“Dos jóvenas de 19” conversaron con Marta Dillon sobre los cimientos que la generación centennial vino a derribar: las actrices Maite Lanata y Carolina Unrein, quien además es modelo y autora de Pendeja, diario de una adolescente trans. Como quedó expuesto, las jóvenas comparten no solamente oficio, sino también una visión del mundo. La distendida charla en el Café Cultural Caras y Caretas, ubicado en San Telmo, recorrió una multiplicidad de temas. Por la identidad de Unrein –“fluctuante”, en sus palabras-- y por la célebre interpretación de Lanata de un chico trans en la novela 100 días para enamorarse, uno de los ejes fue la diversidad. El pañuelo verde estaba en primer plano en la mesa que compartieron periodista y entrevistadas.

La charla formó parte de las actividades del programa de soci@s de Página/12, que la semana pasada recibió a Miss Bolivia. Unrein compartió que empezó a “transicionar” a los 13, 14 años. Que el primer día de clases llegó y dijo “mi nombre es Carolina”. Lo considera “un gran acto feminista”, en el contexto de Diamante, un pueblo de 20 mil habitantes de la provincia de Entre Ríos. “Estoy en un momento muy difícil ahora, creciendo en un mundo que se lleva a una de nosotras cada 96 horas. Nuestro promedio de vida es de 35 años. Estoy construyendo una identidad en un mundo que me quiere muerta, que intenta desaparecerme e invisibilizarme”, expresó la joven, en uno de los momentos más crudos de la charla. Sus recuerdos de los tiempos de secundaria son “bastante borrosos”: a lo mejor una estrategia para “sobrellevar el dolor” que padeció cuando la molestaban “por ser puto”. Reconocerse ante los demás como Carolina marcó “un antes y después” en la relación con sus compañeros. Una vez en Buenos Aires recibió contención en Casa Brandon, club de cultura queer donde halló a su “segunda familia”. “Desde la soledad no se puede construir nada”, sentenció, parafraseando a Diana Sacayán, víctima de un travesticidio.


Lanata comenzó a actuar cuando tenía apenas 11 años. En ese entonces lo tomaba como un juego. Lo sigue tomando así: piensa que actuar siempre es jugar. No obstante, bien temprano, comenzaron a tocarle trabajos que le exigían “responsabilidad” y una conexión con el universo social. En términos de diversidad, incluso antes de Juan, el chico que en 100 días para enamorarse se fajaba los pechos, vestía ropa holgada, andaba en skate y escondía su cabello rubio bajo una gorra. La película Mía (2010, de Javier Van de Couter), en la que actuó, es la historia de una travesti que trabaja de cartonera y vive en una villa miseria habitada sólo por gays y trans. “Fue bastante de vanguardia. La hicimos antes de la Ley de Matrimonio Igualitario”, puntualizó la actriz.
“Cuando hice el personaje de Juan me sorprendí de cómo llegó, de la masividad que hay en la tele. Viajé a distintos lados y vi la repercusión que tuvo, y las diferencias en cómo se puede tomar el tema. Me di cuenta de que tenía una responsabilidad. Muchas veces escuché el comentario de que un chico trans tendría que haber hecho ese personaje. Lo comparto en lo político, pero en lo actoral estoy muy contenta por haberlo hecho. Si no lo hubiera hecho con responsabilidad, avalada por la Asociación de Familias Diversas, hubiera estado muy a la deriva. Son temas serios y hay que tratarlos con seriedad”, se explayó la actriz de Argentina, tierra de amor y venganza. Unrein reconoció haberse sentido “molesta” en varias ocasiones por el hecho de que actores cis encarnen personajes trans: “Pero el caso de Maité es distinto. En la Argentina no hay casi personajes ni historias sobre personas trans. Esta era una de las primeras veces que se contaba en una novela, que la ve tanta gente. Sumó muchísimo más de lo que restó y un montón de pibitos se sintieron reflejados”.
“¿Qué significa tener 19 años en este contexto histórico? ¿Cuánto están conectadas con las noticias? ¿Cuánto se preocupan por lo que pasa alrededor?”, les preguntó a las entrevistadas la editora de Las 12, que había bromeado con sentirse una abuela en medio de ellas dos. Mencionó el golpe de Estado en Bolivia y el estallido social en Chile. “Esta generación está creciendo en un momento bisagra en muchos sentidos. Con la revolución feminista, etcétera. Y está creciendo políticamente mucho más despierta que otras. Teníamos 15 cuando sucedió lo de Ni Una Menos. En mi carácter de persona trans siempre tuve una gran necesidad de estar metida en lo político”, respondió Unrein. “Me sorprende cómo se repite la historia. Cómo lo que leí en el colegio, lo que aprendí, lo estoy viendo. Se me pone la piel de gallina. Nunca pensé que iba a vivir una cosa así. Me shockea y sigo sin poder creerlo”, manifestó Lanata.
Ambas quedaron en silencio cuando Dillon les preguntó cómo se veían en el futuro. La de los centennial es “una generación muy deprimida”, afirmaron, y sugirieron que “no poder pensar en el futuro es un clima de época”. La periodista y las jóvenas conversaron, además, sobre la masculinidad cisgénero. “Me dan miedo y me relaciono sexo afectivamente con ellos”, dijo Unrein; “están medio desequilibrados, intentando deconstruirse, pero muchos son feministas en la palabra y no en actos”, añadió Lanata. Se explayaron sobre las construcciones estereotipadas de la televisión, como los celos en los vínculos amorosos, y el lenguaje inclusivo, definido como “un cambio total de paradigma”, porque el lenguaje “crea mundos y sentido”.
El último pasaje del encuentro estuvo vinculado a la idea que Greta Thunberg, cercana en edad a las actrices, está imponiendo en la agenda mundial: que el mundo se acaba. Lanata no puede imaginarlo; cree que por estar impregnada por la visión occidental y cristiana en torno a la muerte. “Es difícil creer que el mundo va a terminar, hay un gran miedo a aceptarlo. Estaría bueno enfrentarlo. ¡Qué alivio que los humanos van a morir! Pensar que por fin vamos a dejar de causarle tanto daño a la Tierra. El mundo se va a acabar, pero para nosotros. Porque se va a regenerar y seguirá su vida tranquila, divina. Qué alivio, pobre Tierra. Suficiente nos ha aguantado”, expresó Unrein, en un tono entre la tragedia y la comedia.