El cepo que aplicó el gobierno de Mauricio Macri permitió en las últimas semanas una leve estabilización del tipo de cambio. Esta calma se mantiene con un tope inédito para la compra de dólares de 200 por mes y una economía en recesión, que congela temporalmente la demanda de divisas para importaciones. El gobierno de Alberto Fernández deberá elegir a partir del 10 diciembre el mecanismo para administrar la restricción externa, un problema estructural de la Argentina que el macrismo profundizó con su liberalización de la cuenta capital y la desregulación del mercado financiero. “Una alternativa al actual sistema de controles de cambio es el llamado desdoblamiento cambiario”, propone un documento del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Abdala. Se trata de una opción de corto y mediano plazo que permita transitar hasta el objetivo ideal de una economía desdolarizada.
Fracasadas todas las recetas neoliberales que los CEOs de Cambiemos aplicaron en los cuatro años de gestión, el gobierno decidió tras la derrota electoral poner en pausa la economía. Este congelamiento hasta fin de año, que se extiende a otros órdenes económicos, redujo la tensión que genera la fuga de capitales. Sólo en agosto, previo a las PASO, la salida de capitales del sector privado se ubicó en 5909 millones de dólares, la cifra más elevada desde el comienzo de la serie estadística en 2003. Pero la extensión en el tiempo del corsé cambiario sin medidas de fondo sólo dilatará la posibilidad de una recuperación de la economía. Encender el motor de la economía, como propuso Fernández en campaña, requerirá tomar decisiones que impliquen un quiebre respecto de lo hecho hasta el momento.
Tras cuatro años de un neoliberalismo de “segunda marca” que ofreció el macrismo, parece haber consenso entre los economistas de que los actuales controles llegaron para quedarse por un buen tiempo. “¿Qué forma tomarán estas restricciones? Y en particular, ¿deben mantenerse las restricciones a la compraventa de dólares como hasta ahora o debería mejorarse el esquema vigente?”, es el interrogante que plantea en su informe el ITE de la Fundación Abdala.
Qué es el desdoblamiento cambiario
La alternativa del desdoblamiento -o tipos de cambio diferenciados- implica, en vez de restringir la posibilidad de que se realicen ciertas operaciones, como la compraventa de activos externos por motivos financieros, definir un precio diferenciado para cada tipo de transacción. “Como mínimo, un desdoblamiento debe incorporar un tipo de cambio comercial y otro financiero, siendo el segundo más alto que el primero”, explica el documento del ITE. “La idea de este esquema es desincentivar vía precio la demanda neta de activos externos y, al mismo tiempo, contener los efectos inflacionarios que una devaluación del tipo de cambio comercial podría ocasionar”, agrega la entidad.
En el país, los antecedentes de desdoblamiento cambiario se remontan a la década del 50, cuando había una cotización del dólar para transferencias financieras y dos para comercio exterior (exportaciones e importaciones). El último caso fue enero de 1989, año de la hiperinflación, cuando había un esquema desdoblado que estipulaba un dólar comercial de 13,49 australes y uno financiero de 16,7 australes, con una brecha que se ubicó entonces en el 22 por ciento. La diferencia actual entre el tipo de cambio oficial y el blue (uno de los precios paralelos) se ubica en torno al 6 por ciento. Si se lo compara con el contado con liquidación, esquema de dolarización utilizado por grandes inversores, se amplía al 20 por ciento.
La posibilidad de volver a aplicar este mecanismo “dependerá de los efectos que se atribuyan a la brecha cambiaria, es decir, a la diferencia entre los distintos tipos de cambio que existen en una economía que tiene controles de cambio o bien desdoblamiento cambiario”. No es lo mismo una brecha entre el paralelo y el oficial del 10 por ciento que una superior al 50 por ciento. En ciertas circunstancias, el tipo de cambio paralelo puede convertirse en una referencia para el tipo de cambio oficial. El ex ministro de Economía Alfonso Prat-Gay había dado por hecho que la economía se regía ya por el tipo de cambio informal al eliminar el cepo sin tomar medidas regulatorias, algo que el kirchnerismo aseguraba que no era así. El resultado de la devaluación del dólar oficial fue un salto inflacionario. Cuanto mayor sea la diferencia entre el precio paralelo y la cotización oficial mayor podría ser la devaluación esperada para este último.
Mientras que el cepo tiene la ventaja de cortar rápida y efectivamente la demanda de activos y blindar temporalmente las reservas, el desdoblamiento formal requiere intervención del Banco Central pero permite administrar mejor la brecha cambiaria. Sin embargo, contar con tipos de cambios diferenciados es una estrategia que conlleva necesariamente costos en términos de reservas (por intervención oficial). Las reservas actualmente son insuficientes para afrontar este tipo de compromisos, teniendo en cuenta que en el corto plazo el cronograma de vencimientos de deuda externa exceden el stock disponible de liquidez en las arcas del BC.
El desdoblamiento es administrativamente más complicado de instrumentar que el control de cambios, ya que requiere definir distintos ámbitos de negociación para el dólar, o bien implementar algún tipo de impuesto para transacciones puntuales. El limitante es la espada de Damocles que implica el acuerdo con el Fondo Monetario, quien debería dar su aval para este tipo de mecanismos, otra cuestión que el próximo gobierno deberá también solucionar.