Nunca bajar los brazos, no es una consigna vacía. A pocos días de final de un gobierno que hizo del negacionismo una política de Estado, un nuevo caso de delitos de lesa humanidad envió a la cárcel a cuatro policías que reportaban al torturador Miguel Etchecolatz. Entre ellos se encuentra, Juan Nazareno Risso, un ex jugador de fútbol profesional, que participó en 1976 del operativo en el que fue asesinado Horacio "Chupete" Benavides, referente de la JUP (Juventud Universitaria Peronista), militante de Montoneros y quien fuera compañero de Néstor y Cristina Kirchner en la facultad de Derecho de la UNLP. Estos policías, que habían sido ascendidos por sus méritos en la "lucha contra la subversión", fueron indagados ayer por el juez federal Ernesto Kreplak pero se negaron a hablar. Tienen alrededor de 70 años y están detenidos en una dependencia del Servicio Penitenciario Federal.
El operativo en el que fueron apresados los imputados ex integrantes de la policía bonaerense Risso, Ramón Velasco, Walter Ale y Carlos Bordalonga fue realizado por personal de la Policía de Seguridad Aeronáutica (PSA). "Esta es una causa que se inició tarde, había ido a una charla en la que ratifiqué la necesidad de que se sigan presentando las denuncias que faltan, y al final se me acercó Marcelo Benavides, que es juez penal, y me dijo 'yo soy uno de esos casos, nunca denuncié mi secuestro'. Entonces le dije 'vamos a hacerla'", relató a Página12 el abogado Aníbal Hnatiuk, uno de los autores que dio origen al expediente.
Benavides fue secuestrado el 21 de septiembre de 1976, estuvo en el campo de exterminio Pozo de Arana y presenció la ensañada tortura que sufrió allí Pablo Díaz, uno de los estudiantes secundarios detenidos en la Noche de los Lápices. "Cuando lo cuenta se pone a llorar, lo mismo con el asesinato de su hermano", apuntó Hnatiuk. Fue liberado luego de una semana porque los sicarios de Etchecolatz buscaban, sin éxito, a Horacio, que en ese momento tenía 22 años.
El 30 de septiembre dieron con él en plaza Moreno, frente al municipio platense y a la Catedral, Benavides se habría resistido pero lo mataron en medio de un tiroteo, en el que también murió uno de los policías que lo emboscaron, el sargento Carlos Horacio Sánchez. "Mi hermano se dirigía a encontrarse con Fernando Ireba, atravesó un pasadizo de un obrador de las torres actuales. Un auto de civil con un grupo de hombres armados miembros de la policía bonaerense se abalanzó sobre él dando múltiples disparos que le que ocasionaron su muerte", declaró Marcelo Benavides, tal como consta en los pedidos de indagatorias.
Hubo muchos testigos del episodio ocurrido frente a la Torre 1 --en 12 entre 50 y 51-- que le significó al policía Sánchez un ascenso post mortem. A pesar de las dilaciones del ministerio de Seguridad que conduce Cristian Ritondo, cuyos funcionarios llegaron casi al punto de ser denunciados por encubrimiento, con la aparición de ese legajo y del de otros siete uniformados Hnatiuk y el equipo de abogados que también integra Pablo Llonto llegaron a los documentos donde aparecía la felicitación específica por haber "erradicado del seno de la sociedad a elementos de suma peligrosidad".
"A fs 2 del legajo 92.824 perteneciente a Velasco Ramón Carlos que en fecha '12/ 11/ 1976 la Jefatura lo felicita, por cumplimiento de directivas que expresamente le fueron impartidas, lograron a través de un correcto accionar, donde dejaron claramente demostrada su capacidad, valentía y celo profesional, erradicar de la sociedad a elementos de suma peligrosidad lo cual redunda en prestigio para la institución'", dicen los documentos que finalmente tuvo que enviar Ritondo al juzgado. "La jefatura lo felicita por la importante misión, haciendo gala de valentía y excelente disposición para con el cumplimiento del servicio, lograron erradicar del seno de la sociedad a individuos de extrema peligrosidad", es el argumento que repitieron los genocidas para pedir el ascenso de sus subordinados.
"Es posible sostener sin hesitación alguna que los ascensos y las felicitaciones reseñadas tienen como fundamento la intervención de Ramón Carlos Velasco, Walter Omar Ale y Adalberto Edgardo Aguilera, como miembros de la Policía de Buenos Aires en el procedimiento que asesinó a mi hermano Horacio Benavides; ello en razón de la coincidencia entre las fechas del procedimiento donde abatieron a Horacio y las felicitaciones al personal policial actuante, a lo que se suma la relación directa con la muerte de Carlos Horacio Sánchez", razonó Benavídes. Entre la documentación aportada también consta la felicitación y consecuente pedido de ascenso para todos los miembros del operativo. Incluso uno de ellos tenía una felicitación anterior.
"Velasco, Ale, Aguilera y Sánchez, según sus legajos fueron miembros de la Dirección de Investigaciones de la Policia de la Provincia de Buenos Aires que se encontraban al mando de Etchecolatz y yo fui secuestrado el 21 de septiembre de 1976 y llevado al llamado Pozo de Arana donde fui torturado durante una semana. Allí fui interrogado, sobre el paradero de mi hermano Horacio. En este sentido, cabe señalar, que el Pozo de Arana, la Brigada de Investigaciones y la Comisaría Quinta formaban parte del mismo Circuito Represivo tal como fuera demostrado en la causa Circuito Camps", describió.
A criterio de los abogados, fue un homicidio calificado por alevosía y ensañamiento y por el concurso premeditado de dos o más personas, motivo por el cual pidieron la inmediata detención de los nombrados. Hnatiuk comentó que en el inicio de la investigación sospechó que habría una conexión entre un policía muerto en ese operativo, su ascenso y el de sus compañeros que pertenecían a un sector del grupo de Etchecolatz como premio por el resultado del procedimiento, y el asesinato del joven militante peronista. Así lo consideraron también los fiscales de lesa humanidad Hernán Schapiro y Juan Manuel Nogueira. "Tanto Benavides como sus compañeros y compañeras de militancia Domingo Alconada, María Tapia, Enrique Sierra y Lucía Tartaglia fueron perseguidos con anterioridad al homicidio del primero de ellos y el secuestro de los demás", escribieron en su dictamen.
Juan Nazareno Risso, quien hoy tiene 77 años, había jugado en Gimnasia y Esgrima de La Plata entre 1960 y 1064, ese año participó del seleccionado de fútbol que compitió en Tokio, junto a Roberto Perfumo, y luego pasó al CA Ajaccio de Francia hasta que una lesión lo hizo regresar. Encontró trabajo en las filas de la Policía Bonaerense.
El suyo no es el único caso de cruce entre deporte y dictadura: Juan de la Cruz Kairuz, jugador de Atlanta y Newells fue policía al servicio de la represión en el ingenio Ledesma, y Edgardo Andrada, ex arquero de Rosario Central y ex servicio de inteligencia, ya fallecido. Amadeo Gándola es otro ex futbolista que fue PCI (Personal Civil de Inteligencia) durante la dictadura, y se suicidó a los 78 años.