Si hay un puesto en el fútbol que es ingrato, es el del arquero. Nunca tiene tiempo para festejar sus atajadas, siempre sale en las fotos de los goles rivales y, por lo menos durante medio partido, está a merced de lo que la hinchada haga a sus espaldas, ya sea insultos, escupitajos o lanzamiento de proyectiles. Pero, cada tanto, los guardianes del cero propio tienen la chance de desquitarse y no sólo por la ejecución de algún penal o tiro libre. No sucede seguido, pero este domingo, ocurrió por duplicado en el continente.
El caso más cercano se dio en Tucumán, durante el partido entre San Martín e Instituto de Córdoba por la Primera Nacional. El Santo llegaba como puntero de la Zona 2 y, con los 90 minutos ya cumplidos, estaba perdiendo su invicto de 13 jornadas en el torneo ante la Gloria, que se imponía con gol de Facundo Silva desde el inicio del complemento.
Cuarto minuto de tiempo adicional, tiro de esquina para el equipo local y, con nada más por perder, el arquero de los tucumanos, Ignacio Arce, se manda al área rival. El uruguayo Luis Aguiar se dispone a ejecutar el centro mientras el uno, de buzo e inconfundibles pantalones largos negros, ingresa a la zona de peligro caminando, paso a paso, haciéndose el distraído. La pelota va a la puerta del área chica, el pelado Arce se saca su marca de encima con poco esfuerzo y se eleva para cabecear y desatar la algarabía tucumana.
"Primero conecté con el parietal izquierdo y luego me dio en el hombro y en la pierna", relató Arce, uno de los héroes del ascenso santo en 2018 pero que, tras medio semestre en la Superliga, se fue cedido a -justamente- Instituto. De vuelta San Martín a la Segunda División, el arco volvió a su poder, y no sólo el propio.
El segundo festejo guardamenta se dio en México, en el triunfo de Chivas de Guadalajara sobre Veracruz por 3-1. Aunque, esta vez, el que fue a tierras enemigas en busca de la gloria, terminó a las corridas. Veracruz, último cómodo en las posiciones (ocho puntos en 18 jornadas, a nueve de distancia de Puebla, el anteúltimo), necesitaba sumar como sea y lo estaba logrando hasta el minuto 88, cuando Antonio Pulido puso el 2-1 para Chivas.
Con la necesidad imperiosa de recuperar ese punto, el arquero Sebastián Jurado se fue al área rival pero la suerte -la buena- no estuvo de su lado. La pelota fue a parar rápidamente al uno rival (en realidad, usa el número cuatro), José Antonio Rodríguez, quien corrió hasta el límite de su área, se tomo su tiempo, puso la mira en el arco de frente y se la jugó pateando de arco a arco: la pelota cruzó todo el campo de juego -hasta salió del rango de cámara televisiva por unos segundos-, picó una vez y se convirtió directamente en el tercer gol de Chivas.
También cuando el reloj marcaba 94. Definitivamente, el minuto del arquero.