La animosidad y el resentimiento de los medios del establishment contra el gobierno inminente son reflejo de que a los Fernández puede esperarles ni un minuto de calma.
Ni siquiera el increíble papelón gubernamental de dar marcha atrás con la guía para el aborto legal, resuelta por su secretario de Salud, le puso freno a una andanada de críticas, operaciones y amenazas que no cesan prácticamente desde la misma noche del 27 de octubre.
¿Qué antecedentes hay de un funcionario de primer nivel (digamos, porque el macrismo rebajó Salud de su rango de Ministerio), resolutivo en tema semejante, debiendo renunciar a pocos días de tener que irse?
Adolfo Rubinstein, de cuyo nombre una gran mayoría se habrá enterado por este episodio, es de esos radicales que se inscriben en la línea progre al solo efecto de diferenciarlo de los conservadores más furibundos de la UCR.
Para los memoriosos de la transición democrática y aunque su gestión se correspondió con el violento ajuste macrista: los pergaminos previos del renunciado lo hacían más emparentable con un Aldo Neri, ministro de Salud en el alfonsinismo, que con un Víctor Martínez, vicepresidente de la rama más rancia de la fuerza que Don Raúl escogió como compañero de fórmula, seguramente tragando saliva pero necesitado de articular con ese tronco reaccionario del partido.
Sin entrar en disquisiciones acerca de qué podía hacer un presunto progresista en el gobierno de Macri, lo cual interpela a todo el guitarreo del radicalismo, lo cierto más allá de que Rubinstein pudiera buscar figuración personal es su proceder institucionalmente correcto.
Recalquemos estos conceptos de una de las colegas, Mariana Carbajal, quien junto con otras pocas o varias luchadoras mejor argumentaron a favor de los derechos de género desde que el aborto legal, seguro y gratuito era apenas una quimera. Una fantasía de “feministas sectarias”, hasta que la ola verde despertó un tsunami imprevisto.
“Los protocolos de abortos legales (…) buscan dar directivas claras al personal médico. Todavía hay profesionales de la salud que pretenden imponer sus preceptos religiosos frente al cumplimiento de la ley (…) La decisión de Macri (de derogar lo resuelto por Rubinstein) causará daños inconmensurables. Otra vez, probablemente, crecerán las dudas en los hospitales sobre si hay que garantizar o no los abortos legales. Estas idas y vueltas son juego sucio. Macri les hace otro guiño a los sectores antiderechos, a los pañuelos celestes: a esta altura, se merece que lo vayan a despedir el 7 de diciembre con el feto gigante. El protocolo actualizado no crea nuevos derechos, sino que garantiza la atención en los casos en que ya es legal, cuando el embarazo es producto de una violación, o cuando corre riesgo la vida o la salud de la mujer (…) Por eso es importante que, como una de sus primeras medidas, el próximo ministro de Salud vuelva a darle status de resolución al protocolo actualizado. Para dar certezas a los equipos médicos -y a las personas con capacidad de gestar- mientras se elabora el proyecto que el presidente electo anunció que enviará al Congreso, para despenalizar y legalizar el aborto” (PáginaI12, viernes pasado ).
Ese anuncio de Alberto Fernández, justamente, es uno de los arietes empleados por la cruzada mediática para horadarlo desde antes del comienzo. No solamente a él, va de suyo: a lo que pudiese significar un proyecto alterativo. Así, de alterar, no de alternar. Alberto es el vector para destruir esa potencialidad.
Alberto se pelea con el Papa y abre un frente innecesario.
Alberto provoca a Trump por su rechazo ipso facto al golpe en Bolivia y por ofrecerle asilo a Evo.
Alberto no da signos claros de tener un programa económico.
Alberto se junta con el perdedor uruguayo.
Alberto avalaría que los kirchneristas corruptos salgan de prisión en masa.
Alberto pelotudea cuestionando a Bugs Bunny por estafador.
Alberto franelea según el auditorio que lo escuche.
Alberto va al departamento de Cristina, pero Cristina nunca juega de visitante para reunirse con él y por tanto reconoce que la Jefa no perdió el pelo ni las mañas.
Alberto está en crisis de nombramientos en su camarín del manejo de la economía.
Alberto debió ceder el lugar de entrega del mando por los caprichos de CFK.
Alberto quiere regalar Vaca Muerta a la inversión extranjera.
Alberto complica la inversión extranjera porque le advierte al Fondo que no quiere más ajuste.
Alberto no califica a Venezuela como dictadura.
Alberto no sabe si en Seguridad predominará un ministro o un Consejo.
Alberto acepta que se designe a Carlos Zannini como procurador del Tesoro y eso sería un síntoma de que comenzará a operar el Ministerio de la Venganza.
Alberto no decide qué hará en el área de relación con los medios en general ni con los públicos en particular.
Alberto tuvo que rendirse a Máximo como jefe de bloque en la Cámara baja, pero eso le complicó la rosca en el Senado.
Alberto se ganó de enemigo a Brasil porque gestualizó personalmente el Lula Libre.
Alberto está abriendo un frente innecesario contra los bancos y el “campo”.
Alberto subirá impuestos a los sectores productivos.
Alberto hace show con Tinelli para mostrar que combatirá al hambre.
Alberto no actúa como Presidente sino como el operador que era cuando fue jefe de Gabinete.
Alberto ya debería haber dejado claros los nombres, pelos y señales de cada miembro de su staff, porque de lo contrario el exterior desconfía.
Alberto está comprándose conflictos porque se apoyará en una estructura de funcionarios porteños que ningunea al interior.
Alberto choca con La Cámpora y La Cámpora contra Kicillof.
Alberto posterga para enero su viaje a Italia, Francia y Alemania, por el intríngulis que tiene en la agenda local.
Alberto hablará desde el balcón de la Rosada el 10 de diciembre para “competirle” al 7 de diciembre de Macri.
Alberto está en problemas con los gobernadores porque haber anticipado que enviará un proyecto para legalizar el aborto les enreda a los mandatarios su frente interno, en las provincias donde la Iglesia tiene un poder cultural e institucional enorme (a más del de los pastores de la iglesia “evangélica”, electrónica y de militancia física).
Alberto llega a la escenografía de la lucha contra el hambre en un auto de alta gama, igual que el resto de los asistentes.
Alberto pretende erigirse como referencia de un progresismo regional que ya fracasó.
Alberto no tardará en descubrir que los piqueteros le harán la vida imposible por aquello de la mecha corta, como ya se lo previno Juan Grabois que representa al Papa, el Papa que por culpa de Alberto ya dijo que no vendrá a la Argentina el año que viene, el año que viene cuando habrá que ver cómo se las arregla Alberto con la deuda externa e interna y el déficit fiscal, el déficit fiscal que el irresponsable de Alberto piensa cubrir emitiendo moneda, la moneda que ya no significa nada porque los argentinos pensamos en dólares, los dólares que nunca llegarán por la irresponsabilidad fiscal del populismo y a Alberto, además, ya se lo nota muy cansado.
Lo esencial no consiste en cuánto de lo anterior sea verdad, o verosímil, sino en la advertencia obvia de cómo operará, sin respiro, una prensa constitutiva del drama de estos cuatro años que, pese a todo y aunque sea en parte, se terminan en un par de semanas.