En un Chile convulsionado por la protesta social ayer se celebró ayer en las calles y plazas de Santiago el primer aniversario del asesinato de Camilo Catrillanca, un joven mapuche de 24 años que conducía un tractor desde su casa a la de su padre cuando recibió un disparo en la nuca.
La gente se concentra el centro, en Plaza Italia y Plaza Baquedano, con banderas mapuches, con cultrunes, alaridos, y ¨que el pueblo mapuche también se escuche¨. Hacen un círculo de sal que rodea el obelisco de Plaza Italia y queman palo santo y roble pellin y hablan a las nubes para invocar ¨la limpieza de la violencia¨ que se vive desde hace 25 días en el centro de Santiago.
Cuando ocurrió el asesinato un año atras la policia quiso demostrar que no habían sido los carabineros quienes habían cometido el crimen. Se ocultaron pruebas, se cambiaron las balas, todo con el apoyo de quien hasta hace dos semanas era el ministro del interior, Andres Chadwik. Pero 40 días después se demostró que todo era mentira, y que a Camilo lo mató la policia.
La policia incorruptible se había convertido en asesina y corrupta. Y es la misma que tira gas pimienta y perdigones y agua con picante a los miles de manifestantes que llegan con mascaras, pañuelos y antiparras a la Plaza Baquedano. Desde los balcones gritan ¨gracias a los chilenos que luchan¨ y ¨Chile despertó¨. El tramo de la Alameda que separa a la ahora Plaza de la Dignidad del Palacio de la Moneda es un campo arrasado, lleno de cascotes, de postes de luz derrumbados, carros hidrates, camiones lanzagases, negocios blindados y policías vestidos con todo tipo de protección, de los pies a la cabeza.
Corridas masivas en retroceso, barricadas, incendios en un enorme pozo que pretende ser un nuevo edificio sede de la Universidad Católica. ¨¡El que no salta es un paco!¨ Los cuerpos se despegan enormes del piso y al rato sueltan dos o tres pelotas de futbol y se juega festivo entre los gases, con mascaras, con rociadores improvisados de agua con bicarbonato y limón. Todos le echan a todos el producto casero q permite seguir estando. Y pasa un grupo de bailarinas, acompasadas por aplausos, con los ojos pintados de sangre y las tetas al aire. Y vuelven a entrar los carros policiales ululando y lanzando agua, gases y perdigones y la estampida se aparta en orden, ya con experiencia. c
Casi todos los que pueden tiran piedras que suenan a portazo de chapa cuando se estrellan en blindados que ya muestran el trajín de los días de represión, maltrechos, abollados, llenos de capas y capas de pintura que le tiran en el parabrisas enrejado para que no puedan seguir avanzando por no tener visibilidad. Hay escudos improvisados con chapas de las paradas de colectivos con inscripciones para los pacos qu les apuntan: ¨Chupame el pico, paco culeao. ¿Sabe con quien está tu esposa ahora?¨
Varias molotov se estrellan contra la entrada de la estación de subte Baquedano, donde en los dias de toque de queda funcionó un centro clandestino de detención y torturas. Le responden desde adentro con gases que suben en nubes espesas y los manifestantes se rocían otra vez de agua y bicarbonato y los que recibieron perdigones en las piernas, el cuerpo o los ojos se atienden en improvisadas tiendas sanitarias que hacen el triash y derivan en camillas y ambulancias a los centros de salud que tanto le cuestan a los chilenos pagar. Un motociclista alza un cartel que dice ¨agua gratis¨. Lleva un tanque casero que lleva en un carrito atado a la moto y todos los que pueden se lavan las caras o se sacan el picor del agua.
A pocos metros, en La Moneda, los pasillos están alterados. La oposición se divide. La concertación busca conformar no ya una asamblea constituyente sino una convención , donde tendría el 40 por ciento de la representación popular. De esta manera se garantizaría que cualquier modificacion la administren aquellos que nada hicieron durante 30 años para cambiar algo de la constitucion pinochetista, amasada en las sombras del color verde oliva. En cambio el Partido Comunista y el Frente Amplio exigen que se respete lo firmado el martes pasado: una plebiscito y una asamblea constituyente. El gobierno no responde. No sabe qué hacer. Nadie le cree al presidente Sebastián Piñera.
La respuesta real sigue pasando por la policia, los gases, las corridas y las balas. La Embajada Argentina, a 100 metros del lugar de concentración, está tapiada y cerrada y ya no queda nadie allí. Los vecinos de Plaza Italia poco a poco se mudan de sus casas, algunas de ellas saqueadas, porque no aguantan mas la violencia que ven por sus ventanas ni el miedo que les genera ni los gases que flotan en el aire durante horas. Todos los negocios, los grandes hoteles, edificios, galerías, todo está tapiado con enormes chapas que la gente usa para estampar consignas y dibujar ojos ensangrentados. En la mañana se olía el metal quemado que decenas de soldadores preparaban en las veredas para montar los blindajes. El aire se espasa, el clima se enrarece. Cada vez hay más cansancio, hastío, miedo, desconcierto, violencia y reclamos sin respuestas.