De las laburantas y técnicas del medio audiovisual y cinematográfico, difícilmente pueda encontrarse a otra tan popular como la chofera Daniela Vix. Es figura donde pise; es estrella detrás de cámaras y entre quienes sostienen a su vez al star system de actrices y actores, cantantes y famosos que habitan los sets de videoclips, miniseries o largometrajes. Su casa rodante adaptada para filmaciones, en la que vestuaristas conviven con maquilladores y peinadores en la ardua y compartida tarea del montaje ajeno permanente, ha sido hogar fugaz de tanta gente famosa que dar sus nombres parecería un ejercicio más propio de una red social. Daniela arrastra un millaje para la envidia, tan increíble que es preferible escucharla hablar antes que cualquier otra cosa.
¿Cómo fue tu transición en este medio, que a pesar de parecer bastante progre puede ser muy hostil?
–Hace años con Andy estábamos sin trabajo, a tal punto que vivíamos de la prostitución. Yo provengo de un mundo totalmente heterosexual, antes yo no me travestía y no me tocaba la cola nadie. Se dio que ella heredó un departamento al que fuimos a vivir, pero nos encontramos haciendo trabajos muy inestables. Yo siempre había tenido la fantasía, o más que fantasía, la ilusión, de vivir en una casa rodante. Cuando digo “siempre” quiero decir “cuando era chiquito”, y lo digo en masculino porque yo me empecé a travestir a los treinta y ocho años, ahora tengo cuarenta y ocho. Le propuse que vendiera el departamento y comprara una casa rodante, porque con mis conocimientos de ingeniería mecánica íbamos a poder viajar por el país, siempre pensando que en algún lugar íbamos a encontrar trabajo. Yo ya en ese momento me travestía, no permanentemente sino al estilo crossdresser, y no lo hacía todo el tiempo porque tenía necesidad de conseguir laburo y tenía miedo de que travestirme me limitara. El dueño de la motorhome que conseguimos nos dijo que no podía vendérnosla en el momento porque la tenía comprometida para trabajar en la versión italiana de “Sin tetas no hay paraíso”, que fue un fracaso. Era una señal. Estábamos sin trabajo, comprando un vehículo que ya “venía con trabajo”. Así fue. Y como no conocíamos el funcionamiento del medio, decidimos presentarnos como matrimonio, algo que nunca fuimos. Era para cuidar nuestra imagen: yo no quería decir que era travesti ni Andy que era lesbiana.
Y el paso al montaje público, ¿cómo fue?
–Un día llegué a la conclusión de que podíamos potenciar este proyecto cuando dije: ¿por qué estoy ocultando que me travisto si acá, en el medio cinematográfico, son todos putos y lesbianas? Pensé: si yo soy como soy, o la vamos a pegar o nos vamos a arruinar, una de dos. Así fue que tomé la decisión de ir a trabajar travestido, con total naturalidad, porque yo lo hacía naturalmente. La sorpresa fue que mucha gente me volvió a encontrar pero yo, que antes era un nene, ahora estaba travestida. Enseguida empecé a vivir así de día y de noche y eso me dio una popularidad muy grande, incluso entre gente que no me conocía, porque no existía una travesti chofer. Además, si hay que cambiar una rueda, la cambio. Y todo eso me popularizó, al punto de encontrarme con gente que me quería conocer porque había escuchado mi historia. Terminó siendo una satisfacción doble, porque pude empezar a vivir como travesti y a la vez me sirvió para prosperar.
ENTRAR AL CLOSET (Y SALIR DE NUEVO)
¿Cómo fue que hace poco tiempo estuviste trabajando otra vez con tu identidad anterior?
–El asunto fue que mandaron fondos desde el Vaticano para una película que se llama “Más allá del sol” y contrataron nuestros servicios, pero cuando llegó la hora de viajar a filmar a la Patagonia la gente de la producción argentina me llamó y me dijo que tenían que pedirme algo pero no sabían cómo decírmelo. La directora les ponía como cláusulas que no hubiera nada de mariconadas ni de putos y nada de falopa, o sea, lo cotidiano en nuestro rubro. Y me pidieron si podía ir vestido de nene. Yo soy una persona muy práctica. Tengo claro que primero necesito lograr un sustento, y después me adapto. Entonces inventé la historia de que por un tiempo la motorhome la iba a manejar mi primo, Daniel, que es la historia que mucha gente vio en Facebook.
¿Qué te pasó cuando volviste a pisar un set de filmación como Daniel?
–Estaba triste. Ésa es la palabra: triste. Me generaba la tristeza de no poder ser lo que uno quiere ser. Además empecé a notar que si iba a un lugar en donde la gente no me conocía, me volvían a tratar como hombre, que era la razón por la que yo dejé de ser hombre. No es el mismo trato, por ejemplo, si yo dejo mal estacionado el vehículo vestido de hombre que travestida. Imaginate lo que pasa en los pueblos cuando caigo en una gomería, travestida así como me ves ahora, manejando una motorhome. Ya por curiosidad me atienden primero a mí.
Esta motorhome se llama Yo-El y mucha gente te conoce así. Me gustaría saber cómo preferís que te llamen.
–Ese apodo nos lo puso un compañero de trabajo por una publicidad y es verdad que ahora ya es como mi apellido, ahora soy Daniela Vix Yo-El, encima tengo apellido compuesto, soy de la alta sociedad. Entiendo que sea un problema para otras personas no saber cómo dirigirse a mí… pero ese no es un problema mío. No tengo conflictos de identidad, yo soy travesti, no me siento ni mujer ni hombre: me siento travesti. Necesito tener mi parte masculina por el trabajo que hago, necesito ser eficiente en mi trabajo y por lo tanto necesito tener marcada mi parte masculina. Y se nota.
De este guión que habita, los años de la Daniela Vix joven fueron de tanto ajetreo que deberían resolverse editados con la agilidad de un videoclip de pop coreano. Se puso de novia a los quince, se casó más tarde y fue padre a los veinte; su esposa lo abandonó por un contador millonario y debió criar él solo a su hijo; comenzó experimentar nuevos saberes del cuerpo hasta que, según sus palabras, “me cansé de las mujeres”. Y pensé: ahora o soy puto o soy travesti.
¿Fue ese el primer paso hacia animarte a ser crossdresser?
–Pasé por la etapa crossdresser antes de ser travesti, y me sirvió mucho haber frecuentado boliches swinger, que fueron un lugar ideal para comenzar. Fijate cómo terminaron las cosas que hoy en día estoy de novia con un contador muy importante. Emulé a mi ex mujer, hay un tema psicológico muy fuerte en todo esto. Así que todo nació por envidia a la mujer.
¿Sigue existiendo en vos esa envidia?
–Te lo voy a explicar así. Mi primer orgasmo mental fue cuando me abrieron la puerta de un coche para que yo suba, como si fuera una dama. Ahí me cambió la cabeza. Empecé a ver que producía en los hombres algo impactante y pasé a ser algo distinto a una mujer, porque el acto sexual, para mí, empezaba en algo previo al acto en sí. Nunca mis relaciones son espontáneas, tiene que haber una amistad o una conquista previas.
¿Tenés vínculo con tu hijo?
–Tengo, pero no es bueno. A él no le gusta que yo sea como soy. Yo le di todo, yo lo crié, pero tengo una sola vida para vivir y él ya armó su familia, tiene veintiocho años. Éste es un problema que tienen todas las personas que salen de la normalidad: pensar en el qué dirá su familia. A mí me importa tres carajos lo que diga mi hijo en este momento, lo que me queda por vivir es para mí. Y punto. Más aún sabiendo que el resto de mi familia tiene las cosas resueltas.
AMIGAS Y HERMANAS
¿Cómo ves que cambió la industria del cine en relación a las mujeres que trabajan en el medio?
-Yo ahora veo chicas haciendo cámara, tirando cables, cosas que antes no eran comunes. Tampoco es tan común verlas hoy, pero hay más. Y tampoco es común ver una travesti manejando una motorhome… pero acá estoy. Antes era algo imposible. A la mujer hoy veo que se la trata de igual, en nuestro medio al menos. Hay que dividir, igual, al área de producción de las cosas del área logística, que es mucho más machista y es el mundo en el que yo me manejo. Yo sé que gran parte del respeto que me tienen es por mi contextura física, y porque cuando me han prepoteado, he respondido. Es el mundo de la fuerza.
El estribillo de “Friends will be friends”, de Queen, irrumpe en medio de la charla, puro Mercury y guitarra. En la cocina de la casa rodante Andy, su compañera de vida desde tiempos imposibles de rastrear, va terminando de calentar un almuerzo preparado a propósito de la entrevista. Cuando se le pregunta a Daniela por el origen de la amistad que las une, se deshilachan todas esas palabras que usualmente se le agolpan, las mismas que dan letra a esta película a la espera ser filmada.
¿Desde cuándo son amigos con Andy?
–Desde siempre, desde chicos.
No necesitamos conocer más: su relación es probablemente lo más íntimo que elijan conservar.
–Los chongos en las filmaciones la vuelven loca. Sacan turno para tratar de garchársela. Como ven que está conmigo, no entienden. Ella es muy compañera, en seguida se sienta con todo el equipo, charla, ceba mate…. Y los chabones, como saben que vive conmigo, se la quieren garchar.
Interviene Andy, que ya dispuso en un plato el queso mantecoso que acaba de cortar en tiras: “Se tiran el lance, porque como siempre está el chiste de que somos “la parejita”, y como con Dani dormimos juntas acá en el motorhome, se potencia el morbo de ellos. Yo no soy provocativa para nada, pero como soy dulce, me malinterpretan. Me invitan a tomar un café después de filmar, me piden el teléfono”.
NAFTA SUPER
El pragmatismo que empuja el decidir y el accionar de Daniela es eco fiel del coraje con el que más de una vez tuvo que encarar a indeseables y violentos. Dice no temerle a nadie, y hay que creerle porque desde hace años su hábitat es el de las rutas y calles recorridas entre sets de filmación, bajo horarios delirantes y en jornadas de trabajo eternas como déjà vu.
¿Cómo reaccionaste cuando alguna vez, en el ámbito laboral, se te agredió o se te juzgó por ser travesti?
–Yo contribuí para que en los últimos años se produzcan cambios en este medio, aunque parezca mentira, porque yo fui una persona muy amenazada. Te lo digo como ultrakirchnerista que soy: son cambios que se produjeron en estos últimos tiempos. ¿Sabés cuál era mi actitud cuando alguien tenía un problema? Los iba a buscar y los cagaba a trompadas. Así como estoy. Me han encarado con armas y todo, pero entonces decían: “Pará, éste es puto pero no es maricón”. He contribuido a esa resistencia, a que nos respeten. No toques mi trabajo, competí lealmente, y no me vengas con lío o mafia porque soy una persona que no tiene miedo. Si escucho decir que andan hablando mal de mí, o de alguien que yo quiero, voy y los enfrento vestido de mujer pero con voz de hombre, porque esa parte no la perdí. Es más: te puedo asegurar que ser travesti me dio más fortaleza en esas cosas de conflicto. Por eso te digo que yo contribuí a que cambien las cosas en nuestro rubro, ya no se nos trata tan despectivamente como antes. Que me travista y que pueda ser femenina no quiere decir que sea débil o que tenga miedo. Yo enfrento cualquier circunstancia. Si yo me hubiese escondido, no estaríamos hablando acá.