Producción: Tomás Lukin

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La salud no se reduce al cuerpo

Por Julio Neffa*

Con los cambios que se han producido desde hace 50 años en el modo de producción dominante, surgió un nuevo paradigma productivo que cambió las formas de organizar las empresas, la producción y el trabajo. Estos cambios que todavía están invisibilizados repercutieron sobre la salud y la vida de los trabajadores

Desde los años 70, las políticas para frenar la caída de las tasas de ganancia pusieron el acento, entre otras cosas, en las reformas laborales para abaratar los despidos, instaurar la precariedad, frenar el crecimiento de los salarios reales y reducir los costos laborales. Los procesos de restructuración estimularon una competencia exacerbada y las empresas tuvieron que recurrir a la subcontratación, tercerización y deslocalización de las empresas para exteriorizar o transferir los riesgos, reduciendo su talla y debilitando los sindicatos. La introducción del cambio científico y tecnológico permitió reducir y controlar la carga física de trabajo, pero en cambio aumentó la carga psíquica (aspectos afectivos y relacionales) y la carga mental. Si bien siguen existiendo los dolores, lesiones corporales, accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, lo que aumentó es el sufrimiento, que es de otra naturaleza, que está invisibilizado e impacta sobre lo más profundo del ser humano. Los sindicatos más avanzados reivindican ahora controlar las exigencias psicológicas de las empresas, tener un mayor margen de autonomía y poder de decisión para ejecutar las tareas y reducir la intensidad del trabajo. No solo piden una mayor recompensa monetaria sino también un reconocimiento moral y simbólico y que se genere dentro de las organizaciones un clima laboral de mayor apoyo.

Para soportar este sufrimiento los trabajadores deben adoptar estrategias defensivas tanto individuales como colectivas, para negar, subestimar o no pensar permanentemente en los riesgos que el proceso de trabajo tiene para su salud, dejando de lado las medidas de prevención y quedando propensos a sufrir accidentes. Pero además afecta el compromiso con la organización, aumentan el ausentismo, los conflictos interpersonales y los pedidos de cambios de lugar de trabajo. Y a nivel macroeconómico requiere incrementar el presupuesto de los sistemas de salud y de seguridad social. Las depresiones prolongadas, y el burnout entre otros son problemas de salud laboral cada vez más frecuentes y costosos pero que son ignorados por las ART y la SRT.

El profesor Michel Gollac con sus colegas formularon un modelo teórico para medir los riesgos psicosociales en el trabajo, estructurado en varios ejes de análisis: 1) las exigencias, intensidad, riesgos del medio ambiente de trabajo a los que se está sometido y la duración y configuración del tiempo de trabajo; 2) las exigencias requeridas para controlar las emociones inherentes al trabajo; 3) la posibilidad de tener un margen de control y de autonomía en el trabajo, para no quedar víctimas de la división social y técnica del trabajo que restringen su libertad; 4) las relaciones sociales y de trabajo que pueden ser saludables, pero más frecuentemente conflictivas y dan lugar al hostigamiento, acoso sexual, violencia física y verbal, agotamiento emocional, adicciones como una forma de compensar la falta de satisfacción en el trabajo; 5) los conflictos éticos y de valores que provocan sufrimiento cuando los trabajadores tienen la obligación de hacer cosas con las cuales no están de acuerdo o que están en franco desacuerdo con sus principios y escalas de valores; 6) el desempleo, la incertidumbre frente al futuro, dificultades para lograr una merecida promoción, tener un trabajo no registrado o de carácter precario.

Lo novedoso de este enfoque fue verificar que los riesgos psicosociales no solo provocan sufrimiento psíquico y mental sino que condicionan o predisponen para enfermedades que se reflejan en el cuerpo: infarto del miocardio, ACV, úlceras, perturbaciones del sueño y del humor, además de trastornos músculo-esqueléticos. Estos riesgos impactan sobre todo el colectivo de trabajo, no son “naturales” sino provocados, se pueden controlar y se pueden prevenir. La solución tradicional recurre al apoyo de psicólogos o psiquiatras para curar a los trabajadores. Pero para prevenir a fondo estos riesgos hay que curar al trabajo, es decir cambiar el contenido y la organización del proceso de trabajo.

La OIT adoptó este año el Convenio Nº 190 sobre los Riesgos Psicosociales en el Trabajo que abre una nueva etapa y recomienda crear los comités mixtos de salud seguridad y condiciones de trabajo para permitir que en cada empresa u organización, representantes de trabajadores y empleadores, debidamente formados, participen en la identificación y medición de los riesgos, aporten soluciones y medidas de prevención y verifiquen su cumplimiento. La solución de fondo consiste en adoptar en consulta con las organizaciones de empleadores y trabajadores una Política de Estado, ratificar esos convenios y modernizar nuestra vetusta legislación que solo busca reparar con dinero los daños físicos acaecidos en el cuerpo, sin tener en cuenta los psíquicos y mentales.

*Investigador del CONICET.

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Salarios docentes por el piso

Por Agustín Claus**

El salario docente parece constituirse como el principal debate irresuelto de las políticas educativas de las últimas décadas. La causa, el escaso debate y la inexistencia de un consenso generalizado respecto de la remuneración de los docentes como consecuencia de la tensión y disputa entre los distintos actores (gremios, docentes, políticos, académicos y especialistas). La discusión por los salarios docentes nunca fue ni será neutral, porque cada posición en su determinación asume una posición político-ideológica, desde la cual, cada actor posiciona sus principios en torno al valor de los docentes y su remuneración.

El largo plazo evidencia las promesas educativas de cada gobierno y contrapone quiénes además de prometer cumplieron. El salario docente inicial de bolsillo llegará en diciembre de 2019 a su nivel más bajo de los últimos 30 años. Expresado en pesos constantes de 2019 el guarismo exhibirá un valor similar al inicio de los años noventa.

Durante la presidencia de Carlos Menem, el salario docente inicial se incrementó un 65,9 por ciento elevándose de 13.992 pesos en diciembre de 1990 a 23.210 pesos para diciembre 1999. Este incremento no fue lineal y dos hitos sucedieron. El ¨Efecto Tequila¨ redujo un 25 por ciento el salario entre 1995 y 1996 que luego se recuperó como consecuencia de la lucha de la Carpa Blanca en 1997 cuando se logró el Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID) en 1999 financiado por presupuesto nacional incrementando el salario docente en un 33 por ciento respecto de 1996.

El Gobierno de la Alianza, entre 1999 y 2001, junto a la transición de presidentes hasta diciembre de 2002, redujo un 30 por ciento el salario docente inicial. El nivel salarial cayó de 23.210 a 16.274 pesos durante el período medido a valores constantes. El hito fue la poda del 13 por ciento de los salarios estatales (incluidos los docentes) de mediados del año 2001 y la posterior eclosión institucional del país.

La recuperación salarial volvió con la llegada de Néstor Kirchner mediante la política macroeconómica de redistribución de ingresos entre 2003 y 2007. El salario docente inicial se incrementó 75 por ciento en pesos constantes, paso de 14.020 a 24.542 pesos entre diciembre 2003 y 2007. Los hitos del período fueron el pago de salarios adeudados en Entre Ríos y la sanción de leyes claves (Ley de Garantía Salarial por parte de la Nación y FONID y de Financiamiento Educativo).

Los dos gobiernos de Cristina Fernández fueron periodos diferentes. Durante el primer mandato el salario docente inicial se incrementó un 5,2 por ciento al pasar de 24.761 a 26.054 pesos entre los meses de diciembre de 2007 y 2011, aunque la recuperación salarial comenzada desde 2003 alcanzaría su umbral en 2011. Para noviembre de 2015, el salario se redujo un 8 por ciento llevando el nivel salarial docente a 23.979 pesos constantes. Los hitos, constitución de la Paritaria Nacional Docente en 2008 con piso salarial mínimo nacional garantizado que permitió reducir la desigualdad salarial existente en el país y se implementó el Programa Nacional de Compensación Salarial que destinó fondos adicionales a las provincias que no alcanzaban el piso mínimo nacional.

A lo largo del gobierno de Mauricio Macri, entre diciembre 2015 y 2019, el salario docente inicial registrará una reducción del 15,6 por ciento considerando una inflación del 55 por ciento este año. El salario docente pasará de 23.979 en diciembre de 2015 a 20.250 en diciembre de 2019 retrocediendo al nivel de diciembre de 1992. Los hitos, en 2016 se firmó acuerdo en Paritaria Nacional Docente, que estipuló que el salario docente inicial supere en al menos un 20 por ciento al salario mínimo, vital y móvil. En 2017, la gestión no discutió salarios, con el argumento de la indexación automática generando fuerte rechazo de los docentes y agrupaciones sindicales, que sostenían que ese acuerdo establece una brecha de piso salarial y no un techo. En 2018, por Decreto 52, el Poder Ejecutivo Nacional excluyó la discusión salarial de la Paritaria Nacional Docente, debilitando el rol institucional de la misma.

La irresuelta política institucional que oscila entre salario mínimo nacional, compensación y/o indexación en tensión por cómo financiar el salario docente, entre Nación y provincias, continúa como desafío pendiente. Cuánto vale el trabajo docente, cómo se lo remunera y quién debe financiar qué componentes se encuentra inmerso en un océano de complejidades técnicas, políticas e ideológicas. Proyectar una estructura de remuneración salarial asociada a una carrera docente en esta coyuntura y contexto socioeconómico lo dificulta, aunque en tiempos de holgura no se abordó, en algún momento habrá que plantear la discusión de la principal política educativa, el salario docente.

**Especialista economía de la educación - FLACSO