Bajar el cuadro de Hernán Cortés para observarlo con distintos ojos y desde varios ángulos. Tal es la intención de Hernán, la miniserie que ayer estrenó por History (va los domingos a las 22.30). Por momentos, el registro se deleita con la persona cuyo nombre quedó marcado a fuego en la conquista de México. “Debéis saber que soy el capitán general de las primeras villas fundadas en estas tierras”, se proclama en una arenga. No tardan en aparecer otros rasgos del oriundo de Castilla. Puede pasar de militar sanguinario a un bandido engatusador, de diplomático sutil a ser la encarnación del mítico Quetzalcóatl, y obviamente el expedicionario sagaz que cuenta con La Malinche de su bando. La producción -considerada la más cara de la señal para la región- está compuesta de ocho episodios que también podrán verse en Flow.
Hernán no es una biopic estricta del personaje interpretado por Óscar Jaenada. El relato va al hueso en la vida de Cortés con el arribo de su flota a las costas de Veracruz y lo que seguiría en algunos meses: la estrepitosa caída del imperio Mexica circa 1520. En el comienzo se lo muestra montado a su caballo a punto de ir a un combate. Esa primera batalla paradójicamente no será contra nativos sino contra un grupo de españoles que busca apresarlo. En este sentido la miniserie construye la narrativa desde las propias contradicciones de la historia. Aunque juren por Dios e Isabel de Castilla, a los que vienen del otro lado del Atlántico se los pinta como una banda de saqueadores. Los mismos nubarrones, por otro lado, se daban en el corazón del gobierno de Tenochtitlan con las peleas entre tribus que jaqueaban a Moctezuma (Dagoberto Gama).
La miniserie entrega sus buenas escenas de combate, ejecuciones y sacrificios al tope de pirámides. Descansa sobre una banda sonora redundante y un tono ocre como en los óleos gigantes acerca del choque entre las culturas. Más allá del empeño en recalcar su nivel de superproducción, Hernán es más atractiva cuando analiza los entretelones del poder. Arte que Cortés manejaba con pericia por la ayuda de La Malinche (Ishbel Mata). La náhuatl no es una esclava traicionera, simple traductora o la consorte del protagonista, es una mujer muy inteligente, una sobreviviente que pasará a ser el único espejo en el que se mira Cortés. “Ellos no son dioses, son hombres y mueren como nosotros”, dice tras conocer a los que vienen del Viejo Mundo. El uso de las lenguas originarias es otro de los aciertos de la propuesta.
Otro punto de atracción es, obviamente, el ejercido por el actor a cargo del protagónico. Jaenada venía de componer a un villano de antología en Luis Miguel –La serie–. El catalán deja de lado los modismos de Luisito Rey en pos de una interpretación con mayores matices y un aplomo enigmático. Cortés no se despacha con ningún “¡coño!” o “¡espabila picha!” pero mantiene el carácter y la perfidia en su rostro. Dentro de poco se podrá comparar esta actuación con la de Javier Bardem para una miniserie que está preparando Amazon Prime Video. Es que a cinco siglos de su arribo, el personaje se mantiene al tope de polémicas históricas. Hace algunos pocos días, el presidente mexicano calificó a Cortés, como el primer fraude en la historia de su país por haberse autoproclamado alcalde y jefe del ejército sin ningún fundamento legal. Los ultraderechistas españoles de Vox le pidieron a AMLO que dejara de pelearse con Cortés. “Hernán era un personaje explosivo, ni bueno ni malo per se, cada uno lo tomará como crea”, señaló con bastante razón Jaenada.