La inmensa mayoría de la comunidad científica sostiene que la gestión del oficialismo ha sido paupérrima. Así lo confirma un estudio reciente publicado por el colectivo de Científicas y Científicos y Universitarias y Universitarios de Buenos Aires que anuncia que 8 de cada 10 investigadores considera a la administración actual de manera negativa.
Los científicos no configuran un campo idílico ni desprovisto de roces, perspectivas ideológicas divergentes y tensiones. Todo lo contrario. El rechazo generalizado ocurre porque a sus protagonistas los une la desdicha. Incluso, aquellos investigadores del Conicet que en el último tiempo se proclamaron oficialistas reconocen y critican el presente de espinas que atraviesa del sector.
Hacia fines de 2015, si en algo podría estar de acuerdo todo el arco político era en el desarrollo alcanzado por la ciencia y tecnología. ¿Faltaba? Sí, faltaba. Pero durante el kirchnerismo había emergido un nuevo espacio que prometía articularse con los actores del mundo productivo que asomaban la cabeza. Eso quedó probado con la reconfirmación, por parte de Mauricio Macri, de Lino Barañao como ministro del área. Al respecto, estaban los que decían que sería imposible sostener el crecimiento del sector con una administración nacional que no simpatizaba con la industria local, el conocimiento y la soberanía; y, por otro lado, los que confiaban en que el jefe de la cartera podría sortear los inconvenientes y llevar agua para el molino CyT. El tiempo, como es popularmente conocido, le daría la razón a los primeros. Hoy, de nuevo, se puede estar convencidos de que sin proyecto político detrás no hay sistema científico-tecnológico que prospere.
En los últimos cuatro años, la ciencia y la tecnología pasaron de ser percibidas como una política de Estado a ser entendidas como un actor desguarnecido, sin peso simbólico y mucho menos material. Así, contra todas las promesas que Mauricio Macri enarboló en su campaña de 2015, el porcentaje del PBI para el sector no solo no alcanzó el 1,5% sino que retrocedió; los institutos del Conicet dejaron de recibir el dinero suficiente para funcionar con garantías; la construcción de infraestructuras iniciada durante la gestión anterior se estacionó; se redujeron los ingresos a carrera por lo que se incrementó, como contrapartida, el número de jóvenes desempleados con doctorado y posdoctorado; y, en efecto, se reabrió el grifo de la fuga de cerebros al exterior, mientras los que estaban afuera repensaron su regreso. Asimismo, el quiebre del juego democrático al no designar en sus cargos a los directores electos del Consejo (primero a Roberto Salvarezza y luego a Mario Pecheny y Alberto Kornblihtt) en un acto de discriminación política; los golpes mediáticos orquestados contra las ciencias sociales; y la degradación del MinCyT en secretaría fueron acciones que también se orientaron en un único sentido: desmontar la soberanía.
Si bien en 2015 la inversión en I+D en relación con el PBI alcanzaba el 0,63%, dos años más tarde ya estaba en 0,55%. Se prevé, con seguridad, que en este 2019 se consolidó la baja. Pero no se sabe porque no hay números disponibles. “No tenemos los números de este año ni del anterior. Si bien es cierto que es una información que, históricamente, se demoró en publicar, podemos afirmar que este gobierno no quiere que se divulguen los datos. Han discontinuado todo tipo de producciones vinculadas a información presupuestaria sensible; lo destruyeron todo. Seguramente sabremos la verdad de la situación durante el gobierno de Alberto Fernández y los funcionarios macristas se harán los desentendidos”, señala Jorge Aliaga, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y, actualmente, Secretario de Planeamiento en la Universidad Nacional de Hurlingham.
En 2015, en el debate presidencial con Daniel Scioli, Macri sostuvo que llevaría el presupuesto del área a 1,5%. En el medio, mientras que Barañao infló la utopía y la pateó para 2023, Gabriela Michetti se excusó alegando que las promesas tenían carácter aspiracional y que condensaban –sencillamente– una expresión de deseo. “La promesa fue una locura. Imaginate que se hubiera cumplido el incremento de esa escala en un año, no hubiéramos tenido dónde colocar las inversiones; no podríamos ni siquiera haberla gastado. El problema que tiene hoy el país es que existen muy pocas empresas de gran tamaño que pertenezcan al capital nacional. El vínculo de la ciencia con el aparato productivo requiere de una reconfiguración de la matriz, un nuevo modelo. De esto siempre hablamos con colegas como Fernando Peirano y Fernando Stefani”, plantea Aliaga. Y completa, quien fuera bautizado por Dora Barrancos como “el sabueso de los números”: “Solo para mantenernos en el mismo nivel de riqueza deberíamos incrementar el PBI todos los años. Con el macrismo se achicó y, como si fuera poco, el presupuesto destinado al sector también disminuyó. Para colmo, el problema que tiene el escenario CyT es que buena parte de los insumos están dolarizados”.
El presupuesto nacional se divide en finalidades que, a su vez, se subdividen en funciones. Una de ellas está destinada a “Ciencia y Técnica”. Allí se incluye el monto aprobado por el Congreso y las partidas que el Estado considera que pertenecen al sector. El exMinCyT, el Conicet, el INTI, el INTA, la Conea (Comisión Nacional de Energía Atómica), la Conae (Comisión Nacional de Actividades Aeroespaciales), entre otras, son las instituciones que obtienen una porción de la partida. “Solo para citar algunos ejemplos, de 2015 a 2020, la inversión del INTI cayó en un 57%, la del INTA en un 49%, el funcionamiento del Conicet en un 43%, la Conae en un 63% y la Conea en un 39%. Será muy difícil revertir estos porcentajes, la única buena noticia es que solo duró cuatro años, ya que de lo contrario la debacle podría haber sido mayor”, advierte.
Lo que Macri se llevó
“Esperábamos algo malo pero no tan malo. En 2017 vimos cómo 500 jóvenes se quedaban afuera del ingreso a la carrera del Conicet y a partir de allí, la situación fue cada vez peor. Por otro lado, los que ahora están becados ganan salarios que están por debajo de la canasta familiar, les espera un futuro incierto. La oferta es Ezeiza, o bien, ir a trabajar realizando tareas para las cuales están sobrecalificados. Así como están las cosas, los pibes no tienen ni presente ni futuro”, apunta Ana Franchi, directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos. Y continúa con el diagnóstico de lo que Macri dejó: “Los salarios son bajísimos, no solo para los científicos sino para los cargos administrativos. De parte de (Ministerio de) Modernización ha habido una persecución muy clara durante estos años. Hemos perdido gente realmente muy valiosa. Lo mismo con los institutos del Conicet”.
El caso de los institutos es paradigmático. La corrosión del sector fue tan pronunciada que muchos directores expresaron que no tienen dinero para abonar el mantenimiento de ascensores, que no pueden pagar la limpieza o la seguridad y que, incluso, han puesto a disposición sus recursos personales para comprar insumos de laboratorio que, con la plata que envía el Estado, no podrían obtenerse.
“Lo que pasó en estos años fue una calamidad, pero se veía venir. En 2016, cuando nos reunimos con el presidente Alejandro Ceccatto en el piso 11 de un edificio recién inaugurado (Conicet), planteó que la situación del Consejo era inviable y que no sabía para qué servía. Parecía surrealista, me fui con una bronca. Fue el adelanto del deterioro institucional que se vendría y fue fomentado por las propias autoridades”, narra Juan Pablo Paz, director del Instituto de Física de Buenos Aires. Y sigue con su indignación manifiesta: “El manoseo con la designación de los miembros del directorio marcó el regreso de la discriminación política. También fue nefasto el desprestigio del gobierno y de los medios masivos hacia las ciencias sociales. El exministro Barañao y (Jorge) Aguado saliendo a mentir descaradamente, ocultando las cifras reales del presupuesto; la sensación de que los pibes se volvían a ir. Todo fue muy duro. Lo viví con muchísima tristeza”, relata Paz.
“Estuvimos mucho tiempo en la calle y lo hicimos porque teníamos algo por lo que luchar. Durante doce años de kirchnerismo pudimos advertir, como nunca antes, cómo se edificaba el sistema científico. Salimos a defender lo logrado porque era una política del exgobierno que nosotros habíamos abrazado con fuerza y no queríamos resignarnos a perder”, describe Paz.
Futuro
“Hay muchos desilusionados para los cuales la carrera científica dejó de ser una opción. Esta es la consecuencia más grave que dejó la gestión macrista en el sector. Si no tenemos los suficientes recursos humanos, el sistema se muere. Todo lo que se había logrado durante los mandatos previos se derrumbó de manera notable. Tenemos que volver a ilusionar a los jóvenes y convencer a los de afuera para que quieran volver. Los necesitamos a todos. Hay que volver a enamorar”, propone Franchi.
Paz cuando concluye: “Es ilusorio creer que podrá haber una política de Estado en CyT si el país no apuesta a potenciar el desarrollo industrial. Ahora estoy esperanzado, no puedo ser neutro; espero que la gente designada en el nuevo ministerio conozca bien de cerca el sistema. Estoy convencido de que tenemos con qué soñar”.