“Argentina tiene un problema estructural muy serio y es que el ahorro es uno de los más bajos del mundo, de alrededor del 15 por ciento del Producto. Para poder crecer se necesitan inversiones de más del 20 por ciento. Por lo tanto, se necesita ahorro externo de alrededor de 5 por ciento del Producto. Entonces, si se quiere crecer, la Argentina dependerá del ahorro externo de una manera importante”, señaló el economista Guillermo Calvo en una reciente entrevista. El ex economista del FMI y el BID concluye que “es muy importante que se arregle el tema de la deuda de una manera amigable, pues si no tenemos acceso al mercado de capitales, será muy problemático reactivar la economía.
La idea de recurrir al ahorro externo choca con el sobreendeudmiento heredado de la gestión Macri, que llega al extremo de haber agotado las fuentes privadas y de organismos internacionales de financiamiento. Endeudamiento que Calvo busca minimizar con que “la deuda argentina no es grave, lo grave es que el país no tiene credibilidad”, para luego agregar que “no le echemos la culpa a este gobierno” ya que “hemos sido así por los últimos 70 años”. Pero más allá de los discursos legitimadores de la política de endeudamiento de los últimos 4 años, lo concreto es que los acreedores privados y públicos están esperando pasar a cobrar, y no a prestarle el equivalente al 5 por ciento del PIB anualmente a la futura gestión. Por lo que el debate real es cómo minimizar los pagos de deuda, en lugar de fantasear con retomar una política irresponsable de toma de créditos externos, como sugiere Calvo.
¿Implica ello que no se va a poder aumentar la inversión por falta de ahorro? Ese planteo del economista Calvo supone que la economía argentina no puede movilizar recursos productivos internos para ampliar el ingreso desde el cuál obtener el ahorro necesario para financiar una mayor inversión. Deduce entonces la disyuntiva de reducir el consumo o solicitar ahorro extranjero, para tener recursos disponibles para aumentar la inversión. Dada la difícil situación social y el triunfo de una fuerza política popular, reducir el consumo no es una opción viable. La única opción disponible sería algún tipo de acuerdo con los acreedores que permitiera retomar una política de endeudamiento externo.
Sin embargo, la economía cuenta con sus fuerzas productivas en un elevado grado de subutilización. Un desempleo de dos dígitos, casi un tercio de su fuerza de trabajo en actividades de baja productividad, una capacidad productiva industrial utilizada sólo en un 58 por ciento, son claras muestras de ello. Una política que encienda los motores de la economía puede expandir la producción a partir de la movilización de esas fuerzas productivas propias hoy desperdiciadas. De esas fuentes saldrán los ingresos que permitan expandir la inversión sin sacrificar el consumo. De esa manera, se podría encarar una negociación “menos amigable” con los acreedores externos, que implique un horizonte externo viable hacia el futuro, en un contexto de crecimiento basado en recursos internos, tal como realizara en su momento Néstor Kirchner.
@AndresAsiain