La realidad, además de superar a la ficción, propone guiones para Netflix. El asilo concedido por México al ex presidente Evo Morales y las peripecias del vuelo dan para un thriller político. No lo son, ay, patentizan la barbarie del gobierno de Bolivia.

Alberto Fernández se hizo cargo de organizar el traslado, negociar con presidentes de distintos países y variopinto respeto a los Derechos Humanos. Se desempeñó como si ya estuviera en la Casa Rosada: fue tratado en consonancia. Imposible saber a ciencia cierta qué hubiera pasado si el presidente electo fracasaba en el intento, cuál es el límite de la violencia de los golpistas. Es innegable que Evo y el ex vicepresidente Álvaro García Linera corrían graves peligros.

Los tiempos para actuar son cortos, acuciantes. Otra, menor, es la premura para evaluar las eventuales concausas del golpe, desmenuzarlas, hacer tipificaciones… Un seminario de ciencia política o aún un debate serio no corren contra amenazas a la vida o la libertad de autoridades y gente común, bloqueo de información sobre víctimas mortales o graves y otras preciosuras.

Volvamos a Alberto Fernández y a protagonistas con altas responsabilidades políticas. Tienen que tomar posición de inmediato y actuar en consecuencia. No les asiste el recurso de limitarse a expresar, palabra más o menos: “sí hubo golpe pero es necesario considerar (o priorizar) que Evo cometió errores o violación de leyes”, decretando empate o algo así. O pontificar “es cierto que hubo golpismo desde que Evo llegó al poder pero en esas ocasiones se pudo conjurar. O sea…”. O a los que propugnan un mecanismo penal chocante: “cada conducta de Morales recibe una sanción que no debe ser proporcionada a la supuesta falta ni estar reglamentada de antemano”. Por ejemplo, según la narrativa derechosa o pseudo objetiva, si se suspende abruptamente el conteo rápido Luis Fernando “el macho” Camacho tiene derecho a entrar de prepo a la Casa de Gobierno, pedir captura del presidente, blandir la Biblia, promover violencia sanguinaria. Si se presume que hubo irregularidades se puede sancionar con la quema de la casa de una hermana de Morales o la biblioteca de García Linera.

Fernández, profesor del derecho penal, jamás convalidaría esos nuevos mecanismos punitivos en realidad retrocesos a etapas pre inquisitoriales. Hete aquí que “Alberto” es un mandatario, un par de Evo, y le cabe jugarse. Los acontecimientos de estas semanas persuadieron a Fernández para desacatar el teorema de Baglini. En cierto sentido se “radicaliza” frente al aborto, el hambre, el golpe en Bolivia. Escoge contra reloj hasta ahora en el mejor sentido. Y pone manos a la obra porque no dispone de margen para filosofar sobre hipotéticas (e interesantes, en otros estadios y ámbitos) fallas de Evo sino involucrarse para que llegue sano y salvo al país que le da asilo, prolongando su propia tradición y la mejor de Latinoamérica.

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Un Canciller digno de Macri: Tan patético como previsible el desempeño del Canciller Jorge Faurie. Se chimenta que habla varios idiomas… decepciona enterarse que su versación no abarca el castellano. Farfulla en jerga incomprensible, no razona. El ministro ratifica la cruda regla de las burocracias: llegó a un nivel más alto que sus competencias. Se lucía en Ceremonial, escogiendo el menú para las cenas con autoridades extranjeras, el punto justo del lomo, los vinos para cada plato, las cartas alternativas para visitantes vegetarianos, veganos, con malestar estomacal o gustos distintivos. Fue proyectado a un cargo que excede su capacidad. Una nulidad en derecho internacional, incapaz para conversar en el Ágora democrático.

Las reacciones de los gobiernos y la prensa dominantes “del mundo” ratifican el acierto de los primeros versos de “Cambalache”. Una dictadura convalidada, racismo apenas encubierto respecto del indígena que vino a ser el presidente más estable y con mejores logros cuantificables de su país.

En este Sur nos vamos acostumbrando a los golpes de Estado (más o menos camuflados) y a la decadencia de las democracias recuperadas. Su suscitan remembranzas, comparaciones con un pasado que se imaginaba perimido. Son interesantes, a condición de no engolosinarse y no subestimar las diferencias. La experiencia comparada vale como recurso o como metáfora. Tras ese introito, entremos al túnel del tiempo.

El golpe y la renuncia de Evo suscitan reminiscencias de la Revolución Libertadora de 1955 y la renuncia del presidente Juan Domingo Perón quien argumentó después que había optado en la disyuntiva entre el tiempo y la sangre. El discurso de Evo al dimitir contiene ecos de esa frase. El fisgoneo acusador en su casa, sus pertenencias reversionan los perpetrados contra Eva Perón.

La fluida coyuntura admite que se imaginen, en términos esquemáticos y extremos, dos salidas. Una con elecciones libres, sin proscripciones, inminentes y cese de la represión feroz. La demanda de los bien intencionados o quienes simulan serlo. La que, ojalá, intentará impulsar la misión de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Otro desemboque posible: con comicios amañados, sin presencia del MAS. O prolongación de la dictadura con cualquier pretexto. Lonardi o Aramburu, estirando un cachito el ansia comparativa. Según la tendencia histórica, los halcones suelen comerse a las palomas y que el contexto mundial se inclina en el mismo sentido.

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Un cerco de derechas: Ya que de revival ominosos hablamos, evoquemos el “cerco” internacional que encerró al gobierno peronista en 1973. Héctor Cámpora asumió en mayo, en junio hubo autogolpe en Uruguay, en septiembre fue asesinado Salvador Allende y asumió Augusto Pinochet. Las dictaduras de Bolivia y Brasil preexistían. Represión, terrorismo de Estado que propició y luego apoyó Estados Unidos con más desparpajo que hoy en día aunque con similar direccionalidad.

La dictadura chilena acentuó el cerco e inspiró a los militares argentinos. Antes de seguir adelante, vamos con una digresión sobre Uruguay, colocada entre paréntesis

(En aquel olvidado entonces el presidente elegido legítimamente Juan María Bordaberry se auto metamorfoseó en autócrata y dictador sin que “salieran tanques a la calle” ni lo relevara un jefe militar. De ese modo despuntó la dictadura cívico militar oriental. Lo que comprueba que el golpe de Estado se consuma mediante tácticas surtidas desde hace décadas, referencia ajena al radar de Faurie. Cerramos digresión y paréntesis).

Alberto Fernández, tal parece, asumirá rodeado por regímenes de derecha dentro de 23 días. Democracias degradadas en Brasil y Chile, dictadura en Bolivia… Es factible que se sume otro gobierno de derecha en Uruguay, con mejores credenciales que los demás; elecciones libres y nada atroz que criticar, por ahora.

La geopolítica todavía existe y gravita. La información y los flujos de dinero pueden saltearse las fronteras. No así las personas ni los intercambios cotidianos ni la convivencia y mestizaje cultural, ni el comercio entre vecinos. Si subsisten o escalan la represión y el clasismo racista en Bolivia, agregará un problema adicional a la Argentina, un país con tradición acogedora para los inmigrantes, mal que le pese a Macri o al senador Miguel Pichetto.

Estados Unidos se ha retirado, algo, de Medio Oriente y retornó a nuestros pagos. Los consabidos daños colaterales de su intervencionismo pueden volver con esas oscuras golondrinas: exilios masivos y dolorosos.

El creciente protagonismo político de las Fuerzas Armadas y las de Seguridad en América Latina mete miedo sin haber tocado techo. Tal vez en ese escenario la defensa nacional deba resignificarse tras décadas de paz entre vecinos. Se rumorea de modo firme que el diputado Agustín Rossi será ministro de Defensa. Sería un reconocimiento a su compromiso, coraje y capacidad… también la designación de un cuadro político de primera en una cartera que podría reperfilarse.

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La dictadura confirmada: La presidenta autodesignada Jeanine Núñez carece de legitimidad de origen; propala un discurso violento y excluyente. Camacho, fundamentalista religioso y político, ni participó en las elecciones. Las polémicas sobre el comienzo del golpe se resignifican minuto a minuto, pierden dimensión y hasta sentido. Las primeras medidas de los usurpadores no dejan resquicio para dudas. Tremendo el integrismo de su discurso, otro dato a tener en cuenta por los opineitors y dirigentes argentinos que les atribuyen intenciones reparadoras, democráticas.

La agenda de hoy son las violaciones a derechos humanos, los asesinatos de manifestantes en la calle, la persecución y ataques físicos a políticos ahora opositores. En vivo y en directo: una dictadura por su origen, su prédica y su praxis. Si deriva en un sentido constructivo, algo estadísticamente improbable, se podrá reescribir el diagnóstico. Sin olvidar los crímenes cometidos.

Periodistas extranjeros, varios argentinos entre ellos, fueron agredidos y acusados de sediciosos, deportados. Faurie musitó palabras deplorables, cobardes. Vaya para ellos la solidaridad de un colega dejando para otro momento discusiones que en medio de la violencia están fuera de lugar.

Sin aventurar vaticinios ni juzgar la política de un país vecino desde afuera, vaya el último ejercicio comparativo. Lo sucedido en Bolivia ratifica cuán brillante fue el paso atrás de la vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner. Pensó en la gobernabilidad futura, en el peso del odio de los adversarios… resolvió con grandeza y responsabilidad.

Alberto Fernández se puso las pilas, gastó las de su celular y protegió la integridad de Morales y García Linera. Resultó necesario que Argentina tuviera ese mandatario electo. Pocas horas después reunió al Consejo Federal Argentina contra el Hambre, señalando un nuevo rumbo de políticas públicas.

Entre tanto, Macri reparte dádivas entre sus aliados (ver nota aparte) y se prepara para volver al llano dejando tierra arrasada bajo sus pies.

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