Tras una larga vida entre el rock y la música clásica, Gustavo Gregorio pensó en juntar ambos mundos. Ardua fue la tarea, hasta que dio con un disco de nombre afín (Rock argentino en estado sinfónico, 2016), y ardua siguió siendo hasta el presente cuando, luego de varias vicisitudes complicadas, el director e ideólogo del proyecto logró organizar su presentación en vivo. “Hemos tardado más de la cuenta, pero al final lo logramos porque nuestro ideal, lógico, era mostrarlo en un escenario”, cuenta el bajista, arreglador y orquestador, ante la puesta de hoy viernes a las 21 en el Teatro Coliseo (M.T. de Alvear 1125), junto a parte de los músicos que se sumaron al disco. Entre ellos, estarán Ricardo Soulé, Litto Nebbia, Kubero Díaz, Alejandro Medina, Rodolfo García y Ciro Fogliatta, todos bajo el plafón sonoro de la Orquesta Académica de Buenos Aires, dirigida por el rosarino Claudio Ianni. “Será una hermosa experiencia reunirse a tocar en un mismo escenario con un montón de colegas. Son esos eventos que no imaginás y que, de repente, te vuelven a encontrar con tipos de los que fuiste compañero toda la vida”, explica García..

Uno de esos reencuentros es precisamente el del tándem Gregorio-García. Ambos se conocieron en 1969, cuando el primero concurrió al concierto de Almendra en el Teatro Payró y, tras la emoción que le provocó ese show, no paró hasta conocerlos en persona. “Agarré una guía telefónica, empecé a buscar y con el primero que di fue con Emilio del Guercio”, cuenta Gregorio. “Le pedí conocerlos y así fue, en un ensayo en la casa de Luis. Inolvidable. A partir de ahí, nos hicimos amigos”. “Pero dejamos de frecuentarnos cuando Gustavo empezó a hacer sus perfeccionamientos musicales por el mundo. Por eso digo que es muy lindo reencontrarnos y confluir en este proyecto, que primero fue disco y ahora es concierto”, vuelve el exbaterista de Almendra, Aquelarre y Tantor.

Otra de las confluencias originadas por el concierto, en este caso más indirecta, tendrá como protagonistas a tres músicos de Arco Iris, que se separaron en 1977. Gregorio la llama casual y cósmica, y pide por favor no anunciar como un reencuentro el hecho que Ara Tokatlián en vientos y Guillermo Bordarampé en guitarra, revivan la música de “Te quiero, te espero”, con la voz y la imagen de Gustavo Santaolalla proyectadas en pantalla gigante. “No lo anunciemos como una reunión, porque no tiene nada que ver con eso”, insiste el arreglador. “Esto no significa un retorno bajo ningún punto de vista”, aclaran ambos, acerca de la original visita a aquella canción del Album Rosa publicado en 1969, y resignificado en Caminos, excelente trabajo de Santaolalla y banda, editado en 2014.

“Cuando escuché la versión, noté que el solo de piano que yo hago al final, en la original, Gregorio lo reubica en la introducción. Entonces dije 'si usaron la parte creativa mía, con más razón me gustaría estar -cuenta Tokatlián-. La historia es singular, sí. Cuando me comuniqué con Santaolalla le dije que quería hacer 'Camino', también del Álbum Rosa que tiene mucha onda orquestal, pero me dijo que él ya había sacado un disco con ese nombre, y me sugirió hacer 'Te quiero, te espero'. Así salió”, apuntala Gregorio.

Otras de las canciones que integran el compendio orquestal son “Muchacha, ojos de papel” (Almendra), “Madre escúchame” (Los Gatos) y “Nunca lo sabrán”, de Pappo, las tres en las que García toca batería. “Grabar este disco fue una experiencia muy especial, porque las veces que grabé temas en los que se sumaron cuerdas, siempre se grababa primero la base y luego se le adosaron las cuerdas. Pero en este caso fue a la inversa: Gregorio grabó todo lo sinfónico-orquestal y la batería, tanto como otros instrumentos, fueron agregados”, detalla él. “Fue mi primera experiencia trabajando así y fue un desafío, porque la orquesta tiene un andar distinto al de una banda de rock. Tiene un balance diferente y eso te obliga a tener todos los sentidos metidos ahí, para ver dónde está la tierra e intervenir. Una cosa es, como los casos de Deep Purple o Procol Harum, una banda rodeada por una sinfónica, y otra es cuando formás parte de ella”.

-Se requiere otro equilibrio, querés decir.

Rodolfo García: -Sí, porque se necesita una concentración. Auricular, concentración y ojos cerrados: así sale.

Ara Tokatlián: -Sobre todo tocando batería. Porque yo, tocando flauta, me siento como un miembro más de la orquesta. La diferencia es que el ataque en una banda es inmediato, en cambio en la orquesta hay un efecto tardío de segundos.

-¿Por qué el disco fue grabado con una sinfónica tan “lejana” como la de Kiev, Gustavo?

Gustavo Gregorio: -Qué loco, ¿no? Un motivo, más familiar y lejano, puede ser que mis abuelos eran ucranianos. No sé, hubo una coincidencia de caer ahí, un volver a parte de mi sangre. Pero después hay otro motivo más tangible… Ianni, que vive en Madrid, me dijo que una las mejores orquestas de Europa y la más accesible era la de Ucrania. Y así fue.

-¿Fue complejo explicarle a los ucranianos los secretos del rock argentino o fluyó bien?

G.G.: -No hubo nada que explicar, ellos están muy acostumbrados a grabar. Uno pone las partituras y ellos leen e interpretan, pero lo que me gustó fue que no eran máquinas de leer contratadas. No tenían esa onda. Pusieron toda su musicalidad, toda su onda. Y esa calidez y esa entrega se notan en el disco. Además, acostumbrados y cansados de tocar Mozart, les gustó tocar a Pappo… Estaban felices por eso.