están altamente calificados para hacerlo.

Más arriba se ha afirmado que la innovación tecnológica no es un proceso lineal, más bien se trata de un proceso altamente iterativo. Ahora, se debe tener en claro de qué modo la ciencia, la tecnología y el desarrollo se articulan y entrelazan en un devenir complejo e interactivo. Diversos especialistas y autores han explicado la dinámica de ese proceso.

Para explicar brevemente esa dinámica, primero hay que desestimar a la tradicional cadena lineal (ciencia-ciencia aplicada-tecnología) planteada por Vannevar Bush. Ella nos alcanza para explicar y entender las múltiples relaciones actuales entre la ciencia y la tecnología. Sin embargo, la confusa adaptación de sus conclusiones llevó a una gran cantidad de países en vías de desarrollo a organizar sus organismos estatales de ciencia y tecnología de acuerdo a ese modelo lineal.

El Triángulo de Sábato

Luego vendría las críticas y superaciones a ese modelo. En 1968, los argentinos Sábato y Botana expusieron, hace tiempo, un modelo para el desarrollo nacional, lo que luego sería llamado el “Triángulo de Sábato”. En ese modelo la ciencia y la tecnología se insertan en la trama misma del desarrollo. Demuestran que el proceso político de ciencia, tecnología y desarrollo constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada de gobierno, estructura productiva e infraestructura científico-tecnológica. Más recientemente, Stokes propuso el esquema para representar los motores de las diferentes actividades científico-tecnológicas, donde la ciencia no siempre empuja el desarrollo: la realidad es más compleja que el modelo de Bush. 

En 2011, Fitzgerald, Wankerl y Schramm, también analizaron, describieron y criticaron la creencia generalizada de una linealidad en el proceso de desarrollo tecnológico. Propusieron que el proceso de desarrollo tecnológico e innovación es una intensa interacción entre mercado, tecnología e implementaciones. Las recientes Normas de Gestión de la Innovación, IRAM e ISO, también muestran cierta interacción entre diversas partes, para lograr esa novedad tecnológica.

Analicemos un caso concreto: el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). ¿Es un centro de innovación o un centro de desarrollo tecnológico?

La Ley 17.183/1957, creó el INTI para que haga investigación industrial técnico científica orientada a las necesidades reales de nuestra industria nacional, pues su finalidad es la asistencia tecnológica a la industria. Desde aquel entonces, mucha experiencia se acumulado en el Instituto y en el ámbito internacional. Se han desarrollado modelos teóricos y prácticos de cómo organizar la ciencia y la tecnología. De esta manera es posible hacer una reflexión, de cara a la próxima década, que funcionamiento intrínseco deberá tener el INTI, y de qué manera deberá interactuar con su contexto.

El desarrollo tecnológico es la historia olvidada, y a veces oculta, de la innovación. Porque el proceso iterativo es tedioso, tiene incluso fracasos parciales o totales. En cambio, la innovación es glamorosa. Es el éxito de los exitosos. Pero la realidad es que ningún inicio empresario, ningún producto nuevo tiene su punto de partida sin haber tenido en su haber antecedentes previos a esa fecha más allá del “nacimiento”. El emprendedor, esa idea de un protagonista individual, es la de un héroe solitario que no le debe nada al pasado.

Soberanía

Un instituto de tecnología industrial de un país en vías de desarrollo, tiene que producir soberanía tecnológica, y transferir sus logros al entramado productivo nacional. La transferencia tecnológica implica adopción y uso, en definitiva, lograr la innovación.

La anterior afirmación, implica entonces una dimensión intrínseca, y una condición de contorno e interacción con el contexto para el INTI. La dimensión intrínseca, define el proceso de desarrollo tecnológico y sus herramientas; y la condición de contorno e interacción con el contexto, define los mecanismos de vinculación y transferencia tecnológica, es decir, la garantía de que se dé el uso y apropiación de lo desarrollado. La ultra simplificación de la innovación como la capacidad creativa, la sobrevaloración de los emprendedores, la liviandad de pensar que todo nace desde una idea genial, son un cúmulo de conceptos irritantes confrontados a la complejidad de la idea de un modelo de país desarrollado industrialmente por la vía tecnológica.

Para resolver definitivamente la pregunta: ¿Es el INTI un Centro de Innovación o Centro de Desarrollo Tecnológico? Primero, tenemos que afirmar que aquí no se ha minimizado los conceptos de innovación, creatividad, y emprendedorismo. No, claramente no. Se los ha estado contextualizando, y encontrándoles su justa medida y oportunidad, en el universo de la ciencia, la tecnología y el desarrollo que es amplio y complejo.

El INTI, si no desarrolla tecnología, se aleja de su razón constitutiva, se aleja de las expectativas de la industria nacional. El desarrollo tecnológico es su núcleo duro. Sin embargo, es imprescindible que se vincule y transfiera tecnología. Pero esto último también es claramente responsabilidad compartida, sobre todo con la industria nacional.

 

El INTI, por sus procesos intrínsecos propios, es un centro de desarrollo tecnológico, que en la medida que se vincule y transfiera tecnología, cumple con la definición del Manual de Oslo sobre Innovación. De esa manera, puede ser llamado, porque es parte de un sistema, también centro de innovación. Esto contiene a la creatividad, y a los innovadores, como parte. Solo eso, como parte.

* Licenciado en Organización Industrial (UTN) y Especialista en Gestión de la Tecnología y la Innovación (Untref). Autor de Autonomía Tecnológica (2013. Ciccus) y Tozuda industria nacional (2018. Ciccus-Lenguaje Claro).