La ocasión no podría ser más propicia: en vísperas del Día del Teatro Independiente, establecido todos los 30 de noviembre para conmemorar justamente su fundación, el emblemático Teatro del Pueblo comienza una nueva etapa en nueva sede, lo que además implica su regreso tras casi dos años de estar sin actividad. La reapertura no es una más en su larga historia: por primera vez, y gracias a la ayuda de gran parte de la comunidad teatral, el primer teatro independiente de la región tendrá sala propia, un sueño que desde hace tiempo tienen los integrantes de la Fundación Carlos Somigliana, que administra al teatro. La apertura formal será este viernes para invitados, pero el sábado ya habrá actividades en el marco de una jornada especial que por la fecha se llevará a cabo en la Ciudad. La programación del teatro llegará recién en febrero y será con la impronta de siempre: la de darle sala al teatro de autor y autora nacional (ver aparte).
El Teatro del Pueblo fue fundado en 1930 por el director y periodista Leónidas Barletta y desde entonces se erigió como un faro: no sólo delineó la escena local, sino que dio lugar al movimiento de teatros independientes, uno de los fenómenos más notables del mundo en materia cultural. Nació en una lechería hasta que la entonces Municipalidad le cedió el viejo Teatro San Martín. Pero el golpe militar del ´43 lo desalojó y lo obligó a mudarse a la sala de Diagonal Norte 943, donde funcionó hasta la muerte de Barletta, en el ´76. En ese mismo espacio reabrió sus puertas once años más tarde cuando mediante un convenio con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC), dueño del espacio, la Fundación Carlos Somigliana encaró la conducción artística de la sala, que mantiene hasta hoy. De ese sitio decidieron irse hace dos años para no tener que compartir programación con el IMFC y que cada uno pudiera mantener su identidad.
El nuevo (¿y definitivo?) Teatro del Pueblo está ubicado en Lavalle 3636, en una casona que ya desde afuera invitar a pasar. Contará con dos salas, igual que en el espacio de Diagonal: la principal -la “Carlos Somigliana”- en la planta baja, con capacidad para 110 espectadores y espectadoras; la más chica -la “Teatro Abierto”-, en el primer piso, con capacidad para 60. Ambas tendrán espacios para personas con movilidad reducida. El edificio fue construido con la idea de ser teatro, situación distinta que si se hubiese adquirido una casa para remodelar. Para la concreción del proyecto fueron fundamentales el apoyo de Mecenazgo, Proteatro y el Fondo Metropolitano del Ministerio de Cultura de la Ciudad, entre los organismos del Estado, y de la comunidad teatral, que el año pasado organizó una colecta para colaborar.
“Llegamos a este día con una mezcla enorme de ansiedad y felicidad, viendo realizada una cosa que parecía tan difícil y finalmente sucedió. Simbólicamente esto es enorme. El Teatro del Pueblo es sinónimo del teatro independiente, que además de ser un fenómeno generoso, solidario y antifascista hoy es un hecho universal”, celebra el emblemático dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, integrante histórico de la Fundación “Somi”, que en vísperas de la tan esperada reapertura dialogó con Página/12 sobre el futuro de la sala, pero también de la cultura toda a nivel nacional.
--¿Qué significa tener una sala propia y cómo se llegó hasta acá?
--Es algo que nos da mucha fuerza, mucha expectativa, y que nos reafirma que somos parte de un movimiento increíble que es el de los teatros independientes de la Ciudad. Ya lo éramos cuando estábamos en Diagonal, pero pese a que el IMFC nos proponía de manera razonable compartir la sala, queríamos tener un espacio para no sentirnos inquilinos. No es novedad decir que estos no fueron años propicios para abrir un teatro. Pero la comunidad teatral y su apoyo nos dieron las fuerzas y la seguridad para sentir que podíamos y con mucho esfuerzo y trabajo llegamos hasta acá. Cuando fundó el teatro, Barletta, que fue un gran luchador antifascista, entendió que desde un pequeño reducto se podía mantener una lucha por la democracia y por el arte. Nos sumamos a ese fenómeno y ahora sumamos un paso más para el futuro. Porque esta sala va a quedar por muchos años más.
--Habla de apoyos y ayudas. ¿Cuáles fueron y de quiénes?
--De las entidades oficiales que apoyan y subsidian al teatro, y que entendiendo su importancia fueron muy generosas con nosotros. Y después de toda la comunidad teatral. El año pasado Carlos Rottemberg organizó La noche del Teatro del Pueblo para que todos los elencos donaran su taquilla. No te digo que fue una suma importantísima, porque las taquillas estaban difíciles, pero mostró sobre todo una solidaridad que nos dio fuerzas. Lo mismo que la del público, que también donó y nos mostró que este es un espacio querido y fundamental.
--Nuevo edificio, ¿nuevo espíritu teatral?
--No, el de siempre, sigue en pie la ideología de la Fundación. Haremos sólo obras argentinas y alguna latinoamericana, entendiendo las complejidades de la región. Nuestro grupo lleva su nombre en defensa de los derechos de autor, para afirmar que los autores seguimos existiendo en un teatro que por ahí pone más por delante al director. No es que siempre haya un autor detrás, pero sí queremos resaltar la figura de autoridad.
--¿Y de qué hablan hoy los autores y autoras nacionales? Es decir: ¿de qué habla nuestro teatro?
--De todo, como siempre. Hubo un tiempo en que se creía que todo lo que decía el teatro tenía una explicación política. Si hablaba de algo rojo, era metáfora del comunismo. Ahora creo que está habiendo una tendencia a que el teatro tengo algo espectacular. Hay más canciones, más baile, más luces. Algo no tan ligado a la palabra, aunque a nosotros nos llegan permanentemente propuestas de mucho texto.
--Llegan a esta sala diez días antes que el nuevo gobierno a la Rosada. ¿Qué expectativas tienen para lo que viene en materia cultural?
--Tengo esperanzas de que a partir del 10 de diciembre el gobierno sea más justo con todo lo cultural. Que siga la senda de Cristina Kirchner, que quizás por lectora, por cinéfila, le dio mucho apoyo al movimiento cultural. Es fundamental que vuelva a haber ministerio y también quién lo va a ocupar. Que sea alguien de la cultura y de la democracia. La cultura es el alma de los pueblos, debería tener siempre un lugar preferencial. No es fácil lograr eso porque no se trata de poner dinero y más dinero sino de encontrar una organización que la lleve a sectores que no la consumen. El teatro siempre tuvo esa virtud, la de acerca a gente que no tiene un consumo cultural. Por eso espero que el gobierno que viene lo vuelva a poner en ese lugar.
La primera actividad
Si bien la Legislatura Porteña sancionó en 2010 la ley a través de la cual se estableció el 30 de noviembre como “Día del Teatro Independiente”, el sábado se llevará a cabo por primera vez una jornada homónima organizada y co-producida entre el Ministerio de Cultura porteño con Proteatro y las asociaciones que representan a la mayoría de las salas de Teatro Independiente (ARTEI y ESCENA). En ese marco, el Teatro del Pueblo debutará con su primera actividad: una mesa debate titulada “Estrategias para la gestión y desarrollo de nuevos públicos. Los gestores culturales, el Estado y los comunicadores”. Será a las 13,30 en la nueva sede y participarán los periodistas, gestores y artistas Mónica Berman, Sonia Jaroslavsky, Mónica Acevedo, Ricardo Talento, Javier Acuña, Julieta Alfonso, Andy Vertone, Marina D’Lucca. Andrea Hanna será la moderadora de la actividad, que será abierta y gratuita para la comunidad.
Opinión
La construcción de un sueño
Por Adriana Tursi*
Como decimos sus integrantes, la Fundación Somigliana está conformada por los históricos y los que fuimos llegando después. Entre los históricos están Roberto Tito Cossa, Bernardo Carey, Roberto Perinelli y Marta Degracia. Más tarde se sumó Héctor Oliboni y luego, hace aproximadamente diez años, llegamos Mariela Asensio, Andrés Binetti, Raúl Brambilla y yo. Todos nosotros somos la Fundación Carlos Somigliana. Y contamos con Marcela Inda quien gestiona la parte técnica y administrativa.
Entre todos compartimos la construcción de este sueño que implicó muchas, muchas horas de gestión. Es clave el hecho de que casi todos los que conformamos la Fundación tenemos experiencia en gestión y, sin duda, eso fue decisivo en estos años.
Trabajamos codo a codo con el equipo de arquitectos, Natalia Miranda y Daniel Miranda. Hay que decir, sin embargo, que el sueño, este último año, tuvo mucho de pesadilla: teníamos la obra arrancada, los elencos comprometidos para empezar a hacer funciones y la realidad del país se complicaba cada día más. Ese dinero que creíamos que nos iba a alcanzar, se evaporaba. Los precios empezaron a cotizar en dólares, y cuando querías fijar el importe y hacer que te entregaran la mercadería, te pedían tiempo. Fue realmente difícil. Tengo la certeza de que esto no habría sido posible si no hubiésemos estado enamorados de un proyecto que nos trasciende. En tiempos tan complejos donde la exaltación del individualismo y la meritocracia aparecen como la justificación de los sectores dominantes, nosotros respondemos con un sueño colectivo. Para mí lo novedoso, lo revolucionario de nuestra apuesta, es la empatía. El nuevo Teatro del Pueblo significa la materialización de la misión a la que nuestra Fundación Somiglana, se ha entregado en sus veinticinco años de historia
Abrimos el nuevo Teatro del Pueblo con más apoyo para todos nuestros dramaturgos y dramaturgas. Años atrás la Fundación desplegaba actividades tendientes a acompañar otras necesidades, como cursos, seminarios, encuentros, ediciones. En esa dirección vamos a trabajar ya que ahora tenemos un espacio propio que nos permite desarrollar esas actividades.
Y respecto a la programación, así será la primera parte del año. En la Sala Somigliana se estrenará Solo nos queda rezar, de Roberto Cossa y Mariano Cossa, Papá Bianco y las Alonso, de Irina Alonso e Ingrid Pelicori, La voluntad, de Cesar Brie, Cosméticos de Bernardo Carey, Erase una vez, de Gustavo Tarrio, Contra todo, de Mariela Asencio y Bailan las almas en llantas, de Pilar Ruiz.
En la sala Teatro Abierto, por su parte, se verán Soy una gaviota, de Eugenio Ignacio Fernández, El alemán que habita en mi, de Alejandro Genes, Fuera del mundo, de Raúl Brambilla, La noche oscura, de Eugenio Soto, Un destino pequeño, de Héctor Oliboni, New York mundo animal, de Gilda Bona, y vuelve El ultimo espectador, de Andrés Binetti.
Esto es solo el arranque. Vamos a festejar todo el año la apertura del nuevo Teatro del Pueblo, que se encamina a cumplir en el 2020, sus primeros 90 años. Y lo vamos a hacer acompañando, como desde hace muchos años, a las autoras y autores argentinos.
*Dramaturga. Integrante de la Fundación Carlos Somigliana