Edgar Soliz Guzmán vive en La Paz, la ciudad encendida, en el país del fuego, en la nación tomada por el fascismo. “Yo no represento a nadie, así como el Movimiento Maricas Bolivia tampoco representa al activismo oficial LGBTI de Bolivia”. Son días que escupen de todo. La represión, las barricadas, las muertes y el desconcierto de época. ¿Cómo organizar la resistencia cuando la persecución es por marica y también por indígena?
¿Cuál es tu posición frente a la actual coyuntura socio-política de Bolivia?
Es muy difícil en este momento tomar una posición. Las que estamos viviendo en carne, en corporalidad en Bolivia sobre todo en La Paz, en El Alto, hay que entender cómo hemos llegado a esto. Nosotras en el programa de radio Nación Marica siempre hemos sido críticas con cualquier ejercicio de poder. Entonces creo que hay que entender este proceso, cómo es que llegamos a este momento tan de crisis, tan conflictivo en el país. Para mí era muy difícil tomar una posición; de repente tú planteabas el golpe de Estado e inmediatamente te polarizaban, inmediatamente se te señalaba como masista. Para nosotras era importante tomar una posición crítica contra esta guerra por el poder. Yo no lo voy a llamar, pero sí condeno enérgicamente las primeras medidas de la proclamada Janine Áñez, este es un gobierno de transición ultra conservador, es un gobierno racista, es un gobierno provida, es un gobierno homo lesbo transfóbico. No lo voy a llamar Golpe de Estado pero tampoco le voy a llamar ejercicio democrático del país. Está en peligro la libertad de expresión, las libertades, la libertad para el ejercicio democrático del país de cualquier cosa. Sectores que vienen de la izquierda del MAS lo están visibilizando como un Golpe de Estado, y nosotras nos sumamos a esos sectores porque somos empáticas, porque creemos que no debemos callarnos, no debemos dejar de visibilizar o de denunciar la violación a los Derechos Humanos.
Y también acuerdan en que se acelere el proceso de pacificación.
Sí, yo te hablo de que todas nos merecemos entrar en un proceso de pacificación lo más antes posible pero tampoco somos tan ingenuas. En Bolivia se están abriendo las puertas a la ultra derecha conservadora. Es repudiable y totalmente peligroso desde cualquier punto de vista. El discurso y la imagen simbólica con la que esta gente toma el poder es con el discurso de devolverle la biblia al palacio, de sacar la Pachamama del palacio. Y Janine Añaez forma parte de esta comitiva de ultra derecha.
En ese sentido, para las identidades LGBTI hay garantías constitucionales y legales que se conquistaron en los trece últimos años.
Constitucionalmente sí, con todas las leyes ganadas, con toda la normativa generada en el país, a nivel municipal, departamental y nacional que reconoce a las personas con diversa orientación sexual e identidad de género. En Bolivia tenemos un artículo 14 inciso II, trabajado en Asamblea Constituyente que reconoce la orientación sexual, la identidad de género. Está la Ley 045 que sanciona todo tipo de discriminación entre ellas por orientación sexual e identidad de género. Todas estas leyes han sido ganadas por los y las activistas LGBTI que han estado en ese proceso y en esos contextos históricos en el país. Tampoco ha sido una concesión gratuita del Estado, del gobierno. Han sido las activistas, las maricas, las lenchas que se han metido en la Asamblea Constituyente para discutir, para plantear todas las normas ganadas. Como la mismo Ley 807 de Identidad de Género con toda la parte coja que tiene es una ley necesaria para el ejercicio ciudadano pero aún aun así no resuelve la transfobia en Bolivia.
Esta irrupción de la derecha fascista viene a disputar también esas conquistas.
Ellos no pueden tocar esas leyes, no pueden tocar esa normativa porque tendrían que hacer otra Asamblea Constituyente para cambiarlas. A eso, si se quiere, "lo tenemos garantizado" así entre comillas. Hay una normativa hecha en Bolivia producto de la lucha de las y los activistas, por supuesto en negociación con el gobierno que en su momento han dado paso a las leyes, hay que reconocerlo. Lo que sí siento, a pesar de que este es un gobierno de transición, es que hay riesgo de los temas pendientes que estaban en el tema LGBTI: el acuerdo de vivir en familia, que es la figura que se quiere plantear en Bolivia, igual a la del matrimonio igualitario en otros países; una ley específica contra crímenes de homo lesbo transfóbico que no existe en Bolivia, porque la Ley 045 es muy ambigua para este tipo de cosas; el tema de la adopción también. Actualmente está en peligro la libertad de expresión, la libertad sexual de todas las personas en Bolivia.
¿Cómo interpela esta situación de represión extrema a las identidades LGBTI de Bolivia?
Es importante en este momento, así sea un gobierno de transición, generar una suerte de emergencia, una suerte de resistencia. Desde los lugares de enunciación es importante visibilizarnos, politizarnos. También tener voz propia, que cada una hable por sí misma. Este conflicto nos ha demostrado que ningún LGBTI de clase media acomodada va a renunciar a sus privilegios de clase. Yo veía en redes sociales a muchas personas del activismo LGBTI de clase media acomodada que han estado en las movilizaciones, cívicas, antes de la renuncia de Evo Morales, que estaban aplaudiendo precisamente la presencia y la salida de las Fuerzas Armadas de las calles para resguardar a sus zonas y para resguardarse ellos y a ellas. A mí me pareció eso incongruente con un activismo en Derechos Humanos. Por otro lado, maricas, que yo las conozco, han estado en las movilizaciones de la ciudad del Alto, llegaron de las provincias, de los sectores indígenas periféricos, llegaron hasta la ciudad de La Paz. Entonces, el movimiento LGBTI, si acaso hay un movimiento LGBTI, está desmovilizado. Precisamente porque hay gente que está apertrechada ahí arriba, viendo y aplaudiendo que las Fuerzas Armadas están en las calles, y por otro lado hay maricas, indígenas, en la ciudad del Alto, de sectores empobrecidos, que están marchando y se están movilizando, y hacen ondear también sus banderas LGBTI ahí donde la consigna en un primer momento era por el agravio a la Whipala. Desde este lugar creo que es importante visibilizarnos, politizarnos, enunciarnos. Decir que somos indígenas. Que no solamente somos maricones, también venimos de sectores muy empobrecidos.
Se percibe una fragmentación del movimiento LGBTI de Bolivia.
Estamos desmovilizadas y por supuesto que estamos fragmentadas. Esta polarización del ejercicio político, la guerra por el poder nos ha llevado a eso. Pienso en una militancia LGBTI con una impronta indígena, y la verdad que son pocas. Son personas que podemos contarlas con los dedos. No hay una cohesión, hay una fragmentación. En este momento hay una fragmentación del gran movimiento LGBTI, y son voces muy específicas las que están activando resistencia, pero sumadas a la movilización indígena. No tengo una respuesta en cómo cohesionar algo. Aunque sí considero que tenemos que replantear la figura de nuestros aliados y aliadas: las organizaciones que están en la militancia indígena; las activistas, compañeras trans, maricas, lesbianas que se reconocen individualmente como quechuas, aymaras; las compañeras que tenemos en el Oriente que son de tierras indígenas. Existe también una suerte de red latinoamericana que va desenmarcándose del activismo oficial LGBTI y va generando sus propias formas de reconocimiento de sus identidades indígenas. Tuvimos acercamiento en Chile con mucha gente mapuche, marica, feminista, lo mismo con Argentina, Perú. Necesitamos organizarnos porque no solo es homofobia, es racismo y clasismo.