Los medios públicos recuperan la esperanza. El inminente cambio de gobierno pondrá en marcha una nueva gestión, que buscará revitalizar un sistema que en estos últimos cuatro años sufrió una política de abandono y vaciamiento, en tanto objeto del ajuste -económico, productivo y creativo- que sufrieron los trabajadores pero también las programaciones.
Más allá de algunos matices, hay un hecho insoslayable: tanto la radio como la TV pública carecieron de identidad, producción y audiencia durante la gestión macrista. Los medios fueron más noticia por sus problemas y recortes que por sus estrenos, al punto que los históricos lanzamientos de programación dejaron de realizarse por una sencilla razón: no había mucho que anunciar. Como parte de una política que lejos estuvo de revalorizarlos, y en un contexto en el que la TV abierta sufre los embates de la era digital, los medios públicos deben reconstruirse, a la vez que repensarse en función de las nuevas tecnologías que conforman audiencias dinámicas.
El desafío que enfrentará la flamante gestión en los medios públicos será enorme. Desde la puesta en marcha de un sistema de producción que fue horadado por la gestión de Hernán Lombardi al frente de Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, hasta la recuperación del rol informativo de la TV Pública, donde se eliminaron los noticieros durante el fin de semana como si la información no fuera una de sus obligaciones, la política comunicacional que asumirá el 10 de diciembre deberá revalorizar el rol que los medios estatales tienen dentro del mapa mediático argentino. Página/12 reunió a diversos protagonistas del mundo audiovisual argentino, desde actores y productores, pasando por especialistas, para analizar qué televisión pública es posible en la Argentina y en el mundo actual, considerando razones culturales, ideológicas, económicas y tecnológicas.
Protagonista de dos ficciones recientes en el canal estatal, como lo fueron Variaciones Walsh y Cuéntame cómo pasó, producidas además en gestiones diferentes, Nicolás Cabré considera que lo primero que hay que hacer es explicarle a la sociedad argentina por qué es necesario reconstruir y robustecer los medios públicos. "Creo que para mejorar la TV Pública primero tenemos que entender todos qué es la TV Pública, qué significa y para qué sirve. Hay una mirada mercantilista o comercial que no debería ser la que la determine su programación. Ni el rating ni su rentabilidad deberían ser sus variables más importantes", subraya el actor . "Trabajé bajo las gestiones de los dos últimos gobiernos, y la TV Pública ha sido una fuente de aprendizaje y de un cuidado que no tenían nada que ver con lo político-partidario. Y eso me sorprendió. Hay excelentes profesionales y personas. Si la sociedad entendiera mejor su función, se la apoyaría más, se la cuidaría mucho más, se transformaría en una necesaria usina productiva y su gestión sería mucho más clara institucionalmente", arriesga Cabré.
La necesidad de comprender el rol que ocupan los medios públicos en un ecosistema mediático que tiende a la concentración y a la homogeneización es un denominador común entre los consultados. Ante la crisis televisiva argentina, con programas en vivo de bajo costo y no más producción que la elección de periodistas dispuestos a opinar sobre cualquier tema, la TV Pública podría constituirse como un espacio diferencial, capaz de desarrollar nuevos formatos y lenguajes. Hay una oportunidad de reinvención audiovisual que ni a la gestión de Cambiemos ni a los medios comerciales les interesó encarar. ¿La TV estatal no podría constituirse en una propuesta alternativa a la pasteurizada, low cost y porteñocéntrica que los privados ofrecen hoy en día?
"Al gobierno de Cambiemos lo público lo asustó, lo desbordó, lo superó y por eso decidió no atenderlo ni entenderlo", analiza Carlos Ulanovsky, ante la consulta sobre qué hacer con los medios públicos. En la opinión del especialista, la reconstrucción del sistema deberá ser profunda. "Los números de la audiencia son reveladores: la desidia oficial llevó a la TV pública y a Radio Nacional a su mínima expresión, casi equivalente al silencio. Se interrumpieron proyectos muy valiosos como los de las señales Encuentro, Pakapaka y Depor TV. Pakapaka dejó de encabezar la grilla de las señales infantiles, tal como exigía la Ley de Servicios Audiovisuales, de la misma manera que Encuentro fue reubicado en lugares de la grilla difíciles y, para algunos, imposible de acceder. Enmendar esta lamentable 'no política' será una más de la extensa lista de nuestras deudas internas, tan grave como la deuda externa que deberemos afrontar".
El diagnóstico sobre la fragilidad del estado actual de los medios públicos también es compartido por los consultados. No sólo por la bajísima producción de contenidos y de audiencia que la gestión que está por terminar deja como herencia. La idea de volver a robustecer al sistema estatal lleva implícita la importancia de acortar, a través del Estado, la brecha entre los incluidos y los excluidos a la vida digital. ¿Acaso alguien duda de la relevancia de los medios públicos en tiempos de fake news, posverdad y de un proceso económico que excluye a buena parte de la sociedad argentina del acceso a determinados bienes culturales e informativos?
"El nuevo gobierno deberá enfrentarse a dos situaciones claves en cuanto a los medios estatales: intentar reconstruirlos después de la devastación que hizo el actual gobierno, y la segunda tratar de adaptarnos a los nuevos desafíos tecnológicos", reflexiona la ex subdirectora artística de Telefe, Bernarda Llorente. "El sistema de medios estatal -en su estructura, regulación, tecnología y básicamente en su lógica- sigue siendo analógico en un mundo digital que impone otra forma de producir y también de consumir contenidos. El desafío es poder poner la nueva oferta digital al servicio de todos los ciudadanos. La universalización del acceso, que hasta no hace mucho garantizaban los medios públicos, paulatinamente se va privatizando, ya que la conectividad es cara y muy desigual en su acceso. Las condiciones que la población tiene en términos offline se reproducen casi mecánicamente online. Esto significa una apropiación del conocimiento y de oportunidades drásticamente diferencial, ampliando la brecha de desigualdad entre los individuos y también entre las regiones. Si aspiramos a un país federal y a una comunicación que lo refleje, el Estado no solo tiene que regular sino además impulsar esas condiciones: conectividad para todos", profundiza la especialista en medios.
La coincidencia sobre el diagnóstico y sobre la importancia que debe tener el sistema de medios públicos en países trasciende, incluso, lo meramente artístico. Sin embargo, cualquier política comunicacional no puede privarse de producir contenidos que sean lo suficientemente atractivos para la vasta y diversa sociedad argentina. La conformación de una programación a la BBC que entretenga, informe y eduque, en proporciones similares, parece ser un aspiracional complejo de plasmar en la realidad. El dilema sobre si el sistema de medios públicos debe plasmar temáticas y lenguajes que los privados descartan, con un fuerte perfil cultural-educativo, o si deben competir con los comerciales en formatos que atraigan audiencias y anunciantes, se renueva cada vez que un nuevo gobierno asume su manejo.
"No sirve de nada una TV Pública que no entretenga, porque la gente no la va a mirar", afirma Pablo Culell, el productor general de Underground. "La TV Pública debe contemplar la alternativa de la otra mirada, tiene que visibilizar voces, temáticas y estilos que no se verían en el resto del sistema, pero no puede dejar de tener un mix. Tiene que hacerse una TV diferente a la de los comerciales, pero con una factura técnica interesante de producción, con una mirada artística atractiva y entretenida. Tienen que estar todas las voces, pero con un sentido del espectáculo y del show que atraiga la mayor público posible. ¿De qué sirve tener una TV Pública aburrida y solemne? Debe ser una pantalla que tenga información plural, donde circulen todas las voces y en donde no haya escándalos. No debe carecer de ciclos de ficción, contando temáticas que los otros canales no se animan a contar, con buenas figuras y factura técnica. Las grandes cadenas del mundo, como la BBC, tienen dos o tres ficciones de gran calidad en su pantalla. No se debe construir una pantalla culturosa, que pasa a ser aburrida y lejana para la gente, ni tampoco se puede hacer una pantalla bajo costo por el solo hecho de cumplir y llenar horas de programación".
Ampliar la mirada más allá de los límites artísticos y televisivos, entendiendo a los medios públicos como un sistema multimedia de finalidades diversas, parecen ser algunos de los desafíos que se presentan en el presente. No sólo desde su concepción multidimensional y diversa, sino también desde sus propias categorías a la hora de pensar una programación que ocntenga a toda la ciudadanía. "El contexto digital -desarrolla Llorente- obliga a plasmar de otras maneras los conceptos de pluralismo, de ciudadanía, de diversidad, de representatividades. La pluralidad no depende solo de la cantidad de voces que se expresan básicamente a sí mismas -conductores oficialistas u opositores como ejemplo- sino de colectivos sociales con distintos niveles de representatividad. Es a través de una apuesta a la creatividad, calidad, riesgo, disrupción e innovación desde donde los medios públicos deberán reconstruir empatía entre sus contenidos y la ciudadanía. Hay una audiencia dispersa, que le da la espalda a los medios tradicionales por falta de contenidos atractivos. Si los medios estatales son capaces de ocupar ese lugar vacante, seguramente tendrán una gran oportunidad de volver a atraer audiencias decepcionadas".
Máximo historiador del sistema mediático argentino, Ulanovsky sostiene una hipótesis sobre qué televisión pública es posible y deseable en la Argentina actual. "Hay que hacer de la TV Pública -arriesga con genuino anhelo- el canal del orgullo cultural argentino, con una programación en donde tengan lugar los mejores, cada semana, de la mañana a la noche. Y así como soñamos con volver a encender toda la maquinaria apagada y poner de pie a la Argentina, lo mismo puede hacerse con los medios públicos, con imaginación, con talento propio, apelando muy excepcionalmente a las coproducciones, creando trabajo genuino, usinas de ideas y oportunidades, frente a las que los privados se pregunten '¿Por qué no se me ocurrió a mí?'".
¿Qué hacer con la TV estatal?
Por Martín Becerra *
En el próximo gobierno, Canal 7 cumplirá 70 años. Si algo muestra su recorrido, que no alteran los bandazos de cada cambio de gestión, es que carece de proyecto a largo plazo, de financiamiento estable (lo que incentiva su peculiar acumulación de publicidad y contratos comerciales), de programación auténticamente federal, de contenidos informativos y de actualidad respetados por públicos que no sean los contingentemente oficialistas, y de línea estética propia.
Pero no todo es pesar: su capacidad de supervivencia incluso en lapsos de vaciamiento de recursos y de público (como el que está terminando el presidente Mauricio Macri), su inestable pero manifiesta mejora tecnológica durante este siglo XXI, su inserción en un sistema más o menos articulado de señales audivovisuales del Estado como Encuentro (2005), PakaPaka (2010) o DeporTV (2012), su acervo de imágenes y sonidos de enorme valor documental y posible uso al servicio de programas formativos, su pasado no tan remoto de programación de eventos de interés relevante que masificaron la pantalla (como el fútbol), constituyen valores que alientan la proyección a futuro de la TV estatal.
Aparte, haciendo de la debilidad una virtud, están los reclamos de diferentes sectores de la comunidad para que la emisora generalista cuente con mayor despliegue federal y sea más respetuosa del pluralismo político, cultural y social en su programación. Estos reclamos, que las fuerzas políticas realizan cuando son oposición y olvidan cuando llegan al gobierno, son un indicio de que Canal 7 aún interesa. La “demanda social y política” es un activo a considerar.
Claro que los desafíos de la próxima gestión del Canal 7 se inscriben en un momento histórico crítico para todas las televisoras y, en particular, de reinvención de la función pública de las emisoras modelo a nivel mundial: las audiencias migran sus usos audiovisuales, sobre todo las generaciones más jóvenes y su financiamiento está amenazado. La disposición de contenidos en distintas pantallas más allá de las grillas secuenciales de programación constituyen hoy una regla de lo que el investigador Santiago Marino llama el “espacio audiovisual ampliado”, donde, desde la perspectiva del público, conviven la tv tradicional abierta, señales de pago, servicios a demanda, YouTube, Netflix y otros en una ecología teñida por una lógica cada vez más compleja, competitiva, segmentada, mercantilizada y de algoritmos opacos.
La TV estatal en los próximos años podría aspirar al objetivo de oxigenar esa ecología con material en distintas pantallas y formatos que complemente la oferta existente aportando diversidad (cultural, social, geográfica, política), que el mercado no tiene por función proveer; un tratamiento no mercantilizado de los contenidos: una reconexión con su función educativa (interrumpida por la gestión actual) y transparencia, tanto en sus prácticas como en sus indicadores de desempeño. No es un objetivo revolucionario, pero que sea virtuoso y realista supondría una gran mejora.
* (UNQ-Conicet)
La televisión pública es cool
Por Omar Rincón *
Si quiere tener estilo, ser tendencia y estar donde la diferencia existe, vaya a la televisión pública, que es donde se está produciendo los mejores relatos audiovisuales latinoamericanos: esos que no están en Netflix, ni en Canal 13, ni en TN, ni en Telefe, ni en cable. La Televisión Pública nos da orgullo porque nos hace ser distintos y tener estilo de vida.
La televisión pública es “soberanía cultural”. Sus programas, formatos, voces y estéticas son “muy nuestros”, patrimonio de nuestro modo de ser, relatos de nuestros recursos humanos y naturales. No son formatos made in Miami de Netflix, NatGeo, Discovery o HBO. Aquí se reconoce los modos propios de narrar y expresarse. Por eso, para saber cómo somos de por aquí, para tener soberanía cultural, para eso está la TV pública.
La televisión pública es democracia expandida. Se hace para ciudadanos (sujetos políticos con derechos) y no para consumidores (usuarios con billetera o fe religiosa), se programa con inclusión social y diversidad cultural (todas las razas, todas las clases, todas las generaciones, todos los gustos). Muestra las regiones, hace visibles a los ignorados, narra con respeto por el ser humano.
La televisión pública es contenidos de utilidad social. Por eso, allí las músicas que van están más allá del sonsonete comercial, los niños son protagonistas de las historias, el medio ambiente existe, las mujeres dejan la silicona y ponen a pensar el mundo, las nuevas sexualidades se liberan, existe la dignidad para lo humano diverso.
La televisión pública es creatividad. Allí habitan los mil y un formato para contar una historia: desde el aburrido profesor parlante y el solemne documental hasta el atrevido ensayo audiovisual y la ficción con sabor reality. Se fracasa ensayando estéticas, se triunfa ganando nuevos rituales para lo audiovisual. Por eso, siempre es otra cosa: la nuestra.
La televisión pública es plataforma. Sus programas son de calidad, se pueden ver y repetir y repetir: son una plataforma infinita y diversa de temáticas, voces y estéticas. Todo amerita repetición. Por eso es una plataforma donde hay mucho que ver, eso que los privados no puede porque hacen televisión desechable; la TV pública es perdurable. Y además, sus contenidos fluyen de pantalla en pantalla porque duran más que un like: están para siempre.
La televisión pública es economía. Esa que genera valor desde el creador. Una manera distinta de producir mercado que genera mucho empleo, vende internacionalmente, se basa en proyectos, su modo de laburar es el emprendimiento, fomenta la creatividad digital, asigna valor a lo propio, juega la marca "país" en el mundo.
Si quiere ser cool, tener estilo, ser distinto: vea la televisión pública. Haga parte de la tendencia coolture que es la televisión pública.
* (Universidad de los Andes, Colombia)