Son trabajadoras y les duele cuando las invisibilizan, cuando no reconocen que las tareas realizadas son trabajo genuino. Son la expansión de una fuerza productora autogestiva y sin patrón, asamblearia, y son guardianas de sus comunidades. Mantienen la ciudad limpia y reciclan la basura, hacen sus redes cloacales y de pavimentación; son promotoras de salud, enfermeras, socorristas, acompañan a lxs jóvenes con problemas de adicción, cuidadoras de ancianas y ancianos, rescatan a niñas de las redes de trata, trabajan en talleres textiles, venden sus productos en la calle. Y son miles, como pudo comprobarse en la asamblea del miércoles pasado en el Obelisco, donde unidas en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep) clamaron “Mujeres en Huelga - Nosotras Paramos” en una medida de fuerza y un grito común hacia el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo que promueve el colectivo Ni Una Menos, en articulación con organizaciones sociales, sindicales, políticas y estudiantiles. Los reclamos de jardines comunitarios de primera infancia en los barrios, la reapertura sin fecha límite de la moratoria previsional para jubilarse con dignidad y la emergencia en violencia de género son luchas centrales que las impulsa al paro y movilización del 8M y a marchar junto con todas las centrales sindicales. Maisa Bascuas y Mafalda Sánchez, referentes del Movimiento Popular La Dignidad, una de las organizaciones que integran la Ctep, coinciden en que el Día Internacional de la Mujer será un hecho histórico para decir basta a la expropiación de la capacidad de producir y a seguir siendo las excluidas del trabajo formal, las que no gozan de los derechos del resto de las trabajadoras, las más explotadas por el sistema capitalista y patriarcal pese a sostener la reproducción de la vida. Y no están dispuestas a ser la variable de ajuste de un sistema neoliberal. “Esa asamblea surgió como una propuesta del espacio de mujeres de la Ctep de cara a la construcción del 8M. Nos parecía contundente no sólo como central poder adherir al Paro sino construir un espacio donde esas compañeras referentes de las distintas ramas pudieran plantear esta historia de la economía popular y por qué en todo caso era el 8 de Marzo y la apuesta por el paro internacional una jornada de lucha que las interpela y las convoca”, explica Bascuas.
“El 8M y el anterior Paro de Mujeres del 19 de octubre, con su masividad, nos permiten poner en agenda todo ese trabajo de las mujeres de la economía popular que no está reconocido”, agrega Sánchez. “Y para nosotras es un punto de confluencia desde el cual nos permite avanzar mucho más. La Ctep es una confederación de trabajadores y trabajadoras donde la mayoría somos mujeres que hemos inventado nuestro trabajo a raíz de un sistema que nos excluye del mercado formal. Por eso resultó fundamental que tanto en el primer paro como en éste la Ctep adhiriera de inmediato.”
Las mueve el deseo
El documento leído en la Asamblea de Trabajadoras de la Economía Popular el 22 de febrero nació en un escenario de toma potente de la palabra, donde las mujeres pudieron contar qué las convocaba y cuáles son los pliegos reivindicativos que se fueron construyendo en los últimos tiempos y a lo largo de su historia. “La fuerza de nuestro movimiento está en los lazos que creamos de confianza y de solidaridad para sostenernos, para levantarnos, para continuar la marcha. Nos organizamos para cambiarlo todo, porque nos mueve y nos une el deseo de una vida digna para todos los pueblos.” Las consignas fueron claras: “Si Nuestra Vida No Vale, Produzcan Sin Nosotras. No Hay Ni Una Menos Sin Educación, Tierra, Trabajo, Vivienda, Salud.”
La Asamblea del miércoles 22 marca un hito en el proceso evolutivo de las mujeres de la economía popular.
Maisa Bascuas: -Fue emocionante que el espacio de mujeres de Ctep compuesto por todas las organizaciones que formamos parte, lograra construir la Asamblea de Trabajadoras de la Economía Popular, un escenario donde pudieran tomar la palabra para contar su historia larga. La historia corta de ese proceso es la de nuestra articulación en torno a la Confederación. Empezamos a reunirnos hace un año y nos juntamos por primera para la marcha de San Cayetano el 7 de agosto, en una intervención conjunta detrás de la consigna “La violencia es parte del ajuste” en clara alusión a la coyuntura que estábamos viviendo y cómo eso se expresaba puntualmente en las mujeres de la economía popular en los diferentes territorios donde despliegan su trabajo cotidiano. A esa intervención le siguieron el primer Paro de mujeres en octubre y el 25 de noviembre pasado, Día contra la violencia hacia las mujeres.
Mafalda Sánchez: -Esto no surge de la nada. A todas las organizaciones que componen la Ctep, si bien somos diversas, nos une un punto, que es los noventa y el 2001, cuando nuestras compañeras se reconocen como Movimiento de Trabajadores y Trabajadoras Desocupados. Después el sistema nos intenta poner por fuera, pero siempre estuvimos dentro de la clase trabajadora. Y para nosotrxs la Ctep es una superación en el sentido de poder dar un paso más allá. También es cierto que es una de las centrales que no tiene el reconocimiento de su personería gremial, con lo que se sigue invisibilizando el trabajo de todas las mujeres en las comunidades, en los hogares y en las calles.
M.B.: -La economía popular, mayoritariamente de mujeres, pone en discusión esa noción de trabajo restringida y plantea que el trabajo doméstico y el trabajo de aquellas para mejorar sus comunidades en la crisis del neoliberalismo también es trabajo. Estas mujeres de la economía popular construyeron estrategias de supervivencia y pelearon para convertirlas en herramientas de trabajo. Desde las cartoneras tironeando el carro y en nuestro caso como MPD de las compañeras de las zonas urbanas, sobre todo de las zonas más vulnerables como son las villas, construyendo sus propias viviendas, zanjando sus barrios, haciendo sus propios sistemas cloacales, un trabajo de reproducción de la comunidad. La apuesta sustantiva de la Ctep en su conjunto es que se reconozca al sector como parte de la clase trabajadora con su propia identidad y sus herramientas, y es una apuesta fuerte en la Emergencia Social frente a los capitalismos periféricos contemporáneos, un fenómeno que no es transitorio sino que vino para quedarse.
¿Cómo fue ese proceso de construcción y fortalecimiento de las mujeres desde 2001?
M.S.: -Adquiriendo conciencia sobre todo este trabajo que vamos haciendo comunitariamente y sobre lo importante que fuimos las mujeres para todos esos procesos. Es lo que nos lleva a poder pensar hoy que como trabajadoras queremos los derechos que nos corresponden. Porque en general se intenta mantenernos en un lugar de planes, subsidios y de trabajo precario, obviamente con una intencionalidad política. Es una batalla que venimos dando hace tiempo, con Eduardo Duhalde y los planes, y con el kirchnerismo peleamos para que esos planes se convirtieran en trabajo y para redirigirlo en la mejora de nuestros barrios y comunidades, y fuimos ganando la batalla de qué hacer nosotras con ese trabajo, que aparte es cooperativo y sin patrón. Hay una política que intenta exponerlo como trabajo precario y que invisibiliza el valor de lo que realizamos, en un sector que no se desanda rápidamente. Somos casi el 30 por ciento del trabajo informal, de un día para el otro no podemos comenzar a trabajar dentro del mercado formal.
M.B.: -Otra consigna que construimos como Espacio de Mujeres de Ctep y como Ctep para el 8M es visibilizar que las tareas de las compañeras y compañeros en los territorios rurales o urbanos son trabajo, algo que se estableció desde el surgimiento de la Confederación, y construir eso junto con las centrales de trabajadores fue toda una apuesta política. Dejar de estar al margen de ese sector de trabajadores y trabajadoras de la economía formal, y mirarnos también nosotros desde ese lugar. Y en esto la matriz del feminismo nos da muchas claves para poder reflexionar. Nuestras compañeras se sirven de esa matriz en acción, para construir desde jardines comunitarios hasta sus propias viviendas: producen valor en esta sociedad en términos más clásicos pero también producen valor político.
¿Cuáles son los reclamos que surgieron de la Asamblea de Trabajadoras de la EP de cara al 8M?
M.B.: –Se redactó un documento con tres puntos: jardines comunitarios en los barrios; reapertura, sin fecha límite, de la moratoria previsional, y emergencia en violencia de género. En el primer caso, hay una falta de intervención pública en cuanto a dar respuesta política a la primera infancia en nuestros barrios. No hay jardines y cuando hay, no hay vacantes. Eso complejiza la posibilidad de desplegar esta economía popular e incluso en el documento se plantea que no podemos ir a trabajar cargando con nuestros hijos y no podemos ni queremos dejar de trabajar porque nosotras vivimos de nuestro propio trabajo.
M.S.: –Esto viene desde la época de la lucha contra el neoliberalismo, cuando salimos de las casas a las calles para parar la olla y fuimos modificando todas las tramas domésticas de nuestras vidas al no estar todo el día en el trabajo del hogar, porque salís a pelear ya no solo para garantizarle la comida a tu marido y tus hijos sino para toda la comunidad.
M.B.: –La extensión sin fecha del vencimiento de la moratoria previsional, que es la jubilación del ama de casa, nos interpela con urgencia porque somos un sector de trabajo sin derechos y exigimos una vejez digna. También reclamamos la asignación igual a un salario mínimo vital y móvil para mujeres en situación de violencia, porque tenemos una realidad que nos explota en las manos y estalla en los barrios, que tiene como punto más extremo los femicidios pero también la precariedad de la vida. Sin trabajo, vivienda, salud ni educación, es muy complejo sacar a las mujeres de las situaciones de violencia. Si no resolvemos esto, difícilmente pueda resolverlo un botón antipánico.
M.S.: –Es paradójico que se instale en la agenda política el tema de la violencia si eso no tiene ninguna materialidad en términos de presupuesto, al punto que ni siquiera al Gobierno le interesa tener el control político de esas áreas. Por eso muchos espacios están a cargo mujeres que no son de la misma fuerza de gobierno o los municipios arman observatorios como herramienta principal del área específica, cuando se sabe que no resuelven la vida de todas estas mujeres. Y eso tiene que ver con falta de presupuesto.
Contra la violencia económica
El 25 de noviembre pasado, las mujeres de la Ctep hicieron un redireccionamiento inédito al foco de sus reclamos, fieles al camino recorrido y coherentes con las luchas piqueteras, los cortes de ruta a sol y a heladas, por la memoria de los compañeros muertos y por todos los derechos ganados gracias a la reproducción de jornadas cotidianas que transformaron años de desempleo en empleo genuino y sostenido. “Ese día marchamos al Ministerio de Trabajo por reivindicaciones concretas, como el reconocimiento de la personería gremial”, recuerda Sánchez. “Planteamos que la mayoría de las políticas hacia las mujeres está en el Ministerio de Desarrollo Social y eso, además de ser parte de la violencia estructural hacia nosotras, siempre nos deja dentro de la línea de pobreza, nunca dentro de la clase trabajadora.”
La llama que caldea buena parte de esta pelea por el reconocimiento de un universo laboral con imaginaciones y trayectorias diversas radica en el feminismo popular que caracteriza Bascuas como órgano vital de este movimiento de mujeres de la EP, proyectado hacia el 8 de marzo. “La construcción del 8M fue trascendente para el feminismo popular porque logró el hecho histórico de crear puentes y diálogos con el movimiento de trabajadores y trabajadoras en su conjunto. Algo que fue siempre costoso para el movimiento feminista, muchas veces recreado sobre sí mismo. Y esto para nosotras, que creemos en un feminismo que aporta a la construcción de los pueblos en la lucha por su propia liberación, es imprescindible.” La interpelación del colectivo NUM y la agenda del movimiento de mujeres a las centrales sindicales y la articulación de esas agendas para retomarlas en un armado común va tejiendo una trama que Bascuas concibe hace tiempo desde las experiencias territoriales de feminismo popular. “Es el que las mujeres de nuestros barrios encarnan todos los días cuando construyen estrategias y trastrocan lo público y lo privado en sus propios ámbitos.”
Traccionan un nuevo feminismo y emiten un manifiesto feminista anticlerical. No tienen límites (risas).
M.B.: –Si bien en la Ctep venimos de tradiciones diferentes, hay un proceso de apuesta de construcción de la central y como MPD lo sostenemos pensando de qué modo reconstruir un modelo sindical en el mundo de hoy. Y nos manifestamos por una Confederación laica, clasista y feminista. Esto forma parte de los lineamientos que debe escribir un proyecto político de los trabajadores y trabajadoras. Y con la decisión de construir esa herramienta gremial en ese sentido.
M.S.: –La Ctep debe ser feminista por su composición, por el recorrido de conciencia sobre el valor de nuestro trabajo comunitario y en las casas, y porque el feminismo plantea un modelo diferente de vivir que enlaza con un sentido transformador de nuestras condiciones de vida. Y laica porque debe tener independencia de la Iglesia, que no deja de ser un sujeto que interviene en política.
Mafalda y Maisa advierten los datos estadísticos de que frente a la crisis las mujeres son las primeras en quedarse sin trabajo formal, “pero también las primeras en salir a pensar qué es lo que vamos a hacer”, como quedó expuesto en varios puntos del llamamiento de Ni Una Menos al Paro Internacional. En este horizonte las cobija una confederal que abraza a todas esas coordinadoras piqueteras, donde las mujeres asumieron luchas que renuevan su vigencia. “Por eso el feminismo es un aporte esencial para pensar de otra manera la sociedad.”