Las performances del colectivo teatral Fuega Paliza son descolocantes, disruptivas, llenas de sensaciones, experimentales, místicas. Sus intervenciones buscan salir de lo hegemónico, incomodar a la audiencia y sorprenderla.
Una de sus perfos empieza con la irrupción de una chica de pelo rojo intenso que renguea con una pierna enyesada en papel film y vestida con una bata de paciente. Desorientada, la actriz se sube a una mesa y se coloca en posición de parto. Los médicos, con medias de nylon en la cara, le decoran el cuerpo con rosarios y la toquetean bruscamente, mientras ella comienza a parir entre rezos y cánticos religiosos. Nace una criatura, estallan confetis, actores y público se mezclan en un apoteosis infernal.
Fuega Paliza es un colectivo performatico compuesto por ocho chicxs de diecisiete y dieciocho años que empezaron a trabajar juntos mientras eran compañerxs de cuarto año en el colegio Carlos Pellegrini, el año pasado. Su primera presentación fue en el patio de su colegio en el marco de un festival de género. El objetivo era recaudar dinero para viajar al Encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias de 2018. Se pararon en el medio del patio y literalmente gritaron las cosas que sentían con las que estaban enojadxs. “Todas las bandas que iban a estar sobre el escenario eran de chongos cis”, dice Malena Vera. “Y era supuestamente un generock”, agrega Juana Roset. A partir de esa primera perfo improvisada, lxs Fuega Paliza se consolidaron como grupo con Malena, Juana y también con Julieta Galeano, Lorena Moran, Eva Capuano, Rigel Bonany, Sofia Grosman y Manuela Link.
En un día soleado, sentadxs en la plaza Rodríguez Peña, Juana Roset y Malena Vera contaron a Las12 el momento en el que surgió la idea del nacimiento de Fuega. “Nuestra idea en un principio era hacer una banda de cumbia. Estábamos en los días de la primera media sanción del aborto y mientras veíamos una banda de cumbia dijimos: ‘queremos hacer algo así’” dijo Juana Roset. Después se dieron cuenta de que no sabían tocar ningún instrumento y pensaron entonces que su primer recital tenía que estar intervenido, que el público debía increparlas, reclamarles: ¿qué hacen, chicas, en el escenario? De modo que lo performatico se fue dando naturalmente, y también la idea de dejar un mensaje con el arte.
Entre risas, Juana Roset contó que “el nombre tenía que ser algo potente” y se le ocurrió Fuega. Y luego Lorena Moran propuso Paliza, porque el colectivo debía ser “la paliza que necesitabas para rescatarte.”
Cada intervención de Fuega Paliza es distinta. Tratan temas que engloban conceptos: “buscamos que el público pueda percibir y absorber del entorno de maneras no hegemónicas”, continúa Malena. “No seguimos la manera tradicional de ir a ver un espectáculo, sentarte y saber que nadie te va a tocar, que nadie te va a hacer nada y te vas a sentar a ver un show”. Malena –o Mashi, como suelen llamarle lxs demás fuegxs- habló sobre la intención general de las intervenciones: “La sensación de estar en el escenario es casi nula siempre, casi llega un deseo del espectador como “wow yo quiero que el mago me elija para ir a hacer el truco”.
Los temas que aborda Fuega Paliza, con el fin expreso de incomodar al espectador, pueden ser desde el sexo a la muerte, ideas que a la gente le cueste afrontar. De todos modos, su propósito es no incomodar de manera invasiva: siempre ofrecen la oportunidad de participar o no de la intervención.
En una de sus últimas performances propusieron una especie de meditación guiada durante la cual le taparon los ojos a lxs espectadores. La entrega total de las personas al aceptar el reto de perder el sentido de la vista, ya las dispuso a un estado de suspensión del tiempo. Luego lxs actores les pasaron telas muy suaves por distintas partes del cuerpo, acción que provocó reacciones muy intensas y profundas.
¿Cuáles son los propósitos de Fuega Paliza hoy? Fortalecerse como grupo emergente y trabajar duro para lograr un objetivo mayor: crecer en un ambiente artístico y social en el que todxs puedan sentirse cómodxs.