“Luciano Gagliesi me sigue costando” quizás sea la mejor definición que puede dar el músico sobre su propia carrera solista. Pero lo difícil en su caso no es hacer canciones ni ensayarlas, tampoco tocarlas en vivo, sino todo lo que trae consigo la idea de progreso: llevar gente a los shows, dar de comer a las redes, estar atento a las escuchas en Spotify… “Cuando toco, preguntarme por qué lo hago no tiene ningún sentido. Es el progreso lo que corta el canal de lo placentero”, declara. “Solo quiero ser lo más honesto posible en la búsqueda de un sonido, de una estética, sin demasiada ironía”, define Gagliesi, quien viene de lanzar Permanece invisible, su segundo álbum en solitario (publicado por Crack).

Después de terminar su primer disco, Chicas (2018), Gagliesi tuvo la sensación horrible de que nunca iba a poder escribir una letra otra vez. Se la pasaba grabando en su casa, probando bases todo el día, pero naufragaba. Una noche, haciendo zapping antes de dormirse, vio en la tele a un pastor evangélico y algo extraño se activó. No fue un viaje religioso sino una especie de desbloqueo emotivo. “Se rompió una barrera: la maldición de creerme que no iba a poder componer nunca más”, evoca el guitarrista, que también toca trompeta, piano y máquinas varias. Operó entonces una “conexión divina” –así la define– que motivó la pata conceptual del disco: que permanezca invisible, para siempre, ese lazo privado, inexplicable, que le da sentido a componer y tocar.

 

 

En ese vuelo nació el primer tema que compuso del disco, Alto con vos, devenido en último track. Parece un sermón montado a lo Johnny Rotten sobre un megáfono con pilas sulfatadas. “Me puse a buscar discursos de pastores hasta que encontré una letra que me gustó cómo sonaba”, explica. ”Ya nada nos va a salvar, no tengas miedo que ya no hay más que recordar de todo lo que pasó, todo lo que murió”, dice esta especie de himno punk y bíblico (si eso fuera posible) a medio tiempo.

Durante más de una década, el guitarrista tocó con su banda de amigos, la Familia Costa, con quienes sacó cinco discos. Mientras tanto, gravitaba en distintos proyectos: tocó la trompeta en Fantasma, el grupo de cumbia del Fanta Roisi y el Negro Antico, que tenía en el bajo a Julián Egozcue (Victoria Abril). De ahí pasó a una banda de ska y desfiló por Los Mundos Posibles de Rosario Bléfari, Los Reyes del Falsete, Amor Elefante y Mi Pequeña Muerte. “No sé en qué momento tomé la decisión de ser solista, me fui encontrando con ese lugar. Nunca quise ser pretencioso, solo hacer canciones que estén buenas, transmitir desde cantar, sin insistir tanto en una actitud”, afirma.

 

La diferencia entre Chicas (que trae una versión de Helados verdes, la canción más linda de Paula Trama ) y Permanece invisible es que para este segundo disco no tenía nada preparado. “Los temas se hacían a medida que se iban grabando en casa”, jura. Por haber registrado la música de la película El último verano, de Julián Giulianelli, en La Siesta del Fauno, Gagliesi se encontró con muchos sintetizadores analógicos y cajas de ritmo emblemáticas de los ’80, como la Roland TR-808 y la LinnDrum. “Me quedé con toda esa data para hacer los ritmos; y las canciones me empezaron a sonar muy ochentosas, muy a lo Clics Modernos o los discos de Prince grabados con la LinnDrum”, dice. De su fanatismo por Charly nació la versión de Cómo me gustaría ser negro, el séptimo track.

Aunque el uso deliberado de estas cajas de ritmo “ochentizó” las canciones de Permanece invisible, lo que termina pasando al hacer la escucha del disco es que convive una ensalada de géneros bien invocados: el aire post punk, claramente, el dream pop, new wave, synth pop y el chillwave, mezclados con aires de Dylan, los Ramones, Charly, los ‘80 y toda la melancolía feliz de un tipo que, después de varios intentos, parece haber encontrado su conexión divina.

* Luciano Gagliesi presentará Permanece invisible el 27 de noviembre en el Centro Cultural Richards, Honduras 5272.