La declaración de compromiso que inventaron los radicales en el Congreso para no denunciar el golpe de Estado en Bolivia fue un engendro de supuesto centrismo que en realidad es de derecha conservadora, pero con vergüenza de serlo. La alianza con el PRO hunde cada vez más al partido centenario en un pantano ideológico que tergiversa sus orígenes. El esfuerzo que, con honrosas excepciones, realizaron para justificar el golpe racista contra Evo Morales trastoca la relación con el golpismo latinoamericano que Raúl Alfonsín instaló en el radicalismo.
Antes del golpe, la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Añez, y el jefe de los fascistas cívicos santacruceños, Luis “el Macho” Camacho, eran dos personajes ignotos, ultraminoritarios y supuestamente ubicados en las antípodas ideológicas de cualquier radical. Y ahora pareciera que tienen que ser vistos como dos luchadores republicanos.
Carlos Mesa, el candidato que salió segundo, más de diez puntos detrás de Evo Morales en las elecciones suspendidas, tiene un parentesco ideológico con el radicalismo argentino. Se autoproclama socialdemócrata, aunque más no fuera de la boca para fuera porque ahora también avala el golpe de los ultraderechistas Jeanine y Camacho.
Siempre hubo una relación estrecha entre los procesos políticos de Bolivia y Argentina. No por nada el presidente derrocado se llama Juan Evo, por Perón y Evita.
Otros antecedentes no son buenos: el general Hugo Banzer (1971-1978) estudió en el Colegio Militar argentino, el golpe del narcodictador Luis García Meza fue respaldado por el batallón de inteligencia 601 del ejército argentino durante la dictadura y el ex presidente popular Juan José Torres, exiliado en Argentina, fue acribillado a balazos aquí por bandas paramilitares después del golpe del ‘76.
Hay una relación criminal de la derecha argentina con el golpismo boliviano. El esfuerzo de la cúpula radical por sintonizar con el PRO le ganó un lugar en esa lista. Gran parte del esfuerzo de la propaganda golpista fue evitar que el mundo calificara al golpe como golpe.
En Argentina circuló en Twitter el hashtag “EnBolivianohaygolpe”. Una investigación de las cuentas que dieron origen a esta campaña demostró que 3612 de esas cuentas tenían sólo un seguidor o no tenían ninguno y que más de 4500 habían sido creadas ese día o el día anterior. Una campaña de ese tipo cuesta alrededor de medio millón de dólares, según el especialista en redes Luciano Galup.
Evo Morales recibió el respaldo de tres millones de votos. La señora Jeanine se convirtió en senadora sólo con el aval de 50 mil votos. Como presidenta de facto, Jeannine designó un gabinete a su imagen y semejanza, todas personas sin representatividad y que expresan la ideología extremista de su partido Unidad Democrática.
En sus primeras declaraciones el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, anunció que lanzará “una cacería” contra el hermano del vicepresidente Alvaro García Linera. En la Cancillería, que durante el gobierno de Evo Morales fue conducida por indígenas, nombró a Karen Longaric, quien lo primero que hizo fue romper relaciones con Venezuela y retirar a Bolivia del ALBA por lo que se ganó las felicitaciones de la OEA y de Washington.
Y el ministerio de Comunicación está a cargo de la periodista Roxana Lizcárraga que amenazó a los periodistas argentinos con acusarlos de sedición por cubrir los actos de protesta en respaldo de Evo Morales. Jeanine termina sus alocuciones con una Biblia y desparramando bendiciones al mismo tiempo que repite una y otra vez que no hubo golpe. Los periodistas de TN, Telefe, Crónica y América TV amenazados tuvieron que ser evacuados a pesar de las bendiciones de Jeanine.
La técnica de las bandas cívicas a las que se sumaron policías de civil ha sido incendiar las casas de dirigentes del MAS y en algunos casos tomar a sus familiares de rehenes para exigirles la renuncia a sus cargos. Bandas de decenas de motoqueros armados recorrían la ciudad y atacaban a los grupos de manifestantes que respaldaban a Evo Morales. En el caso de los periodistas eran permanentemente hostigados por personas de civil que los insultaban y provocaban.
Ha habido movilizaciones populares masivas en El Alto y en el centro de La Paz para repudiar el golpe y no fueron cubiertas por ninguno de los medios locales. La sola presencia de los medios extranjeros puso nerviosos a los golpistas que enviaron provocadores a hostigarlos.
La posición de los radicales argentinos es insólita. Lo que empezó como lenta deriva hacia la derecha conservadora se aceleró con la alianza con el PRO y ahora con la nueva derrota electoral. La base electoral del radicalismo se había movido antes que la cúpula, pero ésta no supo disputar ese corrimiento estimulado por una narrativa mediática que inyectó el odio de su electorado desempolvando el viejo gorilismo.
Fue evidente que un amplio sector del radicalismo quedó muy disconforme con la voz cantante de Mario Negri en Diputados y Luis Naidenoff en el Senado, ambos respaldados en la interna por el gobernador jujeño, Gerardo Morales, que se ha cansado de denostar al gobierno de Evo Morales.
En la liturgia del gobernador radical, la tupaquera Milagro Sala es el equivalente del presidente derrocado. Y los mecanismos que usó Gerardo Morales para perseguir y encarcelar a Milagro Sala no tienen nada que envidiarles a los métodos de los golpistas cívicos bolivianos.
Los países del Mercosur, incluyendo a Bolivia, firmaron en 1998 una cláusula democrática, por la cual se suspendería la participación del país donde se produjera un golpe de Estado o una alteración del proceso democrático. Un protocolo similar tiene la OEA. Si el golpe cívico-militar de Bolivia era catalogado como lo que fue, la OEA y el Mercosur estaban obligados a tomar medidas que hubieran aislado al gobierno de Jeannine.
La OEA y su secretario general, el uruguayo expulsado del Frente Amplio Luis Almagro, actúan en todas estas situaciones según el interés de Estados Unidos. El organismo fue invitado por Evo Morales como veedor de las elecciones. Pero participó en la gestación del golpe. De más de 34 mil mesas, se encontraron irregularidades sólo en 280. Lo cual es una cifra que responde a estándares generales en otras elecciones que no fueron declaradas fraudulentas. Por esa razón, la OEA no pudo denunciar fraude y el comunicado se limitó a referirse a esas irregularidades.
No hubo fraude en las elecciones. Y aún cuando se anularan esas mesas, Evo hubiera ganado en primera vuelta. A pesar de comprobar que no se había producido fraude, se unió a la agitación de la derecha para anular el comicio.
Una vez que se había aceptado la realización de las elecciones, los alegatos sobre la inconveniencia ética de la tercera candidatura del presidente Evo resultan irrelevantes y oportunistas. También constituyen una forma vergonzante de maquillar el golpismo.
Hasta podría afirmarse que el golpe confirmó más que nunca la necesidad de una tercera presidencia de Evo Morales para no regresar al apartheid histórico representado por figuras grotescas como Jeanine y el Macho que encarnan el estereotipo bananero que tienen en los Estados Unidos de los latinoamericanos.
El MAS decidió mantener movilizados a los movimientos sociales, pero abrir el diálogo con los golpistas con el objetivo de lograr una convocatoria a elecciones sin proscripciones. Jeannine ha dicho que “ni sueñen que podrán participar Evo Morales ni García Linera”. Aunque el gobierno de facto cuenta sobre todo con el respaldo de la policía, y con la anuencia de las Fuerzas Armadas, Bolivia se ha convertido en un escenario de gran inestabilidad. Jeannine también necesita negociar.
En Argentina, la renuencia de los falsos republicanos del gobierno saliente a denunciar el golpismo en Bolivia genera inquietud sobre el tipo de oposición que harán al gobierno entrante de Alberto Fernández y Cristina Fernández. Si aceptan como “mal necesario” el golpismo contra el “populismo”, el país habrá retrocedido a los años ‘70.
Hay una responsabilidad muy fuerte del partido radical si acepta mansamente este retroceso o si se planta frente a los ultras del PRO y da batalla al gorilismo como argumento político, que ya se ha comprobado que desemboca indefectiblemente en violencia. No se puede retroceder frente a lo que ha ido quedando atrás gracias al impulso inicial de Raúl Alfonsín.