Al otro día de las elecciones, Mauricio Macri y Alberto Fernández se reunieron en la Casa Rosada para dar comienzo a la "transición". El encuentro dio la idea de que a partir de ahí equipos de uno y otro sector comenzarían a verse regularmente para intercambiar "papers" sobre la situación de cada área. Pero eso, dicen hoy en el entorno del presidente electo, fue más una construcción mediática que otra cosa. Allí comentan que la transición la están haciendo internamente, trabajando con los datos que son públicos, aunque eso significa que tienen unos meses de retraso. Primero, porque entienden que no les van a pasar los datos reales que contrasten con el idílico informe que elaboraron días atrás Marcos Peña y Hernán Lacunza. Segundo, porque ahí sí resultaría imposible despejar la idea de cogobierno que la gestión macrista busca instalar prácticamente desde las PASO y que obligó en los últimos días a Alberto Fernández a desmentir en varias ocasiones que una medida haya sido tomada de común acuerdo. "No nos vamos a prestar a un show", remarcaban.
"La transición también es una ficción, es contarte lo que quedó después de cuatro años", respondió Fernández en la entrevista publicada ayer por PáginaI12. Con todo, hay un dato que es cierto: él designó a Santiago Cafiero, Wado de Pedro, Gustavo Beliz y a Vilma Ibarra como su equipo de transición, apenas salió de la reunión con Macri en la Casa Rosada. Un encuentro que, por otro lado, el propio Fernández definió como "muy bueno", diferente a las conversaciones telefónicas que habían mantenido durante la campaña en las que por momentos se trababan en discusiones inconducentes. Después de ese día, los medios y dirigentes que vienen reclamando desde hace añares consensos y moncloas creyeron ver el inicio de semanas de reuniones permanentes, pero nada de eso pasó.
"Hay una transición política y se dio en ese encuentro entre Alberto y Macri. Ahí quedó", comentó un estrecho colaborador del presidente electo. Luego, cada tanto intercambian algún llamado por determinada cuestión puntual, como sucedió luego del golpe en Bolivia. Fernández quería saber si era cierto que se habían cerrado los consulados argentinos para los pedidos de asilo a los funcionarios de Evo Morales. Macri le transmitió la cuestión al canciller Jorge Faurie y le terminaron echando la culpa al embajador. El inmediato posicionamiento de Fernández probablemente evitó que Macri reconozca a la autoproclamada presidenta Jeanine Añez. "Después es posible que haya una transición de tipo administrativa, con inventarios, contraseñas y demás cuestiones que hay que conocer al momento de ingresar a un despacho, pero poco más", añadían cerca del futuro presidente.
Alberto Fernández acusó a Marcos Peña de "presentar una Argentina que no existe" en el informe en el que se aseguró que durante la gestión de Macri se habían llevado adelante las correcciones necesarias en las cuentas y dejaban un país listo para crecer. "Este es el país que nos dejan", replicó en un tuit con las cifras interanuales que marcaban una caída estrepitosa de la construcción y de la industria. Ese informe -"absurdo y mentiroso", según Fernández-, fue puesto como prueba de lo inútil que sería una reunión de transición de equipos técnicos. "Nos van a decir cualquier cosa. La verdad de las cuentas la vamos a saber el día que ocupemos las oficinas y veamos qué nos dejaron", sostienen cerca del presidente electo.
En lo que sí vienen trabajando desde hace semanas es en ordenar internamente a los equipos que van a trabajar en cada área. En base a los números que son públicos, toman conocimiento del nivel de ejecución de cada partida y de los movimientos que serán necesarios para cubrir el financiamiento de cada ministerio. Saben que asumirán el 10 de diciembre en condiciones apremiantes y con un cúmulo de urgencias que, en la medida de posible, deberán ser atendidas. En ese sentido, consideran una transición útil de verdad, por ejemplo, las conversaciones que Guillermo Nielsen viene manteniendo con bonistas e inversores.
Si hay algo por lo que Alberto Fernández busca evitar esa foto de encuentro de equipos es para que no se difunda la idea de un cogobierno, algo que el macrismo busca generar con ansias. Por un lado, para sacarse la responsabilidad única de los últimos aumentos, que la propia administración de Cambiemos había pateado para después de los comicios. Otra idea que miran con agrado algunos macristas es adelantar el desgaste de la gestión de Alberto Fernández, quien vivió la transición más larga de la historia luego del contundente resultado de las PASO que prácticamente lo convirtió en presidente cuatro meses antes de que efectivamente se siente en el sillón de Rivadavia.
Alberto ya había aclarado días atrás que nunca había dado el aval a otra suba de tarifas e insistió en su idea de que deben ser desdolarizadas. Pero esta última semana salió a desmentir fuerte otras dos afirmaciones. Una, publicada por el diario Clarín, que aseguraba que había dado su visto bueno a la idea de Macri de pasar por decreto el sistema de testigos protegidos a la Justicia. "Solo para no dejar pasar una noticia falsa. Nunca fuimos consultados por semejante tema", salió rápidamente. La otra fue el viernes, cuando con desfachatez la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, comentó que la nueva suba de combustibles estaba acordada con Fernández. "Como siempre, descargan en otros decisiones que toman desde su propia ineptitud", retrucó el presidente electo.
Estos últimos dos antecedentes eran destacados por su tropa. "Imaginate si dicen esas cosas cuando no tienen ninguna foto y ni siquiera hablamos por teléfono, las cosas que podrían llegar a decir si tenemos esas reuniones de equipos que quieren que hagamos", subrayaban.