“Evo Morales es el primer presidente boliviano que se parece a los bolivianos”, Alberto Fernández.
La derecha clasista y racista lideró el golpe contra Evo Morales. El intenso odio de ese colectivo social viene desde muy lejos en la historia. El sojuzgamiento de los pueblos originarios fue considerado un “orden natural” hasta la revolución de 1952.
El 9 de abril de ese año, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) lideró una insurrección popular contra el orden oligárquico. Tras tres días de combates, las milicias mineras armadas (con apoyo de algunos militares nacionalistas) derrotaron al Ejército regular. Hernán Siles Zuazo quedó a cargo del gobierno hasta el retorno del exiliado líder del MNR (Víctor Paz Estenssoro).
El primer gobierno de Paz Estenssoro (1952-1956) transformó la sociedad boliviana en muchos planos: sanción del sufragio universal, reforma agraria, impulso a la organización sindical, estatización de las minas de estaño, participación obrera en el manejo de la nueva empresa pública de explotación minera.
El gobierno revolucionario liberó a los pueblos originarios de su estado de semiesclavitud. El MNR impulsó la igualación política-cultural de la sociedad boliviana, rescatando la riqueza del mestizaje en contraposición con el discurso elitista que proclamaba la superioridad de la “raza blanca”.
Más allá de eso, la cultura oligárquica conservó su influencia en la sociedad boliviana. En la década del setenta, las elites reinstalaron con fuerza la cuestión étnica (color de piel, idioma) “como uno más de los mecanismos de selección para la movilidad social, renovando la vieja lógica colonial de enclave y desclasamiento social, que se consideraban, junto a las redes sociales y a la capacidad económica, los principales medios de ascenso y descenso social”, explicaba el depuesto vicepresidente Alvaro García Linera en el artículo "Indianismo y Marxismo".
Los pueblos originarios, a pesar de su superioridad demográfica, recién se convirtieron en mayoría política con el arrasador triunfo de Evo Morales en 2005.
En "La construccion del Estado", Alvaro García Linera comentaba que “las polleras, la whipala, que había estado marginada, escondida, muchas veces sancionada, perseguida, castigada durante décadas y siglos, asumía y llegaba donde debiera haber estado siempre: el Palacio de Gobierno”.
El impulso de Evo Morales al proceso de descolonización cultural incluyó desde el reconocimiento oficial de las diferentes lenguas indígenas hasta la consagración constitucional del carácter plurinacional de un país donde conviven 36 pueblos originarios.
Esos avances en el plano simbólico fueron acompañados con logros económicos. El norte de la gestión fue la construcción de una sociedad más inclusiva a partir de un reparto más equitativo de la renta gasífera. El renovado activismo estatal se plasmó en la nacionalización de los recursos naturales, planes de alfabetización escolar, transferencias a sectores postergados (Renta Dignidad, Juancito Pinto, Bono Juana Azurduy), cobertura medicinal en las zonas rurales y fuerte aumento del salario mínimo.
En 2005, la pobreza afectaba al 62 por ciento de la población. La extrema pobreza (personas con un ingreso diario inferior a un dólar) era del 38 por ciento. En las zonas rurales, ese ratio se elevaba al 63 por ciento.
El Panorama Social de América latina 2018 de la Cepal destacó que, en el período 2005-2018, Bolivia fue el país que más redujo la pobreza extrema (-23 puntos porcentuales). El organismo también señaló que fue segundo en reducción de pobreza moderada (-26 puntos porcentuales). A su vez, la disminución de la desigualdad fue muy pronunciada. El 10 por ciento más rico de la población tenía 128 veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre en 2005. Esa relación se redujo a sólo 26 veces en 2018.
En un mensaje grabado al Grupo de Puebla, Lula sostuvo que “la elite latinoamericana es muy conservadora y no acepta el ascenso de los pobres”. Allí está una de las claves del golpe de Estado contra Evo.
@diegorubinzal