Desde Río de Janeiro
Faltaba poco para las seis de la tarde de este miércoles en Brasilia cuando un grupo de entre 15 y 20 personas abandonó, por la puerta de atrás, la embajada de Venezuela, que habían invadido a las cinco de la mañana.
Los invasores son seguidores del autonombrado "presidente en ejercicio" de Venezuela Juan Guaidó, que hace algunos meses fracasó rotundamente en su intento de deponer, por la vía de un golpe, al presidente Nicolás Maduro.
En febrero, Guaidó, cuyo cargo de "presidente en ejercicio" había sido reconocido por el ultraderechista Jair Bolsonaro tan pronto asumió la presidencia, nombró como ‘embajadora’ de su supuesto gobierno a una diplomática venezolana apartada de la cancillería, María Tereza Belandria.
La referida señora también fue reconocida como ‘embajadora’ del inexistente gobierno de Guaidó por Bolsonaro y su ministerio de Relaciones Exteriores. Ella, a su vez, nombró a Tomás Silva, igualmente alejado de la carrera, para el cargo de ‘ministro consejero’ de la inexistente embajada.
En otra de las contradicciones que caracterizan su gobierno, Bolsonaro dijo en aquella ocasión que los otros diplomáticos venezolanos, o sea, los oficiales, nombrados por Nicolás Maduro, no serían expulsados de Brasil.
De esa forma, al menos para el ultraderechista brasileño es como si existiesen dos embajadas: una real, la invadida; y otra, imaginaria.
Por la mañana, cuando se supo de la invasión María Tereza Belandria afirmó que en realidad el grupo encabezado por Tomás Silva había atendido a un llamado de los funcionarios de la embajada, decididos a sumarse al ‘gobierno’ de Guaidó. Negó que hubiesen invadido la representación, asegurando que los funcionarios les habían dado la llave de la puerta.
Que los invasores hayan salido a toda prisa por los fondos echa tal afirmación por tierra.
También por la mañana ocurrieron, delante de la embajada, algunos incidentes entre simpatizantes de Guaidó y del gobierno de Nicolás Maduro, pero la intervención de la policía encargada de dar protección a representaciones diplomáticas en la capital brasileña intervino y todo terminó sin mayores consecuencias.
Consecuencias graves, sin embargo, estuvieron a punto de explotar a partir de la complaciente reacción inicial del gobierno de Bolsonaro y de la actitud tomada por uno de sus hijos, el diputado nacional Eduardo.
Cuando supo de la invasión, el hijo presidencial corrió para prestar en las redes sociales su total respaldo al acto. Y lo justificó: si el gobierno de su padre había reconocido oficialmente tanto al gobierno inexistente de Juan Guaidó como a su ‘embajadora’ en Brasil, nada más natural que hubiese una corrección de rumbo y se entregara la representación venezolana al grupo.
Presionado por los militares que integran su gobierno y frente a la desesperación que cundió entre veteranos integrantes del cuadro del ministerio de Relaciones Exteriores, poco después de las diez de la mañana, cuando la invasión ya cumplía cinco horas, el Palacio do Planalto finalmente se manifestó, desautorizando indirectamente la reacción de Eduardo Bolsonaro al rechazar cualquier vinculación con el grave acto y condenarlo, aunque con palabras medidas y cautas.
Una nota oficial del Gabinete de Seguridad Institucional negó con vehemencia cualquier participación en el acto cometido por seguidores de Guaidó. Al rato, y por las redes sociales, el mismo Bolsonaro repitió el texto del comunicado oficial, pero con un cambio explícito: omitió el nombre del autoproclamado presidente Guaidó.
La razón del cambio es fácilmente entendible: de admitir que los invasores eran lo que eran, o sea, seguidores de Guaidó, una vez que su gobierno reconoció oficialmente al ‘presidente en ejercicio’, Brasil estaría admitiendo su vinculación a un acto que viola todas las convenciones internacionales y las reglas más básicas de las relaciones externas de un país.
No por coincidencia, los graves incidentes ocurridos en la embajada de Venezuela coincidieron con la apertura de la cumbre de los Brics (el bloque integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), cuyos mandatarios están presentes en Brasilia.
Dos de ellos, a propósito, conforman la principal y más abierta fuente de respaldo al gobierno de Nicolás Maduro: Vladimir Putin, de Rusia, y Xi Jinping, de China.
La noticia de la invasión causó cierta tensión entre los integrantes de las respectivas comitivas reunidas, pero no provocó mayores preocupaciones de parte de los mandatarios: al fin y al cabo, no hubo respaldo del gobierno de Bolsonaro.
Y además, la atmósfera ya estaba bastante cargada por la insistencia brasileña de incluir en la declaración final, que será negociada este jueves, temas y posiciones defendidos por los Estados Unidos pero que encuentran fuerte resistencia entre los demás integrantes del BRICS.
El alineamiento total y automático del gobierno Bolsonaro a Donald Trump, a propósito, ocupará papel central en las negociaciones que se llevan a cabo en Brasilia. Esa es la principal preocupación en la cumbre del Brics.