Por mi edad, conocí el NO ya profesionalmente. O sea, desde el momento en que lo seguí lo entendí, al mismo tiempo, como medio de difusión para lo que yo hacía. No recuerdo si descubrí alguna banda a través del suplemeto, pero sí que reforzó mi interés por algunas bandas y artistas.

Recuerdo que a fines de 1994, cuando arranqué con Menos Que Cero, hubo una doble página acerca de bandas nuevas, escrita por Martín Pérez, en la cual nos incluyó. Fue muy importante, al menos para nosotros.

Pero más allá de que saliera en el NO algo sobre algún proyecto mío, siempre me gustaron las notas sobre bandas nuevas locales. Y, obviamente, en los días pre-internet la agenda del NO era una herramienta muy preciada, tanto siendo músico como siendo público.

Recuerdo también que, en los ‘90, el NO le daba un espacio al “rock barrial” que el Sí! no le daba. Y que también había lugar para otras cosas. Pero no creo que tuviera un único enfoque distintivo, un estilo o ideología unificada. Sí había enfoques claros en muchos de los que escribían en sus páginas, cada uno con sus gustos y sus maneras particulares de escribir: siempre tuvo voces muy diferentes y eso me parecía bien.