Es imposible hablar de la revista Heavy Metal -o su contrapartida francófona, Metal Hurlant- y no pensar en los años ’80. Porque si bien la versión norteamericana nació en 1977 y la francesa en 1974, ambas definieron un modo de hacer y contar la ciencia ficción, pródigos en carne, metal y relatos de terror. Hoy, a más de dos décadas de su primera aparición, el título se mantiene como una de las pocas antologías de historieta que aún son referencia en el circuito internacional.

Claro que no todo son rosas en el camino de la publicación: durante muchos años languideció y se sintió anacrónica. Pero al menos en la edición estadounidense, esto comenzó a cambiar en los últimos años, con la incorporación fugaz pero determinante del guionista británico Grant Morrison como editor general y un quinteto de editores de distintos orígenes que buscaron oxigenar y actualizar el contenido de la revista. Uno de esos editores es el también guionista RG Llarena (Ricardo González Llarena), quien estuvo de visita para la convención internacional de historietas Crack Bang Boom, que se realiza cada año en Rosario. En un hotel céntrico rosarino y ante una pila de carpetas de proyectos de autores locales, el mexicano se lanzó a analizar el derrotero de la publicación y explicar el impacto de Morrison durante los dos años que estuvo a cargo.

“A los latinoamericanos nos cuesta mucho brincar los muros hacia los mercados más importantes del cómic”, recuerda Llarena cuando se le pregunta cómo llegó a la Heavy Metal. Cuando mandó una prueba en 2007 –¡por correo físico!- la recibió Kevin Eastman, creador de las revulsivas Tortugas Ninja y por entonces director de la revista. “Con esa primera prueba, con dos amigos brasileños, se nos abrieron las puertas para mí y varios latinoamericanos”. 

El proceso para ser editor, en cambio, fue un poco más inusual e implicó cierta osadía de su lado. “Sabía de un antecedente de que Eastman le había encargado a un amigo suyo ser editor invitado en un par de números, yo no trataba con Kevin sino con una de las editoras y en ese momento le dije ‘Quiero hacer un especial de realismo mágico latinoamericano mezclado con cyberpunk junto a varios colegas latinoamericanos’”, recuerda. “Obviamente en cuanto envié el mail pensé ‘¡Ay, Dios, qué hice!’”, se ríe. El gesto le salió bien e incluso ese número especial tuvo hasta una versión en español. “Salió todo para una San Diego ComicCon y ahí me invitaron a sumarme al equipo editorial que iba a liderar Grant Morrison, ¡y yo crecí leyéndolo!”

“Con Morrison teníamos poco trato porque tiene muchos proyectos y su día a día lo lleva su esposa, pero aún así él tenía mucha injerencia”, relata Llarena. “Su gran acierto, además de traer voces interesantes y de peso a la revista, fue lograr que tuviera una identidad bien diferente a su contraparte francesa, la Metal Hurlant”, considera el guionista. “Aunque sigue habiendo mucho talento europeo, como Enki Bilal, o Corben que es norteamericano pero está vinculado a Francia, si vemos la revista de 2016 a la fecha, tiene una mística como la francesa, pero es diferente a lo que están haciendo los compañeros de Humanoides allí”.

El desafío, al mismo tiempo, es mantener a la publicación fiel a su espíritu original y al mismo tiempo que el lector la encuentre actual y vigente en su propuesta. “En lo personal, siento que una falla en las últimas décadas de la Heavy Metal era que había caído en tener personalidades del mundo europeo demasiado cargadas hacia el erotismo, pero ya sin ser los Manara o Serpieri; era gente más influida por el cómic norteamericano y quizá sin el mismo nivel de maestría”, opina.

Morrison sigue vinculado a la publicación porque tiene dos historias en desarrollo allí, pero ya no funge como editor. “No creo que vuelva a ese rol, tampoco, está con demasiadas cosas”, estima el mexicano. “Pero sigue su figura y siguen las cosas que aportó, porque tratamos de respetar esos lineamientos”. Aunque con Morrison no hubo una consigna explícita de abandonar el erotismo, el británico sí planteó un regreso a la otra faceta de las bases fundacionales de la revista: partir de los géneros como la ciencia ficción, el terror o la fantasía y experimentar, ver hacia dónde podía llegar. “Cuando apareció la revista, el cyberpunk estaba en boca de todos, era el género subversivo, pero hoy ya en muchos lados está superado. Eso no significa que hoy no vayamos a publicar cyberpunk, pero la historia debe partir de ahí y buscar, no se trata sólo de domesticar la estética sino también plantear un discurso”.

Del día a día del trabajo Llarena destaca, por ejemplo, la labor de su colega argentino Diego Agrimbau, por calidad y cantidad de producción. “Es un tipo impresionante en cómo cambia de géneros; puedo decir públicamente que le tengo envidia: cuando yo escribo un guión, ¡él hace ocho!” Una de las cosas más complejas como editor, reconoce, es dar con esos discursos interesantes. “Es más fácil encontrar dibujantes talentosos que un guionista que además de contar bien o narrar sin fisuras, diga algo”, señala. Pero ese, entiende, es el modo de seguir marcando el camino.