Una vida de cara al blues. Femenina. Cristina Dall, la ex Blacanblus, está a punto de refrendar ambas dimensiones con un nuevo disco, y su presentación en vivo. El disco se llama High Society Pachanga y el show será este viernes a las 21 en una casa bien afín al género: Lucille (Gorriti 5520). “Uno de los puntos interesantes de este trabajo es que pertenece a una producción totalmente propia”, destaca ella, satisfecha por algo que no había podido hacer en ninguno de sus discos anteriores: tocar el piano acústico. Es lo que suena, impecable, en “El paso” y en “A casa”, dos temas matriz según su autora. Uno, el primero, por su perfil “constante, compartido y general”. Y otro, el segundo, porque resume el reencuentro con sus raíces. “Se trata de un final de largo camino hacia la búsqueda de mi propia identidad que por años se mantuvo oculta. Transformar esto en canción me llena de agradecimiento a la etnia”.
--¿Cómo se rastrea la búsqueda entre aquella Dall de Blacanblus y ésta solista, o líder de banda propia?
--A ver, aquella Dall compuso para que las maravillosas voces de sus compañeras le dieran presencia a su canción. Esta, en cambio, no deja de sorprenderse de que esas voces se hayan multiplicado y que haya tantas otras mujeres que le van encontrando otra vuelta al contenido que quizá en aquella época no había sido del todo visto. El ejemplo más simple es un tema que impactó y lo siguen reconociendo en muchos lados, como "Maldito Piano". Es algo así como lo que pasa cuando ves una peli o leés un libro después de algunos años y decís ´Ah pero claaaaro!!!, al descubrir más significados que antes no le habías visto. Esto es lo que marco que tiene mucho ver con un redescubrimiento de la raíz, en tanto agradecimiento a la etnia negra.
Cantante, compositora y pianista, Dall se insertó en el corazón del blues criollo cuando con 35 años, y luego de haber hecho las inferiores del género en bandas como Magnum 44 o La Fusilera, entró pateando la puerta junto a las Blacanblus y varios portones cuando esas valientes niñas publicaron Cuatro mujeres y un maldito piano. Todo durante el primer lustro de una década dorada para el género: la del 90´. “¿Si extraño esa época?... no necesariamente. El extrañar como añoranza y la añoranza ligada al sufrimiento no es algo que me seduzca”, advierte. “Sin embargo, haber nacido en una generación en la que varios fuimos atravesados por la varita mágica y adrenalínica del rocanrol en todas su expresiones ha sido una suerte de castigo-bendición”.
--¿Cómo es eso?
--(risas) No lo digo como opuestos, claro, sino como dos caras de la misma moneda. Hay una vida personal que abarca a todo ser humano, más allá de su escenario visible. Y en el caso de una mujer madre de dos varones que desafía patrones de "familia" intensamente arraigados, hay que atravesar de forma ciega y poderosa una vocación que no encaja en el contexto. Por suerte, llega el futuro, cierra el propósito y se pasa el susto.
El paulatino paso del “castigo” a la “bendición” fue tal, además de lo dicho, porque Dall llegó a compartir escena con Taj Mahal, Koko Taylor, Memphis Slim, el gran Pappo, Los Redondos, Claudio Gabis, Mississippi y los Vox Dei, entre otros. Además, por haber fundado una banda y haberla mantenido durante quince años: Excipientes. “Ellos son mis admirados músicos, porque saben tratar maravillosamente a mis nenas, que son mis canciones”, refiere la música sobre los aportes de baterista Leo Leonardi, el guitarrista Juancho Hernández y el bajista Martín Cipolla. Con algunos cambios por medio, esta banda fue el plafón sonoro que la nutrió en sus cinco discos a la fecha. Una zaga que comenzó con un trabajo cuyo título avisó sobre sus intenciones: Asunto mío.
--¿Qué asuntos musicales estás absorbiendo hoy, Cristina?, ¿Qué escuchás?
--Algunas chicas nuevas que la rompen y actualizan mi oreja. Pero obviamente sigo con el corazón en Keith Richards, en Chuck Weiss, en Taj Mahal, en Dr John y en algún paseíto por la web, como para descubrir rarezas.