No hay muchos actores que puedan moverse como pez en el agua tanto en el cine independiente como en un cine de gran presupuesto. El caso de Juan Minujín es paradigmático en ese sentido: así como hace años trabajó en Un año sin amor, de Anahí Berneri, también lo hizo en Dos más dos, de Diego Kaplan, por ejemplo. Por eso no sorprende que haya sido elegido para interpretar a Jorge Bergoglio, de joven, en una superproducción de Netflix: en Los dos papas se lo podrá ver junto a Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, bajo las órdenes del brasileño Fernando Meirelles (ver nota central). “En principio, me interesaba el proyecto, trabajar con Fernando Meirelles, un director que admiro por sus películas. Después, el guion me gustó mucho”, reconoce Minujín sobre el motivo por el que aceptó participar en esta película sobre los dos poderosos religiosos. “Hay una parte que tiene que ver con los propios recuerdos de Jorge Bergoglio. También me gustó la conversación que tienen Ratzinger y Bergoglio antes de que éste último fuera papa. Esa tensión entre ellos y cómo van trabajando los flashbacks en ese momento de la narración me resultaron muy interesantes”, agrega el actor.
-¿Cómo llegaste a ser convocado? ¿Fue una decisión de Meirelles?
-Yo sabía que estaba el proyecto dando vueltas y que lo iba a dirigir Fernando. Me interesaba mucho y me llamó la gente que estaba haciendo casting local para tener una reunión con él. Tuve un primer encuentro, en el que me pareció muy interesante el planteo que estaba haciendo. Después, leí el libro, me gustó, lo comenté y le hice algunas observaciones. Seguimos charlando un poco antes de terminar de definir y paralelamente hicimos lecturas con Fernando de algunas escenas. Creo que vio Vaquero (dirigida y protagonizada por Minujín) porque le pasaron mucho material mío. También vio algunas cosas de El marginal y después no sé qué más vio.
-¿Implica una responsabilidad mayor componer a un personaje que existe en la vida real o el actor siempre se toma los papeles de la misma manera?
-No siento que sea una responsabilidad mayor. En principio, hay una referencia mucho más clara y no estamos inventando un personaje de cero. No estamos asociando con total libertad sino que tenemos una referencia muy precisa. Además, es una persona pública que todo el mundo conoce. Después, uno atraviesa las situaciones tanto si está haciendo de Bergoglio o de un personaje completamente ficcional. Para darle carne y verdad a eso hay que salirse de la maqueta. Pero no siento que haya una responsabilidad mayor que con otros personajes.
-¿Pensás que es una película que a la Iglesia le puede llegar a molestar?
-No sé qué reacción va a tener. Tampoco creo que exista una sola Iglesia. Es más diverso. La película atraviesa de una manera interesante los años 70, los años 80; la parte de los 50 no está tan referenciada políticamente sino que tiene que ver con cómo a él le llega el llamado hacia la religiosidad. Deja de lado una vida civil, por decirlo de alguna manera, para volcarse a esto. Pero los años 70 sí están más atravesados por las situaciones.
-Tuviste la oportunidad de trabajar con varios directores argentinos y ahora en una superproducción. ¿Cómo fue el trabajo con Meirelles? ¿Difiere el método de trabajo en un largometraje de esta envergadura?
-El trabajo particular con Fernando tiene de bueno que ensaya mucho. Hemos tenido la posibilidad de ensayar en las locaciones durante un mes. En ese sentido, es muy bueno porque ya llegamos al set con mucha más idea de qué es lo que íbamos a hacer. Fernando y su director de fotografía, César Charlone –con el que hizo muchas de sus películas-, tienen una manera de filmar, por lo menos en la parte que tiene que ver con los recuerdos, que es muy interesante. Lo que cambia en una producción de Hollywood respecto a las películas argentinas, incluso las industriales, es que hay una cuestión de presupuesto y de tiempo. Entonces, estas películas tienen 15 o 20 semanas de rodaje más una previa parecida, con lo cual las locaciones están disponibles para ensayar antes. Difiere mucho en la cantidad de tiempo que hay de preproducción y de producción. Después, lo que tiene de lindo Fernando es que filma como un chico que está haciendo su primer cortometraje, en el sentido del entusiasmo que tiene con cada cosa y el nivel de detalle que busca. El está en el set permanentemente, con lo cual eso hace un trabajo cuerpo a cuerpo que está bueno.
-¿Qué conocías de la historia de Bergoglio antes de componer el personaje? ¿Investigaste más allá de las directivas de Meirelles?
-Conocía un poco lo que conocemos todos por la lectura y porque él era el Arzobispo de Buenos Aires, con lo cual tenía una participación en la actualidad. Después, lo inesperado de que se convirtió en papa. También el viaje que fue haciendo desde que fue papa, las reformas que estuvo planteando en la Iglesia. Miré todo el material de Bergoglio que hay en YouTube. No hay tanto material de Bergoglio a sus 40 años. Hay algunas fotos, notas, audios, pero no hay la cantidad de material que sí hay desde que cumplió los 60 años. Me concentré más en eso que en ver las cosas de Francisco.
-¿Qué impresión te dejó la lectura del personaje real?
-Es un personaje muy carismático, muy apasionado, un tipo caliente en ese sentido; también muy estricto y temperamental. Fui armando mi imaginación en relación al material de archivo que existe, pero el material de archivo es una referencia sobre la cual uno despliega su propio imaginario y le aporta su propia humanidad a eso.