1.- Era incapaz de guardar un secreto
Muchas de sus conversaciones comenzaban con un “No le digas a nadie que te he contado esto…". Plasmaba en sus historias la mayoría de sus propios secretos.
2.- Amaba los misterios
Uno de sus vicios inconfesables eran las novelas de detectives. Sus estanterías estaban repletas de libros de autores como Trollope y Chéjov, pero debajo de su cama apilaba novelas de misterio de segunda mano. Leía todo lo escrito por Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, John D. MacDonald, Dick Francis, y por supuesto, Elmore Leonard, Jim Thompson, Ramon Chandler y James M. Cain.
3.- Lucía era una gran pitonisa
Un día, inspirada por unos gitanos que conoció en el hospital donde trabajaba, se compró cartas del Tarot y aprendió sola a leer el futuro. Veinte años más tarde todavía se lo leía a sus alumnos de postgrado de la Universidad de Colorado
4.- Le gustaban los chicos malos
En las películas, normalmente prefería a los villanos y a tipos siniestros e inquietantes como Warren Oates, Neville Brand o Charles Bronson frente a Gary Cooper o Joel McCrea. Gregory Peck no le disgustaba, pero rechazaba totalmente ver cualquier película con el chico bueno, léase Jimmy Stewart y, más tarde, Tom Hanks. En lo que a música se refiere, le gustaban los Rolling Stones. No los Beatles. Durante gran parte de mi infancia, donde quiera que viviéramos, en su estudio siempre había una foto de Keith Richards colgada en algún sitio.
5.- Sólo firmó una historia realmente mala
Lo hizo inspirada en el exito de la novela Miedo a volar, de Erica Jong, era muy obscena (realmente asquerosa) y trataba de una mujer que tiene sexo con el basurero de su barrio. En aquel momento yo me sentí abochornado, y le supliqué que la quemara inmediatamente, pero no estoy seguro de qué sucedió con la historia finalmente.
6.- Su tatuaje oculto
Ella fue la primera mujer que conocí (que no fuera una delincuente) en hacerse un tatuaje. A principios de los años 70 el legendario tatuador Lyle Tuttle le hizo uno pequeño en la mano. En aquella época eso no era normal ni aceptable, así que durante los siguientes quince años tuvo que cubrírselo todos los días con maquillaje o tiritas, hasta que finalmente se lo quitó con cirugía. Fueron muchísimas tiritas. Se lo cubría tan a menudo que mis hermanos y yo ni recordamos ni nos ponemos de acuerdo sobre qué dibujo era. Al parecer era una rosa o el símbolo astrológico de Escorpio.
7.- Una traductora de gran talento
Aprendió castellano en su colegio de Chile y más tarde estudió Literatura Española en la Universidad de Nuevo México, donde desarrolló su tesis sobre Cervantes. Cuando vivía en Nueva York consiguió trabajo traduciendo poemas medievales españoles, y más tarde, en Alburquerque, leyó poemas de Pablo Neruda y también textos de una producción de La zapatera prodigiosa de Lorca, en la cual también actuó.
8.- Una actriz penosa
Mi madre era horrible como actriz.
9.- Esperando una niña… que fue niño
Cuando su primer marido descubrió que estaba embarazada por segunda vez, insistió en que abortase. Cuando ella se negó, la abandonó. Él se hubiera marchado de todas maneras, pero, antes de hacerlo, les dijo a todos sus amigos que el padre del bebé era un ex novio..., “un mejicano”. Ella le dijo que por su bien esperaba que el bebé fuera una niña que naciera con una rosa entre sus dientes, a la que llamaría Carmen. En su lugar, nací yo.
10.- Una profesora única
Lucia Berlin era una profesora divertida y realmente inspiradora. A comienzos de los años 70 fui lo bastante afortunado como para estar matriculado durante un corto período en el Instituto de Oakland donde ella enseñaba literatura inglesa, escritura creativa, teatro y español. Como era una escuela pequeña, yo asistía a casi todas sus clases. Nos hacía leer mucho. Recuerdo tener que leer El viaje del Beagle de Charles Darwin, la autobiografía de Malcolm X, Tarántula de Bob Dylan y el Quijote (en español) al mismo tiempo para varias de sus clases. Íbamos de excursión al acuario de San Francisco y a ver películas y obras de teatro como Alguien voló sobre el nido del cuco. En clase de teatro leímos El rinoceronte de Ionesco, Esperando a Godot de Beckett, o ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Albee. Representamos la obra Vive como quieras de Kauffman y Hart, y una versión de la propia Lucia de Cuento de Navidad de Dickens. Era una profesora estupenda y divertida a la que todos sus alumnos adoraban, y a la que la mayoría veían como su amiga y su aliada. Gustaba especialmente a los chicos cool porque les permitía fumar en clase y porque las comas y los apóstrofes eran para ella innecesarios. Fue la mejor profesora que he tenido nunca.
Bienvenida a casa: apuntes biográficos, fotos y cartas escogidas (Alfaguara) es el nuevo libro de Lucia Berlin que se acaba de publicar en España, sucesor de las antologías de cuentos Manual para mujeres de la limpieza y Una noche en el paraíso. Este texto de su hijo fue parte de la presentación de la escritora a los lectores de habla hispana.