Mercedes Gómez de la Cruz (Rosario, 1974) es madre y mujer, militante y poeta (como podría decirse parafraseando aquel “padre y más hombre, ferroviario y hombre” que escribió César Vallejo en su elegía a Pedro Rojas). El sábado pasado por la mañana, esta autora y ex editora presentó su nuevo libro de poesía, Roca Madre. El año pasado para la misma fecha, como activista de Mujeres en Tribu, estaba coordinando con sus compañeras la segunda jornada interdisciplinaria por el parto respetado y la prevención de la violencia obstétrica, que tuvo entre otros objetivos el de concientizar sobre los derechos de mujeres y bebés que desde 2004 ampara en toda Argentina la Ley Nacional 25929.
Editado en Buenos Aires por el sello independiente de proyección federal Baldíos en la lengua, el libro se presentó en ronda sorora de colegas lectoras en el espacio cultural La Chancha y los 20. Lejos de llevar una doble o triple vida, Mercedes lo integra todo en una sola: lucha política, poesía, amor maternal y rock. Sí, rock. “La maternidad es rock” dice uno de los subtítulos del libro. Un libro rico en “frases”, o en ese tipo de versos epigramáticos que dan ganas no ya de subrayar o copiar sino de salir a pintar o tatuarse: así de conciso, intenso y accesible es su lenguaje. El feliz título, Roca madre, gana sentido jugando a traducir. (Por una obra poética del lenguaje mismo, una de las acepciones de “rock” significa “acunar”).
Mujer del siglo XXI al fin, Gómez de la Cruz advierte y está advertida sobre las buenas y malas maneras de fusionar la vida íntima con sus representaciones más o menos estéticas. Una cosa es escribir un poema conjetural autobiográfico sobre su propio origen, en el que denuncia posibles intervenciones médicas innecesarias y protocolos antinaturales en torno al parto y al nacimiento (“sondas/ nitrato de plata/ llanto/ frío/ separación”) y otra es banalizarse: “Me prometí/ no hacer un reality con nuestras cosas”, le escribe a su hija. Porque claro, este nuevo parto fue registrado en video. Sin embargo, como avisa Mercedes en el poema-manifiesto o traducción no literal que cierra el volumen: “La revolución no va a estar en ningún soporte”.
En el año en que veía la luz la Ley de Parto Respetado, Mercedes fundó su propia editorial y editó allí su segundo libro, 100 muñecas (2004), que al igual que este también nació con alma de clásico instantáneo. Después, aquel verano, tuvo lugar una discusión en la sección de comentarios del blog Las afinidades electivas sobre lo que se dio en llamar “lo sublime banal” y que en plan de inventar categorías podríamos rebautizar más amablemente como “lo sublime cotidiano”. Ya está, ya tenemos una góndola donde situar Roca madre.
Y es que cada poema del libro explora una zona del presente o de la memoria, conectando las diversas edades de la vida a través de epifanías eficaces. Una poeta que creció como tal a la intemperie de toda tradición lírica y entre el valor súbitamente otorgado a la escritura épica del yo, Gómez de la Cruz se aferra aún al glamour del instante: magia que la noche joven regalaba y ahora hay que crear. “Estoy en mi casa, despierta, / como antes dando vueltas/ en las noches vacías”, escribe para decir que ahora el ritmo de rock lo pone su beba: “Hoy también bailo. / Hoy tampoco duermo”. La vida sigue siendo para Mercedes una aventura digna de ser contada en un poema.
La síntesis elocuente de Mercedes Gómez de la Cruz le permite definirse en pocas palabras: “he dejado de ser joven y sigo siendo promesa”. Así se presenta con humor en el poema inicial, que desde su primer verso (“Ahora que las barbies están en sus cajitas”) alude a 100 muñecas. En ambos libros se cuestionan los artificios opresivos naturalizados que construyen el género. En este, además, los pasajes más hondos son aquellos que recorren (con moderada nostalgia) los años de la adolescencia, cuando “la vida estaba entera entera por delante” y juventud: “Confiábamos en el orden de las cosas. Teníamos fe en las fotos”. Una niñez lectora se resume en una conversación con su madre sobre el brazo faltante de la Venus de Milo, ante una réplica que decoraba el patio del antiguo edificio de la Biblioteca Argentina: “que dónde está/ que dónde quedó/ que quién la hizo así”.
El libro dialoga con otros formatos, lenguajes y discursos. El arte de tapa, tan sensual como los poemas, reproduce Día y noche, una obra performática de Gabriela Larrañaga, en un registro fotográfico por Gustavo Lowry. El texto final es una lograda “transcreación” (por usar un término pertinente de Haroldo Da Campos) o versión libre, aggiornada y “localizada”, de una pieza de spoken word de Gil Scott Heron, The revolution will not be televised, mediada por su traducción al castellano y su cover version, ambas por Ezequiel Zaidenwerg. Mercedes Gómez de la Cruz también publicó Lo que huye (2003), Soy fiestera (2006), el e-book Soy fiestera. Poesía reunida (Fiesta ediciones, 1era edición, 2015) y Caudal (Grito Manso, 2019).