El discurso del presidente Mauricio Macri duró una hora casi clavada. Hubo escasos anuncios de proyectos de ley, muchos de ellos minimalistas. Tampoco abundaron las cifras, salvo en las promesas, virtuales. 

Fue el tercer discurso del mandatario ante la Asamblea Legislativa. El primero, al asumir, anunciaba un despegue veloz y fulminante, pum para arriba. La mención de los nombres de los presidentes Arturo  Frondizi  y Raúl Alfonsín insinuaba una prosapia elegida, sin renegar del encanto de ser “lo nuevo”.

En la apertura del año legislativo 2016  reincidió en el mensaje esperanzado, del que ningún gobernante se priva. Cometió el error de fechar la ilusión: el segundo semestre advendrían el crecimiento, la merma de la inflación, la creación de empleos, la lluvia de inversiones. No sucedió y muchas personas de a pie se van dando cuenta, en carne propia.

Tras quince meses de gestión (casi un tercio del mandato, que no es poco) Cambiemos tiene pocos logros para mostrar. Para colmo (o por esencia) se distribuyen mal: benefician a pocas ramas de la producción, a una sola clase social. 

El objetivo de “pobreza cero” fue reformulado en términos de lucha contra la pobreza: menos ampuloso, más sensato. El problema, que es que la pobreza aumentó desde diciembre de 2015. Ocurrió lo mismo con el desempleo, los despidos, las suspensiones, los cierres de fábricas.


Cortesías y detalles: Macri le agradeció al Congreso “responsable y colaborativo” y lo instó para seguir en ese camino. El reconocimiento llega cuando los adversarios más complacientes en los albores se vienen desplazando a la oposición. Es pragmatismo, una lectura sagaz: ser oficialista, filo oficialista u oficialista culposo cada vez reditúa menos en términos de representatividad política.

También contribuyeron hechos que el expositor soslayó. El veto a la ley anti despidos, votada por todo el arco no oficialista. La ausencia de reglamentación de la Ley de Emergencia Social que de momento la suspende de facto. 

En su discurso iniciático, Macri se describió como un ingeniero que se dedicaba a construir puentes antes de dedicarse a la política. Era, en términos biográficos, una inexactitud. Aspiraba a ser una metáfora conciliadora. El presidente se esmera en resaltar los consensos, la labor y los desafíos comunes, las palabras “todos” y “juntos”, a menudo, ejem, unidas. Pero uno de sus fuertes es la polarización contra la fuerza con más votos comprobados en el país. El antagonismo con el Frente para la Victoria (FpV) y el kirchnerismo en especial, “el pasado”.  Pilar de la narrativa, explica los tramos más aplaudidos por sus partidarios dentro del recinto.

El Macri meloso, que alaba todo el tiempo su propia franqueza, deja márgenes para arrebatos de sinceridad. No lo fueron sus “digresiones” del final,  mezcla de alusiones a la familia con tópicos de la auto ayuda, tan pensadas como el resto del discurso. Macri fue más franco y espontáneo cuando maltrató a un fotógrafo que cumplía con su labor, con modales de patrón de estancia. O en el rapto en que aludió a “Baradel” que no necesita quien lo proteja (ver asimismo notas aparte). Demonizar al adversario, bardear a un representante de los docentes, integra su idiosincrasia.

Las amenazas contra el secretario general de SUTEBA llegaron después de haber sido vituperado por un editorial del diario “La Nación” y por el presidente. No son ellos quienes las profirieron pero sí quienes las incitaron. El chiste de Macri pierde gracia, salvo para su claque fervorosa.


Palabras clave y silencios: Sin hacer un inventario o un conteo exhaustivos varias palabras clave del repertorio M son “cambio”, “esperanza”, “diálogo”, “comprensión”, “pobreza”. Por dos veces, para variar y sin hacer tendencia, se escuchó “derechos” referidos a los jubilatorios. Jamás aludirán a los de los trabajadores. 

La política económica, así nombrada, no se inmiscuye. Muchos conflictos candentes que se expresan en la calle son silenciados porque perturban la armonía soñada, tan distante de la realidad.

Con toda razón, Macri busca los logros en “la confianza” de la gran banca internacional (a la que apoda “el mundo”), el éxito del “sinceramiento fiscal”. El endeudamiento externo puede tener sentido si se contrae en su medida y armoniosamente: no es ése el paradigma actual. Los prestamistas no nos “ayudan” por buena onda sino porque les conviene.

El blanqueo impositivo alivia las arcas fiscales y provee plata por una vez, en el corto plazo. Justo eso que Macri apostrofa cuando habla de modo general. Concebido para beneficiar a evasores y lavadores, se extendió a los familiares de los funcionarios, en otro episodio en el que el Ejecutivo le tomó el pelo al Congreso cuya ley los excluía.


Oíd el ruido de rotas cadenas: La complejidad escapa al radar del discurso. Macri se congratula por los aumentos de la producción del trigo y el maíz, consecuencia de la supresión de las retenciones. No se percata o no tabula o alega demencia respecto de otros eslabones de la cadena productiva. 

Los grandes exportadores prosperaron con la baja o supresión de las retenciones combinadas con la devaluación. Pero el enriquecimiento no derrama ni se propaga aún a otros sectores de la producción agropecuaria. Es un clásico,  en un país que “exporta lo que come”: el aumento de las ventas al exterior repercute en los precios internos. El récord que se ostenta como trofeo convive (o mejor, genera) aumento en los precios al consumidor. El kilo de pan a cincuenta pesos (más de tres dólares, pardiez) no es una maldición gitana. Deriva de la suba de harina y la de las tarifas de energía.

Ya que en eso estamos: el presidente se fascina con la cantidad de beneficiarios de la tarifa social (seguramente mal calculada por el Excel) mientras encubre que la mayoría ya lo eran en 2015. También escamotea que pagan mucho más que ayer, a valores reales. Y que muchas Pymes, familias y clubes de barrio están en jaque por los tarifazos inminentes.

Los criadores de cerdos no cantan elegías por el precio exorbitante del maíz que los porcinos ingieren en cantidad.

Las importaciones, hijas de nuestra apertura al mundo, azotan ramas íntegras de la industria. Ninguna mención a ellas matizó la oda a los ganados y a las mieses. Los ejemplos cunden, por doquier.


El peor sordo: Las economías regionales, siempre ensalzadas y señaladas como motivo de atención estatal, tampoco participan de la bonanza VIP.

Pequeños productores yerbateros quisieron manifestarse hacia el Congreso para visibilizar a nivel nacional su protesta: la están pasando mal, al borde de la quiebra.  Se proponían repartir paquetitos con yerba gratis entre personas del común. Se lo prohibieron. Un operativo imponente rodeó a la sede del Parlamento: cinco mil uniformados, un número para amedrentar a quienes quieran ejercer el derecho a ocupar el espacio público.

La diputada por Misiones María Britez (FpV) acercó un paquetito con yerba al estrado mientras Macri hablaba. Lo tomó (veloz de reflejos) el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, quien se lo entregó al orador cuando éste terminó su alocución. Macri lo levantó, miró a la legisladora amablemente, la lectura de sus labios prueba que le agradeció. ¿Fue cinismo o ignorancia supina? Las explicaciones mestizas son, con frecuencia, acertadas.

Los productores irán hoy a Plaza de Mayo a manifestar su queja.


Cuestiones penales: Reclamar que se aclare la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman suscita el fervor de la platea adicta. Pero la demanda es escasa y sesgada si no se pide verdad y justicia para las víctimas de los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel. O no se destina un parrafito a la causa por encubrimiento en la investigación sobre la AMIA.

El encarcelamiento de Milagro Sala motivó otra fuga presidencial. Ni una palabra, ni un argumento. Un signo de autoritarismo, callar sobre una violación de derechos humanos que también repercute en el mundo.

Queda divino proponer la responsabilidad penal de las empresas. El ministro de Justicia, Germán Garavano, se apresuró a explicar que se trataría de multas. Subrayamos el potencial y anotamos que las multas son apelables, postergables, trasladables a los precios en un régimen corpo-friendly.


Un protocolo retrasado: Anunciar algo no es concretarlo. Aun aceptando que estén por llegar decretos o leyes que regulen los conflictos de intereses, solo se sabrá para qué sirven cuando se conozcan y se implementen.

De cualquier manera, arriban con quince meses de retraso, cuando ya estallaron escándalos por doquier. Dos de los más recientes ligados directamente a Mauricio Macri y familia: Correo Argentino y Avianca. Es un ejemplo entre tantos. En trazos generales, el presidente se expresa como un recién llegado a la Casa Rosada pese a que la ocupa desde hace un buen rato. Sus dicterios contra el pasado y sus fantasías sobre el porvenir se contrapesan con las características del presente, duro o hasta cruel para la mayoría de los argentinos. Que es, cada día más, responsabilidad  del Gobierno actual.


Inflación y paritarias: Imposible recorrer todos los tópicos mencionados en el discurso. Se hará en notas o abordajes futuros sobre todo cuando los proyectos vean la luz.

Como quien no quiere la cosa, casi al pasar, el Presidente insinuó que los empresarios y los trabajadores “deben tener en cuenta las metas de inflación del presidente del Banco Central”.  Federico Sturzenegger es un monetarista obtuso y fanático que el año pasado fracasó en el control de la inflación, que duplicó sus dichosas metas. Eso sí, su gestión favoreció la especulación financiera. 

El mensaje desde el púlpito intenta poner un techo más irrisorio que bajo a las convenciones colectivas. El propósito no es una pieza suelta, sino un engranaje del modelo. Uno de los secretarios generales de la CGT, Juan Carlos Schmid, rechazó de plano la propuesta.

Al salir, Macri saludó maquinalmente a una Plaza casi vacía. La Policía y la Gendarmería tenían a raya y alejados a quienes manifestaban, todos en su contra. 

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