"Los jueces y los juristas ponen y deben depositar profunda atención en la selección de las palabras con que se expresan, como en el uso de las metáforas y similitudes que emplean en sus prácticas y nadie pone en duda que una profunda versación literaria aplicada a sus respectivas labores, los alejará de su versión de 'hombres del papel sellado' permiténdoles tomar la delantera en un momento en que la teoría de la argumentación y la retórica ocupan un lugar significativo en la teoría y la crítica jurídicas”.

                                                                                    Enrique Marí, Teoría de las Ficciones.

En esta oportunidad, lejos de la prensa amarilla, distante del escándalo, la comunidad pudo ver y escuchar cómo un juez después de una meticulosa tarea de los investigadores, peritos, asesores, y aun después de su propia elaboración de los aportes especializados, había logrado una configuración de todos esos elementos para dictar una sentencia ejemplar.

El juicio no se trataba de pornografía infantil --nomenclatura incorrecta-- sino de imágenes de abusos y sometimientos de menores,

En dicho juicio también pudo escucharse la voz vibrante de la fiscala Daniela Dupuy, quien le pidió al juez: ”Le solicito que Russo se vaya detenido al Servicio Penitenciario”, porque había riesgo de fuga. Este caso, transmitido totalmente por tevé, remite a quien fue pediatra del Hospital Garrahan, exjefe de Inmunología y Reumatología del Hospital de Niños de la Comuna 4.

El juez Gonzalo Rúa, despojado de protocolos innecesarios, comenzó por la lectura de la sentencia, punto por punto, a diferencia de lo que suele hacerse, cuando los fundamentos de la misma se leen a posteriori.

Con voz, clara y ritmo pausado, frente al sujeto, que jugueteaba con su celular, el juez dijo: ”Tengo acreditado que usted ofreció 66 archivos donde se observan niñas menores de 13 años con clara connotación sexual. Fueron ofrecidos en su computadora notebook”.

En el público que asistía a esta lectura también estaban presentes varias profesionales del Programa Las víctimas contra las Violencias, en cuyas áreas se trabaja con abuso de menores e imágenes de abuso y sometimiento de niñas, niños y adolescentes. Era importante comprobar cómo las denuncias que allí se reciben permanentemente logran recalar en la justicia y encontrar quien asuma seriamente la causa, sin dejarla caer.

El juez enfatizó: “Encuentro agravante la cantidad de imágenes que usted tenía, 999 archivos de imágenes y videos, más los hechos de producción. Además, los ofrecimientos de manera discriminada”.

La producción de este material que puede producirse mediante una computadora es infinita, y las redes con las cuales se comercia, también. De difícil acceso, en el mundo existen equipos policiales, privados o dependientes de áreas ministeriales que diariamente revisan estas redes y localizan a quienes trafican con estas imágenes de niños, niñas en situaciones que remedan actos sexuales o bien, que exhiben zonas específicas de su desnudez ante una cámara. O quienes, como en este caso, creen que se están desvistiendo delante de “un doctor”, sin imaginar que la cámara focalizará zonas del cuerpo que no tienen que ver con la consulta. El abuso sexual, producido por la exposición de imágenes de niños, niñas, púberes y adolescentes, constituye una forma de sometimiento de la niñez que ignora o es engañada acerca del propósito de quien toma la fotografía.

Cuando esas imágenes se trafican, intercambian por dinero en las redes conformadas por pedófilos que tienen sus propias claves para convocarse y reconocerse entre ellos, el delito bordea la explotación sexual. No es necesario contar con la presencia corporal de la criatura, alcanza con fotografiarlas y hacer circular la fotos después de haber exhibido sus genitales o haberlas obligado a asumir posiciones del tipo de relación sexual entre adultos. No es difícil engañar a niños o niñas cuando quien usa la cámara es persona confiable para la criatura o la toma por sorpresa.

La vileza de este delito se multiplica al comprender que cada vez que se ponen en marcha las imágenes para ser traficadas, son observadas, cotizadas, evaluadas, miradas nuevamente para regocijo del o la perverso/a que necesita de la presencia de estos cuerpos: y en cada exposición las criaturas son abusadas nuevamente. Generan una representación de esa criatura en el abusador.

Se constituyen en series de imágenes que solo puede ser interrumpida por la acción de la policía y de la justicia. En este caso, la fiscala Dupuy afirmaba ante las cámaras de tevé: “¡Todavía tenemos 40 casos para que el equipo de la fiscalía investigue!”

Es la acusación de una fiscalía y el fallo de un juez que no titubeó en condenar a 10 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer la medicina, por encontrar al sujeto culpable de producir, tener y distribuir imágenes de abusos sexuales de menores: esa acusación y esa sentencia interrumpieron la serie de imágenes que circulaba en determinado circuito de las redes. Hay pendientes otros momentos del juicio, apelación y pasaje por las cámaras pertinentes, pero el circuito ha sido interrumpido y el responsable, juzgado.

Los otros pedófilos continúan, desde sus casas, “jugando” con las computadoras mientras sus familias suponen que solo está entretenido buscando noticias.

El caso Russo fue un desgarro en el corazón del Garrahan, un lugar garantía de equilibrio, bienestar, salud, comprensión, criterio ético ante el paciente y la institución y eficacia técnica. Además, un nombre amado por la comunidad, que la tevé recordó en varias placas.

Los pedófilos argumentan sistemáticamente del mismo modo y con la reiteración del discurso mediante el cual pretenden confundir a quienes los denuncian. O bien intentan demostrar su amor hacia los niños como justificativo de cualquier índole de imágenes: al amor hacia los niños y la inversa, el amor que los niños sienten por ellos. Recordemos a Pierre Legendre: ”La gran obra del Poder consiste en hacerse amar”, en El Amor del Censor.

 

Ese poder, en el goce pervertido de manipular los cuerpos infantiles en series clasificatorias por edades, sexos y otras características, mostrando al sujeto en cámara, oyéndolo en su pretensión de evitar la prisión inmediata, fue un trabajo de la tevé. Quizás lo más significativo fue la modalidad de este juez, que evidenció cómo se hace “ese trabajo” con mesura y severidad, hondamente convencido de la fortaleza de las pruebas condenatorias, y la presencia de la fiscala, que continuó su labor en el final de esa tarde sujetando a Russo en la inmediatez de la cárcel.

La tevé, como pocas veces, ofreció un aprendizaje que no dejaremos de agradecer.