“Podemos discutir hacia dónde queremos que vaya la ciencia, hacia dónde necesitamos que vaya. Lo que no debería estar en discusión es el financiamiento, y lo que ocurre es que hubo una reducción aprobada por el Congreso del presupuesto para ciencia”, dice Jimena Rinaldi, una investigadora del Conicet que se dedica a estudiar la fotorrecepción en bacterias, una especialidad que en los últimos años ha permitido controlar tejidos vivos (las neuronas) y que en el futuro tendrá un alto interés agropecuario, si el presupuesto no merma...
En el marco de un paro científico nacional para exigir más fondos para el sector, cientos de investigadores se hicieron presentes ayer a la mañana en la Plaza Congreso con una feria de ciencias, donde mostraron sus trabajos, las líneas de investigación que siguen y su relevancia e impacto social. De paso, abuchearon con ganas al presidente Mauricio Macri, cuando llegó y cuando se fue del Congreso. Es que Macri, para los científicos, es la materialización del ajuste, porque fue él quien prometió en campaña electoral duplicar el presupuesto en términos del PBI y quien finalmente lo redujo. Las consecuencias: casi 500 científicos que deberían haber entrado al Conicet no pudieron hacerlo; y, por si fuera poco, para este año ya se firmó un ingreso que es un 50 por ciento menor que el de 2015.
“La ciencia de las Abuelas”, dice un gran cartel impreso, con letras negras sobre fondo verde. “Índice de abuelidad: es la probabilidad de que abuelo o abuela sean efectivamente abuelos del niño. Una herramienta clave en la determinación de identidad de nietos y nietas desaparecidos”, explica el texto. Científicos estadounidenses, en colaboración con argentinos, fueron quienes hallaron la clave, que tiene un porcentaje casi total de efectividad.
Muchos institutos de investigación llevaron carteles, afiches, pantallas para mostrar power-points, todo lo que sirviera para ilustrar lo que hacen y, sobre todo, recalcaron, para quién lo hacen: “para el pueblo, para el desarrollo del país”. Algunos gazebos servían para frenar un poco el sol y hacían de trinchera de las distintas organizaciones presentes: Científicos y universitarios autoconvocados, Becarios empoderados, Jóvenes científicos precarizados, la Red federal de afectados (los excluidos del Conicet), Corriente 12 de Mayo, las federaciones docentes Conadu y Conadu Histórica, entre otras.
El ambiente tranquilo cambió cuando apareció el auto presidencial, lujoso y escoltado por cientos de granaderos a caballo. Los cantos, las puteadas, el abucheo y los gestos no pararon de hacerse sentir mientras Macri pasaba a metros de los científicos. “Toda esta parafernalia la trajo de España, quiere copiar a los reyes. Es cipayo hasta para esto”, decía una investigadora, con mezcla de bronca e ironía.
Ángel Mauro trabaja en la planta Elementos Combustibles para Reactores de Investigación (ECRI), de la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Estoy en la parte de producción, pero soy consciente de que sin la investigación y el desarrollo de los compañeros científicos, el laburo que nosotros hacemos no podría salir”, dice. “La energía nuclear es la más limpia, porque no genera emisiones de dióxido de carbono, y tiene una potencia mucho más eficiente que cualquier otro combustible o energía”, explica Ángel, que trabaja con becarios del Conicet: “Esos compañeros sufren directamente la pérdida del trabajo por el recorte”. “No hay una condición cultural favorable para el desarrollo de la ciencia y la técnica. Tenemos que salir a la calle para defenderlo”, cierra, mientras de fondo suena el Himno Nacional.
Entre las 498 personas que por el recorte de fondos no pudieron entrar a la carrera de investigación del Conicet, pese a haber superado todas las evaluaciones, está Cecilia Melella, doctora en Ciencias Sociales: “Investigo las migraciones contemporáneas de países andinos. Uno de los ejes tiene que ver con la representación de los migrantes en los medios de comunicación de masas, que va unida a ciertas características del universo de la negatividad: delincuencia, merma de trabajo, uso de servicios públicos. Desmitificar ciertos discursos apelando a distintas estrategias es una de nuestras tareas”, cuenta. “Los medios estigmatizan, por ejemplo, a los colombianos como si fueran todos narcotraficantes. Pero cuando uno ve los números, observa que la mayoría esta acá estudiando, que muchos hacen posgrados pagos. Es importante desmitificar”, se explaya, tomando jugo de una botella.
Cerca de ella, Rodolfo Laufer, becario doctoral de Historia, relata que su tema de investigación es el clasismo en el movimiento obrero de los 70, los procesos de democratización sindical. “En Argentina el sindicalismo tuvo un peso importantísimo que se mantiene. Nos interesa mostrar que, contra el sentido común, existe un modelo sindical alternativo, democrático y combativo, que ha proliferado en estos últimos años”, dice Laufer, quien remarcó que su condición laboral actual es de “precarización, lo que repercute en la investigación”.
Minutos después, Macri dejó el Congreso. Los científicos corrieron al vallado para volver a gritar; él saludaba. “¡Cínico, cínico!”, le gritaban, y unas cuantas cosas más.
“Investigo la relación entre el sistema inmune y los parásitos triquinela espiralis, agente causal de la triquinosis. Buscamos saber cuáles son los mecanismos del sistema inmune que se ponen en juego cuando uno se infecta con triquinela. Nos dedicamos al diagnóstico y la búsqueda de una posible vacuna”, explica Priscila Saracino, becaria del Conicet que trabaja en el Instituto de Inmunología de la UBA. El recorte del presupuesto para la ciencia perjudicó directamente a su equipo: “En inmunología tenemos que comprar necesariamente un montón de insumos y elementos que son importados, a precio dólar. Con un presupuesto más bajo, sumado a la devaluación, nos afecta muchísimo. Pero también nos complica para ir a congresos o desplazarnos a diferentes lugares del país a tener contacto con la gente que está infectada”.
Informe: Gastón Godoy.