Por más inconcebible que suene, la última lucha que están librando las mujeres en Japón es para se les permita usar anteojos en sus lugares de trabajo -desde restaurantes hasta hospitales-, impedidas en numerosas empresas por absurdas y sexistas políticas. Acabar con tan obsoleta y restrictiva imposición es el nuevo frente de batalla de un creciente movimiento feminista en el país nipón, que en meses pasados ya se había manifestado contra otras exigencias a trabajadoras: ir maquilladas y en taquito, amén de dar con el look femenino que asignan los empleadores. Pues, hasta la coronilla de tan estrictos y machistas estándares de belleza, miles y miles han dicho basta en redes sociales, expresando su disconformidad con normas que incluso llegan a perjudicarlas físicamente, nocivas para su salud en ocasiones.
La chispa de la polémica, por cierto, la avivó un segmento emitido días atrás por la cadena nacional Nippon Television, que informaba sobre el edicto vigente en las más diversas compañías, a la par que entrevistaba a jefecitos varios para que espetaran sus razones. Cada cual ensayó motivos, algunos sinceramente ridículos. Gerentes de negocios, por caso, dijeron que las gafas daban a las mujeres un look “frío”, “hostil” y “poco femenino”, algo que de ninguna manera podía permitirse en puntos de venta al público que pretenden atraer y complacer a compradores (varones). Patroncitos de aerolíneas se decantaron por un loco: el marco de los anteojos -ofrecieron- impide que las trabajadoras tengan un pantallazo completo, creando un potencial riesgo a la seguridad de aeropuertos; un “obstáculo” que curiosamente no estorba la visión de colegas hombres… Para portavoces de ciertas compañías beauty, la apariencia antes que la salud: en tanto los anteojos no permiten que se precie en su totalidad el maquillaje de las laburantes, o ciegas o con lentillas. Que el abuso de lentes de contacto pueda provocar queratitis, la inflamación de la córnea, evidentemente les importa medio rabanito. Mientras, desde restaurantes tradicionales nipones, esgrimieron que las gafas sencillamente no pegan con los kimonos, y el total look está primero.
A argumentos necios, un indignado torbellino online: porque raudamente miles y miles de mujeres comenzaron a expresar su indignación en redes a través del hashtag メガネ禁止 (en castellano, Anteojos Prohibidos), subiendo fotos personales o ilustraciones de personajes femeninos de animé usando el objeto de la controversia. Compartiendo además mensajes de justificado enfado, entre ellos: “¿En qué agujero infernal de la línea de tiempo hemos caído para que el uso de anteojos esté siquiera en discusión?”, “Puede que Japón esté a la vanguardia del mundo en materia tecnológica, pero estos gestos lo devuelven a la era primitiva”, “Primero maquillaje, después tacos, ahora lentillas, ¿qué nos deparará el mañana en esta obsesión porque seamos una Yamato Nadeshiko (término japonés que designa la personificación de la mujer ideal, el epítome de “belleza pura y femenina”)?”.
“Si llevar anteojos realmente fuera un problema serio, debería estar prohibido su uso tanto para mujeres como para varones, y no es el caso”, fue la rotunda respuesta de la actriz y escritora Yumi Ishikawa al ser consultada sobre la espinosa cuestión, que tachó de “discriminación sexual”. Meses atrás, vale recordar, la artista encabezó la viralizada campaña KuToo (a partir de los términos kutsu -calzado- y kutsuu -dolor-). Campaña hermanada que denunciaba la imposición de empresarios japoneses de que sus empleadas llevaran stilettos; para lucir más glamorosas, sobra decir, factor que al parecer prima por sobre otros tan menudos como la incomodad o los problemas de columna…
“Pedimos una ley que impida a los empleadores forzar a las mujeres a usar tacos elevados, una forma de discriminación sexual que constituye hostigamiento”, declaraba entonces la aguerrida Ishikawa, que sumó varias decenas de miles de firmas en apoyo a su iniciativa. La propuesta, sin embargo, cayó en los oídos decididamente sordos del gobierno nipón, dando parte del Ejecutivo una respuesta menos que auspiciosa sobre el asunto. El ministro de Salud y Trabajo, Takumi Nemoto, sin más, se manifestó públicamente diciendo que -a su entender- pedirle a las mujeres que se calcen tacones en el trabajo es algo “socialmente aceptado que cae dentro de lo necesario y apropiado en un entorno laboral”. Contestación que, por más medieval que resulte desde otras latitudes, no sorprendió realmente al medio brit The Guardian, que recientemente se ha encargado de recordar que, según el último informe sobre brecha de género realizado por el Foro Económico Mundial, Japón ocupa el puesto 110 entre 149 naciones, muy por detrás de otros países desarrollados.