Potestad se perfila como uno de los estrenos teatrales del 2019. No sólo por una dramaturgia que toca una de las fibras más sensibles de la historia y la identidad argentinas, sino sobre todo por una puesta que combina novedad y riesgo en iguales proporciones y en todos los frentes, empezando por el actoral. Y esas cualidades fueron las que inclinaron la balanza a favor de María Onetto, que por su calidad interpretativa conquistó recientemente el Premio Ace dentro de la categoría “Actriz en obra para un solo personaje”.
“Tengo contradicciones respecto de la idea de la competencia en lo artístico, porque el arte es el reino de la singularidad y hay lugar para todos, porque es necesario que todos nos expresemos. Pero, objetivamente, siento que Potestad es un gran trabajo, y por eso sentí que si ganaba el premio era algo justo”, comenta la actriz respecto de las expectativas que le generaba su nominación.
En cartel desde mayo, y con buenas repercusiones sostenidas por un infalible boca a boca, el unipersonal escrito por Eduardo “Tato” Pavlovsky y dirigido por Norman Briski revela el horror de la apropiación de bebés en la última dictadura cívico-militar a través de uno de sus protagonistas, un médico que vive con su mujer Ana María, y Adriana, la niña que secuestra y cría como hija propia.
“La obra es una bomba textual que está llena de signos de excelencia. Cuando recibí el premio, no pude agradecerles a Renata Schussheim y a Leandro Bardach, que están a cargo del vestuario y la escenografía y son parte del equipo creativo. Esta puesta es la primera producción teatral original que hizo la sala Caras y Caretas durante la gestión de Marcelo Melingo y Horacio David, y por eso tiene todos los signos de algo que se hace por primera vez, con mucho amor y cuidado. Este era un espectáculo que se pensó para una pequeña temporada, pero vamos a reestrenarlo el año que viene porque tiene mucha tela para cortar”, cuenta Onetto, quien también reestrenará en 2020 las otras dos piezas en las que trabaja actualmente: Valeria radioactiva (martes a las 21, en Espacio Callejón, Humahuaca 3759) y La persona deprimida (domingos a las 19, en Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551).
Protagonizada por el mismo “Tato” Pavlovsky, Potestad fue estrenada en 1987 con la dirección de Norman Briski, quien repite la experiencia sumando una estética como la del teatro noh alejada de la idiosincrasia de las artes escénicas locales. Y para Onetto significó un desafío completo, porque nunca había actuado sola, pero además también porque nunca había trabajado con Briski en teatro, aunque ya habían coincidido en series televisivas como Tratame bien y La pulsera. “Con Norman nos complementamos. Somos muy diferentes, pero nos une mucho una ideología dramática y un compromiso con lo que se hace. Somos personas rigurosas, no efectistas y muy preocupadas por lo que le damos al que mira”.
-¿Cómo evaluás esta experiencia de trabajo teatral con él?
-Fue una experiencia llena de singularidades. Norman es una potencia creativa que sobre un mismo material propone muchas asociaciones interesantes y uno no sabe con cuál quedarse. Tuvimos un proceso de ensayos de cinco meses y cuando él me habló del teatro noh empecé a hacer mi entrenamiento con Daniela Rizzo. Después nos juntábamos en el teatro Calibán los domingos a la mañana, y él veía lo que habíamos entrenado y hacía las marcas de la puesta, previas a las marcas de actuación. Fue un trabajo de orfebrería, muy artesanal. Norman se encargó de que esta obra no fuera para una sola persona sino que todos los signos y personajes que se nombran estuvieran presentes de alguna manera.
-En el personaje que interpretás hay algo de la banalidad del mal de la que habló Hannah Arendt. Un hombre común, profesional, que quiere a su familia, pero que al mismo tiempo es capaz de un delito horroroso.
-Claro. Uno de los grandes valores que tiene la obra es que el espectador comprende que el ser buena o mala persona es una decisión ética. Esos monstruos los tenemos todos y nosotros decidimos que no vamos a ir hacia esas oscuridades. Pero este personaje es un mediocre. Es alguien que no tiene una ideología elaborada. No piensa que está haciendo algo mal, sino que siente que salvó a una nena de unos padres que seguramente iban a lavarle la cabeza y a proponerle valores que para él no tienen que ver con el orden. Es un repetidor de consignas de derecha, conservadoras. El siente que su situación de pareja se debilita, y cree que una de las razones es el hijo que esperan y que no llega, entonces esa hija viene a completar eso. Luego le arrebatan a esa hija y uno ve que no tiene recursos para sostener a su esposa ni para sostenerse a sí mismo. Uno ve actualmente, por ejemplo con el tema del aborto, convicciones que parten de la ignorancia, de un pensamiento achatado y de falta de información. Hay una obstinación en repetir consignas porque sí, sin comprender lo que se habla. Y cuando empezás a abrirte para dejar de ser ignorante te encontrás con cosas que te llevan a salir de tu egoísmo, de tu ombliguismo y de tus ideas negadoras.
-Este hombre, además, reprime sus sentimientos. Es rígido y contenido. ¿De qué manera trabajaste la composición desde su género y su psicología?
-Este es un personaje dogmático que decreta cosas. Y el texto es un tratado sobre algunos puntos muy centrales de lo masculino. Este hombre no se preocupa por lo que le pasa a su mujer. Su preocupación es que ella no lo mira y que él no se siente valorado, porque él busca sentirse potente a través de la admiración de su esposa. Y a mí me interesó comprender eso porque algunas veces yo estuve como mujer en el lugar de jugarle ese rol a lo masculino y me preguntaba por qué no existía una reciprocidad. Siento que esto es algo muy contemporáneo y Norman me ayudó porque es un hombre en proceso de deconstrucción que se está planteando cosas, entonces también le interesaba discutir y exponer esos asuntos.
-Este es tu primer unipersonal y actualmente existe mucha oferta de obras con este formato interpretadas por mujeres. ¿Creés que esto se debe a un clima de época que promueve que la mujer encuentre más espacios?
-Está bueno como actriz pasar por la experiencia de hacer un unipersonal, pero no es la situación ideal, porque el teatro es una actividad gregaria. En este momento estoy haciendo dos unipersonales, pero no es bueno instalarse en ese lugar de actuar permanentemente solo porque uno se pierde algo de la situación poética y humana que tiene la actuación, y lo que implican las fricciones con los otros que te amplían mucho. Y en relación a las mujeres, creo que ese empoderamiento que hemos estado ganando está tomando todos los sectores. Si bien hay más hombres en el campo de lo creativo, las mujeres siempre hemos sido una fuerza muy activa en el teatro, y esto es consecuencia de esa legitimidad que nos hemos dado a nosotras mismas y de ese derecho de ocupar espacios.
*Potestad se presenta en Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037), los viernes a las 22.30, hasta el 29 de noviembre.