Mónica Fein sabe que quedará en la historia política de Rosario como la primera mujer que llegó a la intendencia municipal por el voto popular, y además, por dos períodos consecutivos, 2011 - 2015 - 2019. También por haber sido quien estuvo al frente del Palacio de los Leones en los años que la ciudad padeció una escalada impar de la violencia urbana. Pero ella quiere que su gestión trascienda por lo que llama "transformaciones": en cuanto a intervenciones en los barrios, innovaciones urbanas, salud pública, economía social. Pero –remarca– "todo hecho con honestidad, transparencia innegociable". "Lo mejor es poder caminar sola por la calle y sentir el cariño de la gente, el respeto, me haya votado o no", concluye.
A lo largo de la charla con Rosario/12, en su despacho al mediodía, asimiló cada valoración adversa sin perder su afabilidad conocida, pero replicó de inmediato. Le hubiera gustado haber avanzado en achicar la brecha social. Acepta en parte que el Estado no supo cómo detener el arraigo de las economías delictivas ni la consecuente violencia callejera. Hubiera preferido endeudarse igual en dólares si eso servía para urbanizar el bajo Saladillo y el Mangrullo, como planeaba. Pero igual resalta su política de obras públicas y desafía –con oferta de pagar pasajes y todo– a comparar el transporte público de cualquier ciudad latinoamericana con el de Rosario. "Es el mejor aunque todavía falta, y a pesar de la quita de subsidios y la crisis", afirmó. Afrontó las circunstancias de gobernar con minoría en el Concejo, y justificó la negociación habitual con el bloque Cambiemos debido a la fragmentación del resto de la oposición.
Esta nicoleña que vino a estudiar bioquímica, que se afilió al Partido Socialista y se enamoró de Rosario sella cualquier disenso con frases así: "No me voy satisfecha con lo hecho, pero también puedo decir que la ciudad es mejor que hace 8 años".
"Quiero rendir balance y decir lo que pudimos hacer: cloacas hasta completar el 95% de la ciudad, 17 obras hidráulicas que no se ven pero que hacen que esta ciudad no se inunde más, cinco grandes avenidas, procesos en el espacio público, Mercado del Patio, o cosas que no son exactamente municipales pero que pasaron en mi gestión como una nueva planta potabilizadora después de 100 años o el plan Abre, que es con la provincia pero hemos sido parte en su concepción. Ningún barrio de Rosario puede decir que no se haya transformado algo, puede ser algo extraordinario como el Polo Tecnológico, Museo del Deporte, Acuario, o cosas más pequeñas como en el plan Abre cuando se empieza a abrir las calles en asentamientos irregulares, a sumar infraestructura y así construir su transformación".
—Y sin embargo, el nivel de crítica hacia su gestión es considerable, y acaso se haya reflejado en la elección -comentó este diario.
—Los rosarinos somos una sociedad exigente y que va por más. Siento afecto y cariño de la gente más allá de la votación. Eso tiene que ver con otros procesos. Que haya ganado el Frente Progresista es un respaldo, la sociedad dijo que haya un cambio pero que no cambie todo.
—Pero ese margen de victoria ha venido siendo cada vez más exiguo ¿no han sido señales de agotamiento?
—No. Es que aparecieron nuevos actores, como Cambiemos, como Ciudad Futura. Generaron expectativas determinadas y hay que ver cómo continúan. Aquí sigue gobernando el FPCS. La gente nos dio un mensaje: 'Valoramos cosas, queremos algún cambio, pero no del todo'.
—¿Qué cree que fue lo mejor de su gestión?
—Estoy orgullosa de obras y procesos, por ejemplo la atención de la mujer, parto respetado, cultura, deporte, transformaciones urbanas, pero lo mejor lo compruebo al poder caminar sola por la calle y sentir respeto y cariño de la gente, jamás nadie me ha gritado algo irrespetuoso. Haber ganado el respeto significa que –me vote o no– reconoce mi compromiso con la ciudad. Estoy agradecida a Rosario por esa comprensión luego de dos períodos de gobierno.
—¿Qué le quedó pendiente?
—En obras podría decir algo que Pablo (Javkin) tiene claro: el Mangrullo, bajo Saladillo, continuar el sur y seguir integrando ahí la ciudad con el río. El gran desafío de todos es seguir construyendo derechos y reduciendo la profunda desigualdad que impera en Argentina, con tanta gente afuera del sistema, tantos rosarinos y rosarinas revisando contenedores en busca de comida. Somos parte responsable, pero no exclusivamente. Lo pendiente es seguir construyendo una sociedad menos desigual.
—¿El mejor día de la gestión?
—Muchos momentos, cuando una siente que cambia la vida de la gente: abrir las calles de Cordón Ayacucho, la intervención en Grandoli y Gutiérrez, la sonrisa de una mujer que tuvo su parto en las maternidades, el chico que viene y dice con orgullo que es del Nueva Oportunidad. Los momentos más cotidianos, en la calle cuando viene alguien y dice ‘intendenta, a mí el Heca me salvó la vida’.
—¿El peor día?
Claramente, (la explosión de) calle Salta (2141), tener que liderar, organizar estando atravesada por el dolor. También el triple crimen de Villa Moreno, apenas había asumido, que fue el inicio de una escalada de violencia urbana. La tragedia de las niñas en el parque de diversiones, cuando apenas había ocurrido lo de calle Salta. Cada momento de pérdida de vidas, por violencia o no, los conflictos, son parte de lo que he tenido que enfrentar.
—Habla de déficits que la oposición le ha marcado en estos años, empezando por el transporte público.
—Es el mejor del país, y diría de Latinoamérica. Invito a conocer la ciudad que quieran, les pago el pasaje con mi sueldo para que comprueben que no hay mejor TUP que el de Rosario. Compito con el de CABA si quieren, pese a que tienen muchísimo dinero aportado por el gobierno nacional. Nuestro TUP es un proyecto integral que no está totalmente aplicado por la crisis, pero no es una línea de trole aislada sino un sistema estudiado que hoy tiene trasbordo gratuito, alta tecnología de desarrollo, 97% de las unidades con aire acondicionado, piso bajo, menor antigüedad de la flota. Muéstrenme otro lugar que exhiba eso. No hay barrio donde haya que caminar más de 4 cuadras o 5 para tomar un colectivo, o 2 y toma un trasbordo y llega.
—Hay puntos ciegos: desde zona oeste al noroeste no hay cómo llegar.
—Sí, faltan las troncales y barriales, son 100 unidades más y esta crisis del país no nos permitió completarlo, pero se lo hará. Para solucionar eso implementamos el trasbordo gratuito. Es el mejor TUP programado del país, comparen con el resto. Y lo hacemos en un país que sacó los subsidios, dolarizó el combustible, definió paritarias nacionales y no acompañó, y con empresarios que sacaron créditos UVA para comprar unidades y ahora están pagando cifras exorbitantes.
—¿Acepta que el control urbano es un déficit de gestión?
—Hicimos muchas cosas como mejorar el control de alcoholemia, de velocidad, pero hay que seguir fortaleciendo una sociedad que tome conciencia de cuidado, luego el rol del Estado. Si no trabajamos la cultura ciudadana el Estado controlar solo no puede. No es solo un asunto de sanción. Cuando dejamos de fumar en espacios cerrados fue por la actitud colectiva. Lo mismo hay que lograr con no arrojar residuos en vía pública, no estacionar en doble fila. Hay que trabajar las prácticas ciudadanas.
—También falta infraestructura en los barrios. ¿Acepta que hay deterioro en la periferia?
—Una nunca termina satisfecha. Hice cloacas en 39 barrios, me había propuesto 100% y llegué, con crisis, al 95%. Aumentamos 25% el pavimento definitivo de la ciudad en estos 8 años. Queda muchísimo por hacer. Pero ahí está el programa Abre, queda abierta para Pablo la urbanización de Villa Banana, La Sexta, Ciudad Universitaria, la transformación de Las Flores, Cordón Ayacucho. No, no estoy satisfecha, pero también puedo decir que la ciudad no es igual que hace 8 años. El deterioro es social, económico. En todos los asentamientos trabajamos con infraestructura, apertura de calles. Una ciudad sola no puede solucionar la pobreza, pero con el plan Abre se transformaron 35 villas de Rosario. El problema es estructural, no solo de un municipio.
—Ha sido crítica recurrente en el Concejo que su gestión ha sido concesiva con ciertas ambiciones empresarias, como en el caso de desarrollos inmobiliarios, excepciones urbanísticas.
—Todo pasó por el Concejo, donde tenemos minoría, y si se hicieron fueron con el aval de opositores. Me gusta decir que me voy con la misma casa y el mismo auto que antes de asumir, no porque sea un valor, pero la verdad es que algunos que critican están más relacionados con desarrollos inmobiliarios que yo. No tuve, ni tengo, ni tendré ningún interés económico con ningún desarrollador, pero sí creo que la ciudad debe transformarse. Por ejemplo, defiendo el proyecto de Lattuca, Manzana 125, porque creo que el centro se degrada si no vive gente. Después discutimos la altura, pero en esencia, me parece que al centro hay que habitarlo. Luego, hay críticas desde el anonimato que no sirven a nadie. Han llegado a decir que tengo una casa en Puerto Norte. ¡Por favor…!
—No, en Ibarlucea.
—Pero eso es un terrenito con un quincho y una pileta hasta ahora, que con mi marido lo estamos construyendo hace 6 años. Y tengo todos los papeles, ¿eh? Una propiedad en Puerto Norte es otra cosa.
—¿Por qué el municipio contrata personal de manera precaria, y luego debe afrontar demandas como la presente de contratados”
—El 90% de nuestro personal no está bajo ningún sistema precario. Tenemos 12000 trabajadores y 11700 en condiciones de estabilidad laboral, 181 honorarios –eso no es contrato precario– y luego situaciones de temporada, que son las que suscitan conflictos: son contratos temporarios, hay otros que son convenios como con el Colegio de Psicólogos para el Teléfono Verde. El Tríptico de la Infancia tiene personal permanente, y para atender contingentes escolares se contrata de marzo a noviembre 75 personas con sus aportes sociales, pero acotado a ese período. El que viene sabe que es temporal. Lo mismo con los profesores de educación física para colonias de verano y piletas. Entiendo que la gente tenga expectativa de quedarse, pero no es así.
—¿Acepta que la violencia urbana y las economías delictivas avanzaron en parte debido a la pérdida de presencia estatal en el territorio?
—No, lo que nos faltó y falta es generar nuevos procesos de presencia estatal. El centro de salud está; el centro de convivencia barrial, con otras características, está; el polideportivo está. El jardín de 4 de lo que era el centro Crecer hoy está en la escuela y tenemos niños de 2 y 3. Lo que sí acepto es que el Estado debe generar nuevas formas para entender la dimensión del problema. No es retirada, porque no nos fuimos del lugar. Aprendimos, a veces con dolor, que necesitábamos un Estado distinto, y el Nueva Oportunidad hace eso, por ejemplo.
—Pero ese programa llegó cuando el problema ya había explotado, lo mismo el Abre. Antes estaba el Crecer y se lo desarmó.
—El problema no es de esos años, podemos hablar de 2001, la violencia no empieza a los 18. No nos retiramos, pero sí tuvimos que aprender una nueva forma. La realidad cambia más rápido de lo que cambia el Estado, sí, es cierto. Fuimos atrás de una necesidad que iba apareciendo, pero no es una retirada sino una necesidad de cambio de paradigma. Y construir esas nuevas herramientas es complejo: el Nueva Oportunidad es una. Aprendimos que ya no alcanzaba con la escuela y el centro de salud.
—Pero el Estado perdió la manija, y hoy en los asentamientos compite mano a mano con las economías delictivas.
—El Estado también es provincia y nación… Ejemplo: Grandoli y Gutiérrez, 30 años con viviendas sin escriturar. Sectores delictivos aprovecharon para usurpar, otros para construir en espacio público. El Estado no tenía herramientas para participar de manera eficaz e inteligente. Hubo que reflexionar sobre procesos que por décadas no se llevaban a cabo.
—En su momento lo lamentó, pero –devaluación mediante– ¿valora hoy no haber tomado aquel endeudamiento en dólares?
—Es una ucronía, lo que no sucedió. No lo se, pero si hubiéramos podido transformar la calidad de vida de muchas personas en el Mangrullo y que el crédito lo pagaran varias generaciones, me hubiera gustado hacerlo. Todos piensan en el dólar, pero he visto en el Congreso cuando el gobierno le refinanció la deuda a las provincias mientras Santa Fe, que no se había endeudado, perdió recursos en ATN para financiar a las provincias que sí habían tomado créditos internacionales e hicieron obras. Igual pudimos hacer cloacas, las avenidas. A Pablo le quedarán otros procesos.
—¿La relación con el Concejo hubiera sido mejor sí…?
—Además de que nos faltó votos y mayoría, se pudo gobernar aún en minoría. Faltó menos fragmentación política en el Concejo, ¡17 bloques unipersonales! Dificulta la gobernabilidad.
—Se acusa al PS de no construir consensos y, en todo caso, pactar con Cambiemos para sacar ordenanzas clave, pese a decir que no tienen nada que ver.
—Bueno, cuando hay un bloque con una cantidad de votos representativa intentás negociar con ese bloque. Con otros no pasó, pero al menos ahora el Frente de Todos estará en un solo bloque. Y Cambiemos es la primera minoría en el Concejo; eso lo definió la ciudadanía, yo no. Son 9 concejales.
—¿Cómo debe salir el FPCS de su crisis política?
—Crisis hay en todos los partidos, los que ganaron la elección están discutiendo como van a gobernar. Creo que el socialismo debe sostener su mirada progresista sin aliarse a las fuerzas mayoritarias. Con debate político serio, sin descalificaciones personales. No quiero acompañar procesos con los que tengo muchas diferencias ni tampoco con procesos que en la teoría puedo tener coincidencias pero no en la práctica .
—Y en ese afán de diferenciarse tanto de Cambiemos como del kirchnerismo llega a integrar un espacio como Consenso Federal, tan insospechado de centroizquierda como Urtubey de progresismo.
—Más que pensar estructuras anti, el PS debe construir un debate político en adelante, aunque hoy no tenga la fuerza para liderarlo. Con el Frente de Todos no coincidimos en su práctica política, en cómo construye, tengo diferencias. No se justifica la falta de transparencia, no es menor, ni para los que hacen negocios con sus amigos en el poder ni para los que minimizan eso. No tengo problema en apoyar las cosas que este gobierno de (Alberto) Fernández vaya a plantear a favor de los argentinos, pero eso no significará que el socialismo esté por apoyar al Frente de Todos.
—¿Qué hará luego de dejar la intendencia?
—No tengo ningún cargo. Primero volveré a mi familia, tomaré un tiempo de descanso y luego seguiré recorriendo mi ciudad, y haciendo política, conectada con mi partido. Soy secretaria nacional del PS, acompañaré a jóvenes de mi partido, quiero compartir esta experiencia para seguir formando dirigentes del sector progresista y seguir construyendo donde sea.