FAN> Una artista elige su obra favorita: Micaela Piñero y la Retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta (2000).
Todavía recuerdo la sensación de escaparme para alejarme de mis padres, con la intención de irme a donde yo quiera. Eran los 2000, ya tenía diez años y los festejé comprándome en un Todo x 2 Pesos una lapicera que era verde con brillos y el tope de arriba se doblaba en forma de numero 2000 y también tenia plumas verdes suaves. Esa era una visión del futuro y la lapicera verde me haría escribir en diarios íntimos con hojas perfumadas y estampadas con flores y estrellas, diarios protegidos con candados pequeños que se abrían con llaves más diminutas aun. Ahí contaba lo que me pasaba y como me sentía, en esa intimidad empecé a descubrir lo que me gustaba y comprendí que era fanática de todo.
Fanática de los días y sus variantes climáticas, de los paseos en bicicleta, del barro, del asfalto, de los tiempos de silencio, pero mucho más de cuando me alejaba de la mano de mis padres.
Fue en ese 2000 donde aprendí a ser yo yo misma.
Era verano, tenía un jardinero azul y unas Topper blancas, no sabía que era vestirme bien o mal, no entendía lo que era ser cool o como tenía que serlo, me gustaba observar y conocer, distinguir las cosas desde un lugar intuitivo y exploratorio, como la de un niño que comienza a dejar de serlo.
Sábado en Plaza Francia, feria de artesanos, estaba lleno de turistas, personas paseando, niños jugando en el pasto, el vendedor de copos de azúcar, el de panes rellenos y también el de las bebidas frescas. Todas las personas sonreían y estaban felices viendo las artesanías, metiéndose entre los pasillos pequeños, los toldos con sus telas que separaban un pasillo del otro. Yo los conocía de principio a fin a cada uno de ellos, pasaba por cada puesto y reconocía los materiales, los tocaba para aprender como estaban hechos, carteras de cuero, mates, platería, collares, manualidades, ropa, sahumerios e instrumentos, juegos de madera, jabones y velas, flores, esculturas con alambre, ponchos de lana, adornos de vidrio, utensilios de madera para casa, artesanías de pueblos originarios, postales de fotos de lugares clásicos porteños, imanes del obelisco y del tango, chops realizados con latas de cerveza, pulseritas con tu nombre o signo zodiacal, miniaturas de porcelana coleccionables y tantas genialidades más realizadas con las manos.
Así aprendí a observar y a reconocer los materiales y las creaciones de los seres humanos. Cultivé el gusto distinguiendo lo que me gustaba ver y lo que no y ese es el comienzo de este relato.
Fue un despertar que tuve, transformando la ilusión que tenían mis padres al pensar que los autos en el 2000 iban a volar, no iban a volar, pero sí iba a empezar a volar yo por cuadros, museos y esculturas en el Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Cultural Recoleta.
Hacía calor y no había un lugar más fresco para estar que esos dos lugares, estaba sola y me quedaba horas y a veces el día entero viendo pinturas, escultura y tapices, apreciando lo insólito acercándome a ver una pintura de cerca, queriendo tocar para entender de qué material eran, y lo hacía cuando los cuidadores de sala no me miraban.
Iba todos los fines de semana porque mis papás tenían un puesto en la feria de artesanos y ese sábado pasó algo raro que me llamó la atención.
Había una fila enorme en el Centro Cultural Recoleta que casi daba vuelta la manzana, sabía cómo entrar, conocía el centro como mi casa y entré sin hacer la fila, para lavarme la cara en el baño, secándome el sudor con unas servilletas de papel.
Ya estaba adentro y esquivé a las personas para ver que era lo que querían ver, nunca antes había visto tanta gente junta para ver obras.
Era la retrospectiva de León Ferrari en la sala Cronopios, habían 400 obras realizadas durante 50 años. En que la que vi, santos en sartenes, vírgenes al lado de rayadores de queso, más santos en picadores de carne, un Cristo crucificado en un avión de las fuerzas armadas de Estados Unidos, obra titulada La civilización occidental y cristiana: esa muestra me atrapó como nunca antes ninguna muestra lo había hecho.
Es la misma que fue censurada por el cardenal Mario Bergoglio futuro Papa Francisco, diciendo que era una blasfemia para los ciudadanos y para la Iglesia Católica que está al lado del Centro Cultural Recoleta, la misma tenia pegados carteles en sus rejas diciendo que no estaba de acuerdo con que la muestra continuara. Los fieles se sintieron atacados con estas imágenes y entraron a la sala muy disgustados y rompieron diez obras, lo que generó mucha masividad mediática y al día siguiente el Centro Cultural Recoleta explotó de visitas. Fue una de las muestras que más personas recibió y más se viralizó en el mundo del arte.
Yo deambulaba por los dibujos, los frascos y obras inclasificables en categoría para mi, en ese entonces. Me sentía como un espíritu que se dejaba poseer por los otros espíritus de las obras.
Dejando que toda esa información me invadiera, sin saber que era ni que pasaría en mi después. Memoria de un lugar y una sensación de ruptura, para salirme del cuerpo y volar en ese recuerdo tan nítido, como un Cristo muerto que vuela en un avión con una misión que el mundo entero desconoce.
Micaela Piñeiro nació en la provincia de Buenos Aires en 1990. Es artista visual, escritora y docente. En el 2001 comenzó su formación en pintura con Vasily Tretiakov, en el 2015 en joyería con Héctor Ruíz y Juan Carlos Pallarols. Posteriormente concurrió a clínica de obra con Marina De Caro y Leila Tschopp. Fue becaria del Programa de Centro de Investigaciones Artísticas (2017). Participó en muestras y recitales de poesía en Argentina, Chile, Estados Unidos, México y Alemania. Publicó los fanzines Desde Adentro (2011), Siempre hay un vacío (2011), Ofrenda (2013), Transformaciones (2014) y Abundancia (2016). Fundó en el 2012 el colectivo de poesía Las Pibas. Poemas suyos se publicaron en la antología de poesía Van llegando (Mansalva, 2017), Antología de poetas Argentinas, Australes y peligrosas (Cohuína, CDMX, 2018) y en Universidad de la violencia (Mansalva, 2018). Recibió la beca del Ministerio de Cultura de la Nación (2017) y el Premio Radar Literatura (2017 y 2018). Es representada por la galería Constitución. En 2017, participó en la convocatoria de escritores de Bienal Arte Joven Buenos Aires con su poema En el Río. También, fue seleccionada en la convocatoria de Artistas Visuales con su obra Lucha. instagram.com/mic_azul