La preocupación por la situación crítica de la filial argentina del Fondo de Cultura Económica (FCE) crece desde que la casa central en México, dirigida por el escritor Paco Ignacio Taibo II, decidió cancelar contratos con autores locales y paralizar las obras listas para ser publicadas. Un grupo de intelectuales denuncia el “vaciamiento” de la filial argentina en un comunicado que cuenta con las adhesiones de Luiji Zoja (Italia), Elizabeth Jelin, Maristella Svampa, Carlos Altamirano, José Emilio Burucúa, Dora Barrancos, Horacio Tarcus, Luis Alberto Romero, Juan Carlos Torre, Pablo Alabarces, Gustavo Sorá, Hugo Vezzetti, Adrián Gorelik Alejandro Dujovne, Marina Franco, Nora Domínguez, Alejandra Laera, Lila Caimari, Julio Premat, Edgardo Castro, Márgara Averbach, Daniel Samoilovich, Tamara Kamenszain, María Sonia Cristoff, Istvansch y Roberto Gargarella, entre otros.
El sociólogo y escritor Horacio González, que había sido nombrado director de la filial argentina del FCE a fines de marzo de este año, renunció el pasado 20 de noviembre, cargo en el cual aún no fue designado un reemplazante por parte de las autoridades mexicanas. “Ignoramos las razones por las que Fondo de Cultura Económica México decidió avanzar en el vaciamiento de la filial, pero estamos seguros que esa decisión no se basa en el conocimiento de la realidad argentina ni, mucho menos, en el aporte al catálogo general que hizo la filial en las últimas décadas -advierten los intelectuales en el comunicado-. La vida intelectual y académica argentinas le deben mucho a Fondo de Cultura Económica. Sus traducciones de clásicos y de autores contemporáneos, que luego devendrían nuevos clásicos, fueron decisivas en el desarrollo de las disciplinas sociales y humanas de nuestro país”.
Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET que se especializa en historia y sociología del libro y la edición en América Latina y España, cuenta a Página/12 que el programa editorial del FCE Argentina sufrió varios golpes. “Las traducciones contratadas y listas para ser publicadas fueron tomadas directamente por México para ser publicadas allá, así que con eso se cortó una parte de la cadena de producción importantísima. A los autores locales, no solamente contratados sino listos para ser publicados, se les pidió que cancelaran sus contratos, entonces quedaron en libertad de acción. El mensaje es muy claro: por el momento, y no se sabe hasta cuándo, lo que puede pasar es que se anule el catálogo argentino, es decir que la producción editorial argentina desaparezca y la casa Fondo Argentina quede reducida a un canal comercial que distribuya los libros producidos en México. Aunque no hay claridad, todos los pasos indicarían que van para ese lado”, explica Dujovne.
Marina Franco, doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires, ha publicado varios libros en FCE, como Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y “subversión, 1973-1976 (2012), Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura (en codirección con Claudia Feld, 2015) y El final del silencio. Dictadura, sociedad y derechos humanos en la transición (2018). “La situación de Fondo de Cultura no puede separarse del estado desastroso de la industria editorial en la Argentina en los últimos años, producto de la destrucción del mercado interno y de las políticas contra la cultura y en particular contra el mundo académico y las ciencias, que es el principal mercado de consumo de Fondo de Cultura”, plantea Franco y agrega que el “vaciamiento” del FCE es “un golpe para la industria del libro en la Argentina por la relevancia y la historia del Fondo de Cultura en nuestro país”, porque ha editado “producciones de altísima calidad” en las ciencias sociales. “Sería una enorme pérdida que se discontinuara ese trabajo editorial –reconoce la historiadora-. Una de las principales virtudes del Fondo es que apostó no solo por libros de calidad, sino por libros para armar una biblioteca, libros para conservar, y eso la hace mucho más valiosa y a la vez más frágil en el contexto económico actual”.
Dujovne coincide en que este “vaciamiento” se produce en “un muy mal contexto” del mercado editorial argentino, donde no solamente se están perjudicando a las trabajadoras y trabajadores de toda la cadena de producción, sino también a las autoras y autores. “Fondo era una de las pocas editoriales que lograba estructurar la agenda intelectual de las ciencias sociales y humanas. Fondo Argentina no solo tiene profesionales excelentes, sino que ha logrado armar un catálogo de mucha calidad y de mucha reputación a lo largo de los años. Eso no se logra de un día para el otro. Se necesita mucho tiempo para armar un catálogo que funcione como una guía de lectura para investigadores, ensayistas y lectores en general. Perdemos un catálogo que logra como pocos organizar las conversaciones. Si Fondo desaparece del mapa editorial argentino, no va a ser reemplazado inmediatamente por otro –reflexiona el autor de Una historia del libro judío-. No se trata acá de que cierra un comercio y abre otro, justamente por el tiempo que lleva y por la inversión que tiene que hacer una editorial en términos de recursos, tiempos y energía para definir una identidad, lograr fidelidad en los lectores y hacerse reconocida”.