Si algo pinta de pies a cabeza a la cultura camp, esa sensibilidad altamente gay, es la irrupción del glamour en los contextos más desubicados: como en una comedia inintencional, donde el estilo eclipsa a la catástrofe, para generar un juego de contrastes irónicos, filosos, ridículos. Una frase hecha que podría estampar el gusto camp por el desencuadre glam es: “Antes muerta que sencilla”, repetida como contraseña del refinamiento hasta al final. Si se sigue esta línea, es fácil comprender por qué Jackie Kennedy se convirtió en un potente ícono gay desde inicios de los 60, cuando pisó la Casa Blanca para redecorarla en el contexto de la presidencia de su marido. Si hay un acierto que tiene la película Jackie de Pablo Larrain, que fue nominada a tres Oscars aunque perdió en todas las categorías, es haber incluido el programa televisivo de 1962 donde Jackie Kennedy paseaba por la Casa Blanca mostrando todo su talento decorativo, toda la dimensión estilística refinada que adquirió el edificio gubernamental gracias a su gestión. En un juego donde el gusto por el artificio alcanza altos niveles, ese programa en blanco y negro se colorea en la película, revelando el traje rojo pasión que usaba Jackie en ese momento, una prueba de la moda sencilla y saturada, al mismo tiempo, que la caracterizaba. 

Sangre rosa

Pero si hablamos de vestuario, la más extrema forma del camp se cristalizó para siempre en el traje Chanel rosa con su correspondiente sombrero “pill-box” haciendo juego, que usaba Jackie cuando a su marido lo acribillaron en la limusina presidencial mientras recorría las calles de Dallas. El traje rosa regado de sangre es tal vez el colmo del perfecto estilo irónico: la tragedia salpicada con glam. Ese vestido también está en primer plano en la película de Larraín, aunque cincuenta años antes John Waters ya lo había puesto en el podio camp que se merecía en un mediometraje llamado Eat Your Makeup, filmado en 1967, pero que poca gente conoce y menos gente puedo ver, porque aún sigue siendo una de las obras inéditas del cineasta de Baltimore, que rara vez se exhibe públicamente. Una de sus últimas y excepcionales proyecciones fue en 2014, en el contexto de la primera retrospectiva completa dedicada a John Waters en Nueva York. Eat Your Makeup tiene uno de los argumentos más camp de la historia del cine: una drag queen y su marido secuestran a modelos y arman una pasarela en un bosque para que las jóvenes desfilen hasta morir. En esta comedia negra y trash que cruza moda y muerte, Divine interpretaba su primer papel contundente a los 21 años, encarnando a una joven cómplice de la drag queen que secuestra modelos. Antes de ser la diva definitiva del cine de shock, Divine es aprendiz soñadora, que lee una biografía de Jackie Kennedy mientras se involucra en ese mundo de criminales de los márgenes. Y en una secuencia extraordinaria, Divine sueña con ser Jackie Kennedy, y Waters reconstruye el asesinato de JFK desde el punto de vista de ella, adelantando la perspectiva femenina que medio siglo después sería la originalidad de la película de Larrain. Como no circulaba masivamente la famosa película amateur de Abraham Zapruder que registra el momento que una bala atraviesa a John Fitzgerald Kennedy, Waters hizo una reconstrucción del asesinato gracias a las fotografías que había publicado la revista People. No parece un detalle menor que Zapruder fuese un fabricante de ropa femenina. Aunque la película de Waters es en blanco y negro, Divine usa el traje rosa y su sombrero pillbox correspondiente e imita los gestos y movimientos de desesperación de la primera dama en ese momento. Jackie como drag queen por quien sería la máxima trasgresión de la cultura drag. El homenaje supremo que el camp podía rendirle a Jackie.

Y ahora, extrañamente, el círculo se cerró con la película de Larraín, que es solamente un dilatado y fetichista show de drama queen gracias a Natalie Portman. Porque como el lugar donde Kennedy fue asesinado cerca de Dealey Plaza en Dallas, hoy es un lugar turístico y cambió mucho desde 1963, la película no pudo filmarse allí y encontraron un lugar similar en Baltimore, Maryland, la ciudad de John Waters y Divine. Sin planificarlo, la película Jackie se convierte así más en un homenaje a la historia del camp que hizo de la entonces primera dama en un modelo del glam corrosivo.