Al frente de numerosos éxitos televisivos, Osvaldo Laport consolidó su carrera como galán de telenovela, pero ese papel, lejos de encasillarlo, lo catapultó a otras experiencias. Es por eso que en la actualidad el actor se dedica a la docencia con clases de teatro, dirige y actúa en el circuito off porteño.
“Yo disfruto cada cosa”, asegura el intérprete, quien acaba de finalizar una gira nacional con Rotos de amor, donde compartió elenco con Pepe Soriano, Víctor Laplace y Hugo Arana. Precisamente fue su composición en esa pieza la que lo condujo a ser hoy quien encabeza el elenco de Un susurro de alas, escrita por Sandra Franzen, dirigida por Graciela Pereyra y con música en vivo de Carlos Irigoyen.
Ganadora en 2018 del primer premio del concurso Roberto Arlt, de la Universidad Nacional de Arte, la obra pone en escena la historia de Prudencio, un patrón de campo conocido como Trabucco que busca conquistar el amor no correspondido de Elenita (María Gaddi), una adolescente que lo rechaza por la diferencia de edad y porque eligió el amor con Torito (Franco Marani), un joven peón que trabaja para él. Pero el hombre no se rinde frente a esa indiferencia y lo que primero intenta ser un acercamiento seductor con poemas y flores comienza a transformarse en una obsesión peligrosa.
Es esa dramaturgia la que convenció a Laport para hacerle un lugar en su apretada agenda a este nuevo trabajo actoral. “Hace un par de años largos estoy dirigiendo espectáculos de texto y empecé a descubrir que me encanta hacer las puestas en escena de todo lo que está relacionado con un buen material”, sostiene al respecto.
Para la directora, esta pieza es universal. “En la puesta tuve muy presente que no quería que la historia se ubicara en un determinado lugar. Lo que se cuenta puede pasar en Rusia o en China”, asegura. Ella fue quien descubrió en Laport el actor indicado para encarnar este protagónico. “Lo que le está sucediendo a Osvaldo en este momento es que tiene una madurez en su trabajo y en la humanidad que le pone. Y eso es lo que vi en su actuación en Rotos de amor. Creo que a partir de ahí hay algo que cambió en él desde lo expresivo”, revela Pereyra.
Para el artista uruguayo, de amplia trayectoria en la Argentina, el rol de galán “siempre fue un personaje y no una carrera”. Su patrimonio, dice, es haber convertido a los galanes en antigalanes y recuerda una divertida anécdota. “Adrián Suar me llamaba por teléfono y me decía: ´Osvaldito, bajá un poquito al personaje. Si no, ¿las mujeres de quién se van a enamorar?´. Siempre me gustó ir más allá, componer y buscar”, confiesa el actor, que se desempeña como director artístico del Teatro Seminari, de Escobar, donde dirige Pizarnik en el club de la serpiente, de Francisco Scarponi y Mamá, te presento a mi novie, de Jorge Arcuri Márquez, mientras prepara un espectáculo de burlesque que se estrenará en diciembre en el Teatro Regina, y en el que dirigirá a su esposa y a su hija.
-¿Cómo surgió este proyecto que los juntó?
Graciela Pereyra: -Sandra Franzen me llamó apenas ganó el premio con su obra y me propuso dirigirla, y ahí empezamos un largo camino de búsqueda de los actores y empezamos por el personaje del patrón. Necesitaba un actor que tuviera dos características fundamentales que hicieran que el público pudiera tener empatía con él, y que no lo viera desde un principio como un ser nefasto y opresor. La idea es que no fuera desde el primer momento un villano. Porque además esto es lo que sucede con estos personajes en la vida real. Y fuimos al estreno de Rotos de amor y con el personaje que interpretaba Osvaldo me pasó eso mismo pero a la inversa. Al principio me parecía un personaje distante y pensé: “Y sí, ¿cómo no lo va a dejar la mujer? (risas)". Y la codeé a Sandra y le dije: “Ya tenemos a Prudencio”.
Osvaldo Laport: -Ese día me dijeron solamente que tenían un buen texto y que querían que lo leyese. Entonces, por un tema de ética y buen gusto, les agradecí y prometí leerlo. Y ni bien lo leí, automáticamente les contesté. Me pareció bellísimo. Como estaba haciendo gira, dirigiendo y grabando una película en Córdoba, preparamos la obra con pocos ensayos y encuentros.
-La obra aborda una temática muy actual porque visibiliza el patriarcado. Al respecto, Prudencio dice algo terrible: “Las mujeres decentes no desean”.
O.L.: -Es una frase tremenda. La obra muestra la fragilidad de los personajes. Creo que todos son víctimas frente a una estructura y una sociedad donde para el afuera hay que ser machistas, aunque después entre cuatro paredes seamos otros. Esa fue siempre mi observación.
-Los hombres como víctimas de un mandato de masculinidad…
O.L.: -Exacto. Y por eso Prudencio se muestra frágil cuando se quiebra inclusive delante de otro hombre, que es su peón, y no puede manejar lo que verdaderamente le pasa. El dice: “Necesito mujer para la descendencia”. Es crudísimo. Y todo lo que dice, lo dice llorando, porque no quise interpretarlo desde la arrogancia.
G.P.: -Hay una dicotomía en este personaje, porque él lucha contra sus instintos más profundos, que son esa necesidad de poseer aunque le digan que no y el deseo de tener un amor. Es un hombre con poder que no puede hacer nada de lo que cree que puede.
O.L.: -Hay que decir además que tiene una gran sensibilidad, porque de otra manera no pretendería ser poeta.
-El deseo de la mujer también está en cuestión y eso es algo muy actual en tiempos en que ese derecho se reivindica.
O.L.: -Existe una revolución que debe llevarnos a una orilla donde encontremos equilibrio y sensatez, pero lamentablemente está sufriendo mucha gente. Desde el lado de la mujer, por no saber el comportamiento a tomar. Y desde el lado del hombre, por no saber qué comportamiento debe transformar, omitir o agregar para no lastimar a alguien. Estamos en un momento social muy delicado y deseo de corazón que lleguemos a la orilla sanos. Me parece extraordinaria esta revolución e históricamente la acompaño.
G.P.: -La discusión no debería ser planteada desde la mujer contra el hombre sino contra la sociedad y el modo cómo nos educan.
-¿Habías actuado anteriormente en teatro off, Osvaldo?
O.L.: -Antes de hacer televisión, hice mucho teatro con figuras como María Rosa Gallo, Raúl Rossi, Lautaro Murúa y Jorge Luz. Y mi primer trabajo comercial fue en el Centro Cultural San Martín, con la obra La importancia de llamarse Ernesto, dirigida por Santiago Doria. Eso fue para mí trabajar en el circuito off. A partir de ahí, siempre trabajé en la calle Corrientes. Pero creo que un buen texto no merece un lugar puntual. Es hora de dejar de diferenciar entre el circuito off y el comercial porque todo es teatro. Estoy acá porque me atrajo el texto y ni siquiera se me cruzó pensar dónde iba a presentarse la obra.
*Un susurro de alas puede verse en El Método Kairós (El Salvador 4530) los miércoles a las 21.