Buscar un lugar, concertar una cita, entrar a un cuarto, saberlo conocido. Recordar. Igual que contar. Encontrar los hilos de una narración que unirá los recuerdos de lo no se podía decir, del amor escondido pero tatuado en la piel, resplandeciente como “el oro ardiente” trayendo a colación uno de los versos quevedianos del que es tributario el título. En breve cárcel, de Sylvia Molloy, se escribió en París, pero se leyó intensamente durante cuarenta años en Buenos Aires. Ahora está a punto de encontrar otras lecturas y lectores en la Biblioteca Soy, mañana como compra opcional con Página/12.

Reescritura ficcional de Un cuarto propio de Virginia Woolf, tratado sobre la espera y la desesperación, historia de una pasión cristalizada en tres: la que narra y es parte de una tríada que integra junto a Vera y Renata. Una que espera, otra que no llega ni tal vez llegue nunca, ¿qué sucede en esta novela? El presente de un espacio atrae el recuerdo para narrar el dolor de un amor, su derivaciones, para contar algo que sucedió o va a suceder. Tal vez el libro, como un palimpsesto, haya ido acumulando capas de sentido a lo largo de estas décadas. Cada de una de ellas dialoga con las demás y permiten mirar nuevamente y bajo distintas luces las relaciones humanas - y específicamente lesbianas - desde la norma y contra la norma, por medio de la escritura.

-¿Una reedición se puede pensar como una relectura?

-Creo que sí. Y es curioso, porque no se puede ver como una reescritura pero algo de eso hay. Evidentemente, no soy la misma que era cuando escribí ese texto, pero para la vida del libro (porque el libro no es mío, circula y es de los lectores) es otra. Son otras circunstancias de lectura, han cambiado los lectores, y por eso me parece muy estimulante que lo lea otra generación y desde otros puntos de vista.

-El libro se publicó en 1981, luego Piglia lo integró a una colección que llamó Los Recienvenidos y ahora integra la Biblioteca Soy.

-El rescate de Piglia fue importante, porque lo incluyó en una colección y lo selló con su marca; quiere decir que él dialogó con el libro y pudo darle una lectura diferente. Y ahora, claro, dialoga con otros libros.

-Cada reedición añade otra clave de lectura. Ahora, por ejemplo, esa tríada amorosa y dolorosa podría ser vista desde el paradigma de las relaciones abiertas, de la salida del closet, de pensar el encierro como pasado.

-No sé cómo ven ahora las nuevas generaciones esa cerrazón de la historia que era una cerrazón doble: por un lado, lo social era adverso a una apertura total, y al mismo tiempo tenía que resolver en esa novela un montón de cuestiones técnicas. Cómo se escribe una novela, desde dónde quería escribirla, qué significaba el desplazamiento y el encierro. Además, esta novela se salvó de la censura porque se publicó en España. En la Argentina no me la aceptaban, no tanto por razones morales sino editoriales. Incluso salieron reseñas acá. Recuerdo una especialmente, en la revista Los libros, que hizo Ana María Barrenechea. Hubo también otras en La Nación o Clarín, pero la nota de Ana María trabajaba con la novela y sus posibles lecturas. En cambio, las otras la ubicaban rápidamente en una relación trágica, tipo Radcliff Hall, El Pozo de la Soledad o “las novelas del amor que no osa decir su nombre”, como una especie de canon escondido, así no se hablaba de la novela sino de otra cosa. No fue una recepción feliz. Lo que sí fue feliz, después me enteré, fue que el libro tuvo una circulación subterránea: se fotocopiaban la novela y la hacían circular secretamente.

-El libro está escrito en un presente constante. ¿Tal vez sea una de las razones por las que ya atravesó 40 años y sigue encontrando lectoras?

-No fue una decisión a priori pero resultó ser la persona que quería usar: en el presente. Quería establecer una distancia, crear el artificio, quería verme "in a room of my own" [en mi cuarto propio] y tomar distancia, pero al mismo tiempo quería que fuera un recorrido, como un diario, estar en el presente desde la clausura. También establecer que no toda clausura es privación, ¿no? Hay mundos que sólo pueden vivir en esa clausura.

-Se leía en cuartos cerrados, vos lo escribiste desde “un cuarto”, igual que la protagonista escribe desde ese cuarto, acabas de nombrar la idea de tu cuarto propio: todo remite a ese cuarto propio de Virginia Woolf.

-Totalmente. Además, sabía que sólo en mi cuarto propio podía escribir esa novela: estaba fuera de mi ámbito normal, con una licencia sabática de la universidad, fuera de mi casa, en otro país, en una ciudad en la que había vivido. Estaba en un lugar donde ya había estado y esa casualidad fue mi desafío. Es decir, busqué un departamento para alquilar, llamé, pedí una cita y... y al llegar me di cuenta de que hacía tres años yo había estado ahí. Era como decir "Molloy, largate a escribir, esto no va a repetirse".

-¿Pensaste siempre En breve cárcel en español?

-Sí, siempre. Jugué con la idea de escribir ficción en inglés pero no me sentía del todo cómoda. En el momento de escribir la novela había terminado de escribir el libro sobre Borges en español y estaba pensando en que iba a hacer algo sobre la escritura autobiográfica ( “Acto de presencia: la literatura autobiográfica en Hispanoamérica” publicado en 1997). Me acuerdo de que estaba leyendo mucho sobre Sor Juana Inés de la cruz, su figura me era muy cercana en esa época. Había textos en español que me rondaban y creo que todo eso determinó que haya escrito la novela en castellano. Había escrito textos críticos en español, fui colaboradora de Sur, tenía una lengua en la que me sentía cómoda para la crítica, pero no había escrito ficción en castellano.

-¿Por qué pensás que escribís ficción en castellano, y crítica y ensayo en inglés o francés?

-Creo que acudo al recuerdo. La novela no es autobiográfica en el sentido total del término, pero sí hay una dimensión autobiográfica. Elijo cosas que me han pasado y tal vez he archivado esas cosas en español, no sé. ¿En qué idioma está el recuerdo? Vuelvo a la idea de autobiografía, entonces, para pensar que los recuerdos están en castellano y que si tuviera que escribir mi vida, cosa que no haré, lo haría en esta lengua. Lo experimenté cuando escribí Vivir entre lenguas: el español me permite no sólo recordar, me permite caer y deleitarme en un castellano de entrecasa. Ese castellano me atrae mucho con sus expresiones en desuso que una nunca supo que querían decir; por ejemplo, "a la que te criaste".

-Ahora se asiste a un debate sobre la lengua que se habita, un debate que viene desde los feminismos y desde los activismos LGTTB.

-Me interesa el debate porque hay cosas que no tienen nombre y que no lo tuvieron nunca, y que hay que nombrar y renombrar. El lenguaje sigue las exclusiones del mundo en que se vive y hay que encontrar nuevos nombres cuando las cosas salen a la luz.

-Esta colección visibiliza la novela poniéndola en los kioscos de diarios y revistas...

-Me encanta que esté bien exhibida. Quiero que los canillitas la pongan bien a la luz. Si están en exhibición Wittgenstein o Benjamín, también Molloy (risas). Prefiero estar al lado de Benjamín, si hay que elegir.