L os 70 años del decreto 29.337, que garantiza la gratuidad de la enseñanza universitaria en la Argentina, representan un hito de repercusión universal entre la idea de Estado y su vinculación con la inclusión, la movilidad social y la inversión en investigación y desarrollo.
En cada estudiante, en cada graduado, la Universidad pública y gratuita da testimonio de una identidad que la trasciende y que está incorporada a los hogares argentinos: que más del 80% de los miembros de nuestras instituciones representen la primera generación de universitarios en su familia y que parte del decil más bajo haya logrado el acceso, define un campo de desarrollo inédito, aunque esta condición está lejos de ser suficiente.
Para que esta movilidad social ascendente puede efectivizarse y sostenerse, la gratuidad no basta: es necesario construir mecanismos que garanticen la permanencia y el egreso, que creen condiciones de relación e intercambio entre la Universidad y las comunidades donde desarrolla su actividad y que reduzcan la brecha de desigualdad que aún impide el acceso libre. Garantizar el libre acceso fue la búsqueda de equidad. Esa deuda sigue pendiente.
El decreto de 1949 es algo más que gratuidad: es la idea de un Estado presente, que entiende a la educación como un bien para el desarrollo colectivo. Pensarla en el ‘no arancelamiento’ sin reflexionar sobre la lógica en la que ese modelo fue concebido, es una mirada incompleta. Nuestras universidades son el testimonio de que un Estado presente transforma para bien.
Somos instituciones legítimas en la percepción colectiva: porque cada historia que nos habita lo es. En cada sueño, en cada vocación, se expresa también una reivindicación, un desafío y una defensa de los valores de lo público conferidos en una identidad que nos define.
La base de esa identidad, en la que basta mencionar que estudiamos o nos recibimos en una Universidad Pública, para que un conjunto de valores positivos se nos asocien, nos obliga a entender los nuevos desafíos. Estamos, de manera lamentable, discutiendo en nuestra región conquistas que pensábamos innegables e irreversibles. En este contexto, reafirmar cuál es nuestro origen se vuelve indispensable. La Universidad debe redefinir sus funciones de acuerdo a dos variables: qué consensos necesitamos, expresado en los valores que consideramos innegociables, y de quién lo necesitamos, para determinar nuestros socios en la construcción colectiva
Para quienes formamos parte, además, del conjunto de Universidades del Conurbano Bonaerense, el significado de la idea de gratuidad y la necesidad del consenso sobre las problemáticas comunes, expresa la urgencia y el sentido de nuestro trabajo, en cada uno de los distritos en los que día a día construimos comunidad.
Así como la gratuidad representó, hace 70 años, una conquista que permitió abrir una nueva etapa de derechos en nuestro país, en nombre del libre acceso, el desarrollo colectivo y la comunidad organizada, hoy resulta insuficiente para generar garantías y posibilidades y eso nos exige abrir el debate sobre el rol de la Universidad Pública en la Argentina que viene.
Diego Molea: Rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ).