Desde Londres

El factor Trump metió la cola en las elecciones británicas de la semana próxima. Con típico don de la oportunidad, el presidente estadounidense, que se encuentra en el Reino Unido para una cumbre de la OTAN, quedó atrapado en las aguas revueltas de la campaña electoral de otro país. Entre los británicos hay total indiferencia por el futuro de la alianza militar del Atlántico Norte, reliquia de la guerra fría. En cambio un tratado de libre comercio con Trump post Brexit y una posible privatización del Servicio Nacional de Salud, el National Health Service (NHS), son temas que elevan en segundos la temperatura del debate. Con una mochila sobrecargada por un posible impeachment, Trump tomó distancia de la polémica que genera su presencia con un tono sorprendentemente diplomático. “No sé de donde sale ese rumor. Incluso si nos dieran el NHS en bandeja no lo querríamos”, exageró ante la prensa británica.

El rumor de la privatización del NHS a favor de intereses estadounidenses sale en realidad de tantas fuentes y hechos de dominio público que la desmentida del presidente estadounidense no hace más que confirmarlo. En 2017 el gobierno conservador y el representante comercial de Trump, establecieron un Grupo de Trabajo para, entre otras cosas, sentar las bases de un tratado post-Brexit.

En junio de este año, durante su visita de estado al Reino Unido, Trump ratificó las palabras de su embajador en Londres diciendo que “todo debe estar sobre la mesa en la negociación de un acuerdo”. Este "todo" era contraseña del gran tema: el NHS. Con el desparpajo que lo caracteriza, el presidente dijo al otro día que no había dicho lo que había dicho en la conferencia de prensa a pesar de que salió en las pantallas de todos los noticieros. No importaba: nadie le creyó.

La semana pasada el líder laborista Jeremy Corbyn reveló un documento secreto de 450 páginas sobre los tres años de conversaciones bilaterales que muestra la creciente influencia de Trump en el Brexit y la presión para que el NHS derogue su sistema de control de precios de los remedios y dé libre entrada a su mercado a las multinacionales farmacéuticas estadounidenses.

La revelación produjo airadas desmentidas del primer ministro Boris Johnson y de medio gabinete. Los conservadores son conscientes de que el NHS es tan importante como el Brexit en estas elecciones, pero tienen un grave problema: la falta de credibilidad de Johnson. En uno de los debates televisados, el público lanzó una estruendosa carcajada cuando el primer ministro habló de la importancia del “trust” (confianza, credibilidad) en un gobierno y su primer ministro.

Trump tiene todavía menos credibilidad que Johnson entre británicos de distintos colores políticos. En las inmediaciones del Palacio de Buckingham, donde la Reina Isabel recibió anoche a los líderes de la OTAN, se congregaron decenas de miles de personas para protestar contra su presencia. A la cabeza de la manifestación había un nutrido grupo de doctores, enfermeras y empleados hospitalarios opuestos a que el Servicio Nacional de Salud se abra al capital estadounidense. La pancarta más repetida en las distintas columnas era “NHS not for sale”. Uno de los organizadores, Nick Dearden, de Global Justice Now (a quien el gobierno de Mauricio Macri – Patricia Bullrich le prohibió el ingreso al país durante la cumbre del G20 del año pasado), le explicó a Pagina/12 que, en el marco del Brexit, Trump se ha convertido en una enorme amenaza. “Por eso esta manifestación está encabezada por doctores y enfermeras. El presidente estadounidense representa a inescrupulosos intereses corporativos. Y Boris Johnson está bailando al son de Trump. Por eso le estamos diciendo que el NHS no está en venta”, dijo Dearden.

La preocupación va mucho más allá de estos intensos grupos militantes. La última encuesta de You Gov muestra que el 84 por ciento de los británicos está en contra de la privatización del Servicio Nacional de Salud, considerada una de las joyas de la corona. El sistema privado de salud estadounidense es ampliamente percibido como una película de terror en la que se puede perder la vida, la salud, la casa y los ahorros a manos de insaciables corporaciones.

En su programa electoral los conservadores han prometido un mayor presupuesto para el NHS, pero han chocado no solo con la falta de credibilidad de Johnson sino con los últimos diez años de austeridad conservadora y su creciente apertura al sector privado de sectores del servicio de salud. A favor tienen el rechazo y desconfianza que genera Corbyn en amplios sectores de la sociedad. El líder laborista ha mejorado en el curso de la campaña, pero todavía necesita recuperar sectores medios reacios a votarlo para tener una chance de ser el próximo primer ministro. El sistema electoral no proporcional británico hace que más que de una elección nacional se trate de 650 elecciones locales para elegir al diputado que representará a cada zona en el parlamento. A nivel nacional, los conservadores tienen una ventaja de 14 puntos - seis menos que al comienzo de la campaña - pero en cada una de las 650 zonas electorales, los votantes decidirán su voto por razones locales, lealtades partidarias, por los líderes y por estos grandes temas, liderados por el Servicio Nacional de Salud y el Brexit. El cálculo es que 100 zonas donde la diferencia entre candidatos fue de menos de cinco mil votos en 2017 serán decisivos para que algún partido pueda obtener mayoría parlamentaria propia. En este sentido, la visita de Trump es una bendición para los laboristas, una maldición para los conservadores.