Desde Londres
A menos de tres semanas de las elecciones y con una ventaja promedio en las encuestas de 14 puntos, Boris Johnson apuesta todo a la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). La plataforma electoral de Johnson se resume en una consigna que le sirve para solucionar cualquier tema, sea economía, salud o educación: “let´s get Brexit done”. En contraste el líder laborista Jeremy Corbyn ha puesto el foco en la agenda doméstica con el programa de cambio más radical desde la posguerra.
La plataforma electoral laborista tiene como eje central un aumento del gasto público de más de 100 mil millones de dólares, un masivo programa de vivienda popular (100 mil unidades anuales) y nacionalización de empresas públicas (trenes, agua, energía, correos y hasta internet). El financiamiento de esta ambiciosa agenda es tan radical como las medidas: aumento impositivo a los ricos y las corporaciones, combate a fondo contra la evasión fiscal de las multinacionales, impuesto especial a las empresas energéticas y a las transacciones financieras de la city.
El programa laborista generó un previsible rechazo de los medios conservadores, la City y el empresariado. En relación a su financiamiento, hubo dos opiniones. El respetado y casi siempre ortodoxo, Institute of Fiscal Studies (IFS), cuestionó la aritmética. “Si uno quiere aumentar la presencia del estado en esta escala, tiene que quedar claro que no se logra solo con aumentos impositivos a los ricos y las corporaciones, sino que otros sectores de la sociedad también tendrán que contribuir”, dijo el director del IFS, Paul Johnson. En la organización líder a nivel mundial de la lucha contra los paraísos fiscales, Tax Justice Network, la reacción fue de euforia. “Celebramos este compromiso por un cambio de modelo tributario para las multinaciones. Con este nuevo modelo las multinacionales pagarán impuestos en el lugar donde generan riqueza y no en un paraíso fiscal, algo que reforzará nuestra economía”, señaló a Página/12 el director de Tax Justice Network, Alex Cobham. La apuesta a un cambio profundo de estructuras funcionó en las elecciones de 2017. A tres semanas de los comicios la primer ministro Theresa May le llevaba 20 puntos de ventaja a Corbyn. La plataforma electoral laborista fue el punto de inflexión. May terminó perdiendo la exigua mayoría parlamentaria que tenía y Corbyn, sin llegar a ganar, obtuvo uno de los mejores resultados del laborismo en años. ¿Será igual el 12 de diciembre? Imposible predecir si el electorado se inclinará por la deslumbrante transformación que promete Corbyn o por el Brexit de Johnson, si será pájaro en mano o cien volando. El Brexit - seguido de cerca por el Servicio Nacional de Salud – es el tema primordial para los votantes. En octubre Boris Johnson consiguió un acuerdo con la UE que el parlamento rechazó obligando al primer ministro a pedir al bloque europeo una extensión de la fecha de salida. Su propuesta para estas elecciones tiene la engañadora fascinación de lo simple: vótenme y terminará esta pesadilla del Brexit. De ahí su mantra: “get Brexit done”.
La propuesta del laborismo carece de una consigna sencilla y pegajosa. Corbyn promete renegociar el acuerdo con la UE en tres meses, aprobarlo en el parlamento y someterlo a un referendo en el que los británicos podrán elegir entre este acuerdo y permanecer en el bloque europeo. No ayuda a esta complejidad que el mismo Corbyn se niega a decir si apoyará el acuerdo que él mismo habrá negociado en caso de ser electo o se inclinará por permanecer en la UE.
El sistema de votación indirecto y no proporcional añade incertidumbre. Los británicos eligen por mayoría simple a los representantes en el parlamento de 650 circunscripciones: el partido que obtiene más escaños puede formar gobierno. En unas 162 circunscripciones hay una diferencia marginal impredecible entre los distintos partidos. ¿Importará más en estas localidades, el "get Brexit done" o la agenda doméstica de Corbyn? A este interrogante por el momento incontestable se le suma la fragmentación nacional (Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte), regional (sur rico, norte pobre) y etaria (jóvenes pro-laborista, mayores de 45 más pro-conservador). Con este trasfondo está claro que la participación del electorado y el voto táctico en cada circunscripción electoral pueden resultar tan decisivos como los temas de fondo.