Tres mujeres con sus ojos y bocas cerradas. Sus cabezas con chaguar que representan sus cabellos. Esa es la estatuilla, realizada por un artista-artesano del pueblo wichí, que entregó la asociación ambientalista Greenpeace a la mejor película ambiental al reconocer a dos directores: sueca ella, portugués él.
"LÍle aux oiseaux" (la Isla de los Pájaros), de la directora polaca Maya Kosa y el director portugués Sergio Da Costa, es un film que reúne verdad y poesía. Compuesto por una sumatoria de bellas y conmovedoras imágenes, concientiza sobre las dificultades de supervivencia de ciertas especies inmersas en un mundo que no está exento de crueldad.
El jurado que seleccionó la película galardonada estuvo integrado por la escritora Claudia Piñeyro, la cantante y actriz Elena Roger, la actriz, conductora y cantante Romina Gaetani y Fernando Avellaneda, de Greenpeace.
La premiación se hace en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en donde la asociación ambientalista participa hace tres años. Los primeros dos premios, en 2017 y 2018, fueron a las películas Chaco y El Árbol Negro, respectivamente. En aquel momento se entregó la estatuilla de otro escultor. Pero a partir de esta tercera edición se decidió hacer participar el arte de las comunidades originarias.
El sentido de la estatuilla también impone la necesidad del arte para concientizar sobre la realidad vivida. En este caso en particular la vivencia de las comunidades originarias sometidas al desmonte en el Chaco salteño. La actividad, que para algunos significa desarrollo y producción, para otros implica la pérdida de su cultura, su identidad y su forma de vida.
“Elaborado en palo santo (Bulnesia sarmientoi), representa, a través de estas tres mujeres, la tragedia silenciosa que hoy padece el Pueblo Wichí, el pueblo chaquense más numeroso de nuestro Chaco argentino: hace ya mucho tiempo, con el avance de la frontera agropecuaria y la contaminación de sus grandes ríos -el Pilcomayo y el Bermejo- tuvieron que abandonar la caza, la recolección y la pesca, cómo forma de vida, para buscar subsistir a través de la artesanía, la del palo santo, la del chaguar, ambas representadas en esta estatuilla”, explicó a Greenpeace Chris van Dam, quien contaba con la estatuilla en su local de Salta Capital. Van Dam es uno de los impulsores de VinculARTE, una tienda que en el centro de Salta Capital busca vender las artesanías originarias a un valor justo. La tienda expone las artesanías de 14 comunidades de los pueblos originarios de Salta en Caseros 276.
Toda una vida
La estatuilla fue creada por Julián Palacios, maestro artesano de la comunidad wichí de Misión Salim, cercana a Embarcación en el departamento San Martín, en el norte de Salta.
En los últimos tiempos se volvió mucho mayor el esfuerzo por hacer las artesanías en palo santo, una de las maderas semi preciosas del monte chaqueño. En Misión Salim ya no hay palo santo para hacer las artesanías. Las comunidades buscaron los trozos que quedaron entre los montones de árboles rotos dispuestos para quemar luego de los desmontes de hace cinco o seis años. “Esa fue la última vez que vimos la madera en la zona”, dijo Palacios a Salta/12.
La artesanía no debe ser tallada en cualquier estadio de la madera. El palo santo debe tener al menos entre 60 y 70 años para ser trabajado. “Nos da pena porque hay quienes usan la madera verde”, dijo Palacios quien contó haber visto palo santo verde talado. En su comunidad, dijo, hay algunos palo santos, pero recién tienen entre 15 y 20 años. “Hay que dejar pasar una vida para que el palo santo crezca”, sostuvo.
Quitarles el palo santo fue quitarles su arte. Ahora apenas si “podemos comprar uno o tres trocitos por mes”, para trabajar la madera. Para conseguirlo deben recurrir a otras comunidades que aún no fueron totalmente atacadas por la tala o el desmonte a diferencia de lo que sucede con su comunidad. En Misión Salim, describió Palacios, la comunidad está a unos 30 o 40 metros de los alambres de las fincas.
Exportado sin valor a China
La amenaza de extinción del palo santo y el chaguar es consecuencia de las “políticas perversas que permiten que el palo santo sea exportado a China, en trozas, sin ningún valor agregado; o vendido como postes de alambrado en la pampa húmeda, cuando como marca la ley, debiera ser protegida, como especie semi preciosa, y para quienes no tienen otra fuente de trabajo y le dan un altísimo valor agregado”, dice el documento explicativo de Van Dam.
El valor de cada poste de palo santo es de 10 a 12 dólares. Transformado en artesanías un árbol produce piezas por 6.000 dólares “y da trabajo a muchas de estas comunidades wichí que viven en los confines del país, en esta Argentina profunda, comunidades resilientes que se resisten a migrar a ciudades que no tienen nada para ofrecerles”.
“Esta estatuilla de Julián Palacios, con su dorso pulido y su frente áspero, es el reflejo de los dos países en que convivimos: la del país monocromático, el de las grandes empresas sojeras o ganaderas, el de la industria extractiva, que agotan indefectiblemente nuestros recursos naturales, dejando solo pobreza a su paso; y el del país de la diversidad, de la diversidad biológica, pero también cultural, que respeta los derechos de todos, el derecho al territorio, el derecho a una vida digna, aquella que promueve economías regionales, y la conservación de estos ecosistemas frágiles pero de gran valor. Esos dos países hoy los representa la topadora, por un lado y esta estatuilla de Julián Palacios, por otro”, explicó van Dam.