Mauricio Macri en la Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Lenin Moreno en Ecuador, Iván Duque en Colombia, y tras ellos los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y las instituciones globales de la economía financiera, han perdido en los últimos meses duras batallas en la disputa por el sentido común. Son derrotas que sobresalen porque se produjeron a pesar del trabajo inagotable de la prensa dominante en los cuatro países por instalar sus conceptos. El fracaso de los falsos gurúes neoliberales se hizo demasiado evidente, en tanto que el bloqueo a otras opciones económicas fue conformando un dique que terminó por desbordar. La mentira se acabó, se cantaría en las canchas.
El gobierno de Mauricio Macri ha sido prolífico en la propagación de falacias del sentido común neoliberal. También fue exitoso en esa tarea, lo que ahora lo deja más expuesto, porque el contraste entre lo que enuncia y la realidad es tan enorme que le abrió los ojos a trabajadores y empresarios nacionales que antes lo consideraban su representante natural. Fue demasiado rápida la comprobación del fracaso. El discurso quedó a la intemperie. No se vende nada. No se produce nada. No alcanza para nada.
“Muchos creyeron que la energía era gratis porque en el anterior gobierno te la regalaban”, repitió Mauricio Macri hasta el cansancio. Es uno de los ejemplos del sentido común neoliberal en crisis, por el impacto demoledor que tuvieron los tarifazos en las familias y en las empresas. En su momento muchos creyeron que el Presidente tenía razón. Que no era justo que “regalaran” la energía. Que la energía hay que pagarla. Como hay que pagar el fútbol. Trabajadores y empresarios pyme reclamando pagar más tarifa. Porque es lo justo. Después de cuatro años de aumentos exorbitantes comprendieron que les estaban metiendo la mano en el bolsillo, mientras otros se dedicaron a acumular ganancias y fugarlas del país. Eso les pareció todavía más injusto. En Ecuador y Chile ocurrió lo mismo, solo que en este último caso fue la enésima vez y el estallido resultó más fuerte.
En la Argentina el sentido común neoliberal perdió en las urnas. La enseñanza que transmiten otros países en este momento refuerza la posibilidad de advertir que existen procesos similares en la región, con resultados parecidos.
El capítulo inflación es otro emblema del sentido común macrista-neoliberal en retroceso. Por empezar, las metas de inflación no existen más. El primero de los tres presidentes del Banco Central en cuatro años de gobierno, Federico Sturzenegger, decía que las metas de inflación conducirían a una baja del índice de precios al consumidor hasta el 5 por ciento en todo 2019. La próxima vez que los argentinos escuchen hablar de las metas de inflación recuerden ese dato, y que la inflación este año estará arriba del 55 por ciento. Las tasas de interés superiores al 60 por ciento desde hace más de un año se mostraron ineficaces para combatir el incremento de precios, como se prometía.
Las otras tres muletillas de la ortodoxia sobre las causas que originan la inflación en la Argentina también quedaron desacreditadas: el exceso del gasto público, la emisión monetaria y la presión que ejerce la demanda por los aumentos de salarios y jubilaciones. Lo dijeron el primer y segundo ministro de Hacienda de Cambiemos, Alfonso Prat Gay y Nicolás Dujovne. Este último lanzó a mediados del año pasado el plan déficit cero. En octubre se sumó el tercer presidente del Banco Central, Guido Sandleris, con el plan emisión cero. Los salarios y jubilaciones, en tanto, perdieron como en la guerra desde el primer momento del gobierno del PRO y la UCR. Pero la inflación de 2016 a 2019 fue todos los años mayor a la que habían heredado del kirchnerismo, en tanto que en 2018 y 2019 se batieron records de suba de precios en casi tres décadas.
El tercer ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, dice a pesar de tantas pruebas en contrario que Cambiemos deja mejores cimientos hacia el futuro. Como explicó Alfredo Zaiat en este diario, es otra de las mentiras planificadas. Ni el recontra ajuste fiscal, ni el recontra ajuste monetario ni la destrucción del consumo lograron frenar la inflación. Tampoco lo hizo la apertura importadora, que en los primeros años de gestión de Macri provocó daños irreparables para una gran cantidad de industrias, mientras los precios siguieron volando.
Las devaluaciones constantes y los tarifazos fueron los verdaderos motores de la inflación los últimos cuatro años, junto con la dolarización de combustibles, la eliminación de controles de la Secretaría de Comercio y la reducción o quita de retenciones a las exportaciones de alimentos. Si se quiere bajar la inflación, el gobierno de Alberto Fernández deberá poner el foco primero que nada en corregir esos errores del sentido común neoliberal.
En cuanto a la lluvia de inversiones, Macri decía que su arribo a la Casa Rosada como exponente de la cúpula empresarial generaría una ola de confianza que atraería divisas. Llegaba con el mejor equipo neoliberal en 50 años. Gabriela Michetti todavía está esperando el segundo semestre. El mito neoliberal de favorecer el clima de negocios con baja de impuestos tampoco ayudó. Disminuyeron tributos y cargas a la seguridad social y lo que pasó fue que aumentó el desempleo y el trabajo no registrado. La inversión termina este año con un derrape de 15 puntos, en línea con la tendencia que se verificó a lo largo de todo el gobierno de Cambiemos.
La destrucción del Mercosur y de la integración regional, para dar paso a un alineamiento automático con Estados Unidos, tampoco trajo los beneficios publicitados por el sentido común neoliberal. Macri deja el gobierno insistiendo en que la Argentina se incorporó al mundo. Ya se ven los resultados de esta otra falacia.
El levantamiento de las regulaciones cambiarias, la libre compra de dólares y la quita total de controles a la entrada y salida de capitales, según el sentido común neoliberal, era la solución a la restricción externa, ya que llegarían divisas y se terminarían los problemas de la Argentina con el billete verde. “Van a sobrar dólares”, decía Macri, que ahora no da ninguna explicación por el brutal endeudamiento del Estado que generaron esas políticas, la escalada del dólar a más de 60 pesos, la explosión de las tasas de interés y el default sobre parte de la deuda pública.
Cuando terminó su mandato, a Cristina Fernández de Kirchner se le exigía una autocrítica. ¿El sentido común neoliberal alguna vez hará la suya por las catástrofes que provoca? Difícilmente ocurra, pero en las calles América del Sur se nota que para muchos la mentira se acabó.