La Justicia ordenó que el hombre acusado de mantener cautiva a su pareja durante 22 años permanezca en prisión preventiva hasta el juicio oral. La decisión del juez Juan Andrés Donnola dio cierre a la audiencia preliminar en la que la fiscal Luciana Vallarella oficializó el pedido de pena a 18 años de prisión para el acusado, por los delitos de privación ilegítima de la libertad, reducción a la servidumbre y abuso sexual reiterado. El juicio se espera para el año que viene. La defensa adelantó que pedirá la absolución.
En un pormenorizado relato, la fiscal detalló ayer parte del calvario del que pudo dar cuenta la víctima cuando logró huir de la casa del agresor, en mayo pasado. "Salió con su DNI, algo de plata, las cartas de su padre -que le fueron escondidas por años- y una foto de su hijo", dijo Vallarella sobre el momento en que Oscar Racco estaba descompuesto en el baño y olvidó ponerle llave a la puerta. La mujer, de 42 años, subió a un taxi y fue a una estación de servicio a llamar por teléfono a su familia.
"Se le imputó al acusado haber retenido a la víctima desde el 6 de mayo de 1996", dijo la fiscal, que describió años de golpes, cintazos, arrastramiento, abusos, castigos y hasta de haberla tenido encadenada a una pata de la cama, mientras él trabajaba. Son decenas los testigos que fueron avalando los dichos de la mujer a lo largo de la investigación. Incluso, desde el primer momento de la relación, cuando llamaba más de diez veces por día a la casa de sus padres, para controlarla. Mientras la retuvo, el hombre de 57 años le hizo usar un nombre falso, raparse la cabeza y ponerse ropa de él para que no fuera reconocida. "Nunca se la veía sola", dijeron los vecinos de Santiago al 3500, donde residían, en la planta alta de la casa de los padres del acusado, que también fueron cómplices del encierro y ahora están fallecidos. Era la madre del acusado quien le abría la puerta y le sacaba las cadenas para que fuera al baño, cada vez que ella daba golpes con un palo en el piso del altillo. El padre llegó a ser imputado como partícipe, pero falleció meses atrás.
Entre los episodios que relató la víctima, se desprenden decenas de crueldades y tratos inhumanos. "Llegó a obligarla a arrodillarse al costado de la mesa mientras él y su madre comían. No se bañaba y no dormía si él no estaba. Vivía en un estado de sometimiento. Ella misma nos contó que se armó una rutina en su cabeza para cumplir con todo lo que él decía", dijo la fiscal. Los abusos, en tanto, "ocurrieron porque las relaciones eran sin consentimiento de la víctima. Ella le pedía que pare; pero él la trataba de prostituta y hasta llegó a taparle la cara con una almohada porque decía que le daba asco que fuera tan puta". En otro suceso de los más violentos, el acusado le dio una paliza en la terraza, bajo la lluvia, y ella se tiró al pasillo de al lado. La prueba es una cicatriz le quedó en la cabeza. La manera de retenerla incluso cuando no estaba, eran las amenazas. "El acusado le iba diciendo todo lo que sabía de su hijo, todo lo que él hacía; y su temor era que algo pudiera pasarle" al chico que tenía apenas dos años y medio cuando lo dejó de ver.
El caso fue trabajado desde el inicio por el equipo de género de la Municipalidad y la mujer recuperó el contacto con sus familiares y su hijo, al que había podido ver una sola vez que le imploró a Racco. Como la madre de la víctima no lo dejó entrar a él, aquella vez, la obligó a grabar en un audio la conversación. En tanto, de las pruebas reunidas surge también una denuncia que hizo una pareja anterior contra el agresor.
La fiscal habló de la calificación de reducción a servidumbre y dijo que ese delito existe en relaciones de pareja. En ese sentido, nombró como antecedente un caso de Buenos Aires que fue confirmado en la Cámara Nacional de Casación Penal.