Daniel Millán era una figura sólo conocida al interior de las cámaras Pymes cuando en 2015, días antes del ballottage presidencial, tuvo un impulso que dejaría su marca: juntó a los trabajadores de su fábrica para hablarles sobre las consecuencias del voto a Mauricio Macri. “Esta es la misma gente que siempre se ha llevado lo que el país construyó”, les advirtió. Grabado por una de las empleadas, el discurso fue subido a una cuenta de Facebook. En dos horas consiguió 50 mil likes y se viralizó. Comenzaba así una circulación, todavía activa, que convirtió a Millán en personaje, en una suerte de arquetipo de esta época. No porque no existan empresarios Pymes con discurso, que los hay, sino por el gesto de llamar a hacer frente común contra lo que se venía. Millán cree en la alianza entre capital y trabajo. Y eso que viene de un pasado trotskista.
En los ‘80 --en rigor '87 u ’88--, cuando arrancó vendiendo perfumes de fabricación propia en la plaza de San Miguel, era un votante del MAS de Luis Zamora. Tampoco en 2001 votó a Néstor Kirchner, aunque es claro que para 2015 ya sentía en otro lugar y embanderado. “Nunca un gobierno liberal mejoró al país: piensen en Martínez de Hoz, Alsogaray, Cavallo, Melconián, Sturzenegger. Esta es la misma gente que siempre se ha llevado lo que el país construyó”, se lo ve decir.
Cuatro años después de aquel video, con su empresa cascoteada pero a flote, Millán vuelve a decir lo suyo: que al empresario Pyme le falta “munirse de ideología”; que flexibilizar el trabajo no es condición necesaria para crear empleo porque cuando hay mercado interno las Pymes toman rápidamente personal; que los salarios bajos no le sirven a la sociedad. Usa un tono por momentos vehemente y un contenido que es bien industria argentina, si se atiende a esa marca de identidad de lo que se construye en disputa, o que sugiere que argentino es quien resiste y no el que aguanta.
-¿Qué pasó después de aquel video? ¿Cómo atravesó su fábrica estos cuatro años?
-Nosotros somos fabricantes de cosméticos para una línea propia, Millanel, y para terceros. Habíamos tenido un crecimiento importante en la etapa kirchnerista, nunca habíamos terminado un año con menos ventas que con las que habíamos empezado. Eso nos permitía tener un piso estable o de crecimiento. Pero desde 2016, las ventas de nuestra marca cayeron a la mitad. En diciembre de 2015 vendíamos un millón 800 mil unidades y hoy estamos en un millón sesenta... La caída fue muy fuerte en 2017 y después siguió, no tan fuerte pero sí contínua... cada mes nos entraba un poco menos que el mismo mes del año anterior: caída, tras caída, tras caída...
-¿Y con los puestos de trabajo?
-Perdimos casi 100 puestos de trabajo. En 2015 teníamos 460 personas y ahora alrededor de 350.
La marca Millanel produce cosméticos para un mercado mayoritariamente de clase media baja, que fue muy golpeada en su capacidad de consumo. Tiene un sistema de ventas por catálogo que compite con Avon. Aunque en estos años la crisis generó más personas dispuestas a ponerse a vender, este aumento de los canales de distribución poco pudo hacer contra la falta de poder adquisitivo.
La empresa ya había pasado un momento duro en 2001. En aquella crisis todavía era de carácter familiar -Millán empezó ayudado por su mujer- y tenía diez empleados. Pero nunca había tenido que despedir por razones de ajuste.
De 2016 a hoy sobrevivieron, cuenta, “porque aprovechamos la capacidad que nos quedó ociosa y las facilidades que abrió la misma malaria, porque cerraron muchos laboratorios y empezamos a trabajar para terceros. Con eso compensamos parte de lo perdido. Pero la lucha es día a día".
Ahora está apareciendo seguido en los medios, pero durante bastante tiempo después del video, Millán no dio notas. Es que en los primeros tramos de la gestión macrista lo mantuvieron ocupado inesperadas visitas: en siete meses le cayeron a la planta tres inspecciones del Ministerio de Trabajo, un control integral de la DGI y un operativo sobre la calidad del agua y los vertidos. “Recibimos controles bastante coercitivos”, describe.
Después, los inspectores se fueron calmando, pero a la planta le llegó el parate del consumo común a toda la industrial. Entre 2015 y 2019, 20 mil Pymes dejaron de producir. Le parece perfectamente lógico: “Las Pymes argentinas, en la mayoría de los casos, vivimos pura y exclusivamente del mercado interno”.
La entrevista apunta a saber cómo impactaron políticamente estos cuatro años de neoliberalismo en los empresarios Pymes.
- ¿Les cambiaron la cabeza?
- Hay una cantidad de gente que entendió que la meritocracia es un discurso, que sin condiciones internas no hay esfuerzo que alcance… Pero ideológicamente falta un trabajo muy importante a hacer con las Pymes. Falta que vengan a la cámaras a discutir, a participar, ¡aunque sea solamente a informarse! Porque el principal problema que tienen es no estar informadas sobre cuánto influyen acciones del Estado en sus resultados. Conozco empresas pequeñas y medianas, de 10, 15 o 20 trabajadores, que en 2015 estaban convencidas de que todo lo que tenían había sido el resultado de su esfuerzo, de su inteligencia, de su desarrollo... y resulta que hoy están vendiendo las máquinas.
-Pero ¿cómo una Pyme llega a serlo si no entienden en qué dependen de la política económica?
-Si vas a las cámaras vas a encontrar gente que empezó con un emprendimiento. Yo trabajaba en Odol, y con mi mujer nos íbamos a vender unos perfumitos que hacía a San Miguel porque no quería que la empresa me viera vendiendo en una plaza... y así nos hicimos muchos. Ese empresario Pyme está muy encerrado en el día a día: en que te golpean la puerta, que la municipalidad, el sindicato, que los impuestos, que el banco, que el proveedor, que el cliente, que los pagos… tiene una dinámica de trabajo que no le permite sentarse a pensar. Y todos tenemos una tendencia a magnificar las cosas que nos molestan y naturalizar las cosas que andan bien. El Pyme ¿por qué protesta? Protesta porque tiene 123 tasas o impuestos para liquidar, porque no puede dejar de pagar un abogado porque tiene conflictos laborales, porque la municipalidad viene a golpearle la puerta. Por eso que le molesta culpa al gobierno, en las dificultades ve al Estado. Ahora… si las Pymes hubiéramos tenido una ideología un poco más firme, un conocimiento más importante de los procesos históricos... de lo que pasamos en la década del 40, o en el ‘76... Me parece que las cámaras no les dijeron ‘muchachos, se están tirando un tiro en el pie”.
- ¿Y ahora?
-Hay Cámaras y Cámaras. Pero sí, el empresario Pyme tuvo que recurrir a lugares donde consultar y buscar la fuerza para pelear junto con otros. Cámaras que tenían distintos intereses, hoy trabajan con un único propósito que es juntarse y resistir. Las Pymes están en un estado terminal. Las que mejor están tienen un 35 o 40 por ciento de capacidad ociosa. Muchos tienen capacidad ociosa del 60 o 70 por ciento, y eso es imposible con tarifas dolarizadas. No hay forma de apalancar tu producción y si tenes que invertir es muy difícil, porque enfrente tenés un consumo muy deteriorado y el riesgo es alto, porque no estás jugando el excedente, sino lo que te queda.
Millán no atiende en la entrevista ningún llamado. Cuando su celular suena, se limita a ojearlo levantándole la tapa, una funda de cuero celeste gastada por el uso. Viste jeans y camisa a cuadros: nada que ostente su condición económica. Se define austero para administrar la empresa. “No tengo grandes deudas y todo lo que entró lo invertí siempre acá”. Viéndolo fuera de este edificio, nadie podría imaginar la dimensión que cobró su empresa, una Pyme de primera generación en una planta de 7 mil metros cuadrados, con laboratorios climatizados, sectores en los que es necesario ingresar con cofia y cubre calzado para no contaminar la producción, con depósitos y camiones para un sistema de distribución propia.
Con todo, en este momento la planta tiene parte de su capacidad ociosa, cercana al 35 por ciento. En uno de los gabinetes, por ejemplo, dos trabajadoras terminan a mano el armado de lápices labiales. Están sentadas junto a una máquina que puede automatizar parte de esas tareas, pero que ahora usan para apoyar unas planillas. Para cantidades chicas como las que están armando, no conviene ponerla a punto y encenderla.
-¿Qué mecanismos colonizan a los empresarios Pymes?
- El empresario Pyme argentino confunde burguesía con oligarquía. Considera que una vez que accedió a determinadas cosas pertenece a una clase social que no es verdaderamente a la que pertenece. Si pudiera mirarse en una foto real, entender en qué lugar está de la escala económica, vería que está muchísimo más cerca de un operario que de la oligarquía… Yo creo que a las Pymes les hace falta munirse de ideología para entender qué les conviene en términos de política económica.
-¿Qué sería munirse de ideología?
-Necesitás entender que la fuerza de trabajo es un aliado. Que no estamos de los dos lados del mostrador lo comprobamos porque en Argentina, cuando flexibilizás los sueldos, lo que producís es que baja el consumo. En estos últimos cuatro años, la pérdida del salario fue el 20 por ciento, 18 por ciento. Bueno… ¡las empresas no están en situación de perder mercado por ese 20 por ciento! Que es más, porque una parte importante de ese salario ajustado se redireccionó, se transfirió a otros gastos como las tarifas de la luz, el gas o los servicios. Entonces, si al salario lo achicás porque las paritarias se hicieron a la baja, pero además al salario le quitás poder de compra porque una parte mayor va al pago de servicios, o de transporte, la gente se queda con muy poca disponibilidad. Y tampoco es que estábamos en una situación donde los salarios daban para ahorrar el 50 por ciento todos los meses. Entonces, el golpe al consumo fue muy grande.
-¿Cuánto mayor es la participación hoy?
- El problema de las Pymes es que es muy difícil que alguien participe de una cámara, porque lo primero que te dice es ¿y usted qué me da? Y nosotros no somos una empresa de servicios, no voy a ir a pagarte las facturas… yo te doy ideología, formación, participación, te doy masa crítica para poder ir a discutir temas, para eso se participa en las cámaras. De esa carencia nos viene esta debilidad que tenemos en la Argentina que consiste en que no tenemos un único representante para sentar en la mesa de diálogo, tenemos infinidad de representantes. Y la verdad es que a nosotros nos tendrían que convocar a esa mesa -y hay tratativas para convocarnos- porque hay montones de empresas que a sus beneficios se los negocian las embajadas. Hay un elenco estable que aprovecha todas las políticas, mientras las Pymes, que son nacionales, muchas de primera generación, quedan fuera. Nosotros necesitamos tener una fuerza crítica.
-¿Quién es el elenco estable?
-Un sector que tiene un nivel de desarrollo más alto y está profesionalizado. En muchas Pyme eso no existe, no han dado el salto a la profesionalización, eso hace que no aprovechen muchos recursos del Estado. Tampoco miran la región. Si yo les preguntara hoy a las Pymes cuánto creen que les influye el proceso boliviano, la mayoría me diría "en nada, ¡a mí qué me importa!". No hay una mirada macro sobre qué pasará si esta gente asume en Bolivia, si cambian el precio del gas o dejan de mandarlo, nadie está pensando eso, están pensando más en que el problema de Bolivia es de Bolivia. Esa carencia de ideología hizo que muchos pensaran en serio que algunos beneficios que proponía este modelo alcanzaban.
-¿Por qué dice que una flexibilización laboral no es condición para crear más empleo?
-Porque en una Pyme no estás esperando que se flexibilice el mercado para tomar gente, si necesitás gente la tomás, y después ves en todo caso cómo resolver el problema si tenés que desvincular personal, pero una Pyme toma y lo hace de inmediato, porque si alguien te pide 100 unidades de tu producto y podés fabricar sólo 50, por ahí el primero o segundo mes no los hacés, pero si el mercado te lo demanda al tercero lo producís.
-Pensemos que se inicia un ciclo virtuoso, de reactivación. Con los niveles de tecnificación actuales, ¿es posible en la Argentina pensar seriamente en que volverá el pleno empleo?
-Los empresarios no modifican ese escenario, son las políticas de Estado las que van a definir el nivel de empleo… los empresarios colaboraremos. Al mismo tiempo, no podemos pensar que la tecnología no va a reemplazar a mucha mano de obra. Tendríamos que evaluar si realmente tenemos que seguir trabajando nueve horas, tal vez tengamos que trabajar seis y de esa forma incluir más gente. Y hay que ver, también, si el Estado solamente va a ser un actor que tome los impuestos de las empresas o si va a tener un rol más participativo, si va a hacerse cargo de la franja de gente que no tenga trabajo. Los Estados tienen que pensar que esto es un problema. Si la gente no trabaja, tampoco consume, y si no consume no se justifica producir. ¿Para quién vamos a trabajar si no tenemos gente con trabajo? ¿A quién le vamos a vender? A futuro, es un problema que los Estados van a tener que revisar.